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De acuerdo a una encuesta reciente, hace veinte años atrás el pastor promedio se quedaba en su ministerio un mínimo de siete años antes de irse a otro lugar. Actualmente, el tiempo se ha erosionado hasta un mínimo de casi cinco años.

El pasado hace un obvio contraste con la actualidad. Hace años atrás, el pastorado promedio era medido en décadas. Pero aparentemente esos días se terminaron. La duración del pastorado de los siguientes hombres nos da una idea de esos tiempos: Juan Calvino (quien ministró en Ginebra durante 25 años hasta que murió), Carlos Simeón (quien sirvió en Cambridge durante más de 50 años), John Stott (quien pastoreó en Londres durante más de 50 años), Jonathan Edwards (quien predicó en Northampton durante más de 20 años) y D. Martyn Lloyd-Jones (quien sirvió en Londres durante casi 30 años). La longevidad de hombres como estos era la norma, no la excepción. Aún en años recientes, W.A. Criswell pastoreó en el centro de Dallas durante casi 50 años y Adrian Rogers en Memphis durante 32 años. Hay otros en iglesias grandes que ciertamente han demostrado una perseverancia a largo plazo al servir a una sola congregación, pero son casos raros en nuestro día. Los pastorados a largo plazo en pequeñas iglesias se convierten en algo aún más excepcional.

Recuerdo que aún antes de que comenzara mi ministerio aquí en Grace Community Church, mi papá me dijo, “Quiero que recuerdes dos cosas antes de que entres al ministerio. Una, los grandes predicadores, los predicadores duraderos que dejaron su huella en la historia, enseñaron a su congregación la Palabra de Dios. Dos, se quedaron en un lugar durante mucho tiempo”. Esos fueron dos consejos sabios muy útiles. Cuando llegué por primera vez a Grace Church, la mayoría de la gente pensó que únicamente me quedaría uno o dos años, porque había sido un predicador itinerante para grupos de jóvenes. Pero en mi corazón sabía que quería hacer las dos cosas que mi papá me había aconsejado: una era enseñar la Biblia expositivamente, especialmente a lo largo de todo el Nuevo Testamento, sabiendo que en segundo lugar, dicha meta demandaría que me quedara en un lugar durante mucho tiempo. Sabía que esa era la única manera en la que podía continuar nutriendo mi propia alma, tener un impacto en generaciones con la verdad de Dios, y manifestar integridad en mi vida mediante una visibilidad a largo plazo.

Al mirar hacia atrás a 38 años de ministerio en la misma iglesia, quiero alentarte a que tengas una perspectiva a largo plazo en tu iglesia. Mientras que quedarse en el mismo lugar no siempre sea el plan de Dios, a continuación veremos diez sugerencias prácticas que te pueden capacitar para mantener un ministerio duradero.

1. No llegues a menos de que tengas planeado quedarte. Los pastores de generaciones pasadas como Calvino y Edwards, consideraban un llamado a una iglesia algo parecido a un matrimonio. En un sentido, estaban desposados con sus congregaciones, y la fidelidad y lealtad a esa unión los sostuvo aún en medio de momentos difíciles. Los pastores de nuestro día necesitan aprender de sus ejemplos. Necesitas ver una iglesia como más que un escalón para llegar a algo más grande. No importa el tamaño de la congregación o los desafíos que presente, debes creer que Dios te ha llamado a ese rebaño. Aún el problema y desaliento más grande, es un medio que Dios usa para humillarte y quebrantar tu confianza en ti mismo. Todos somos verdaderamente poderosos y útiles únicamente cuando somos débiles. Acepta los beneficios de las pruebas. Si estás comprometido a quedarte cuando llegues, y afirmas ese compromiso con frecuencia, prepararás tu corazón para perseverar.

2. Aprende a ser paciente. La paciencia humilde es la virtud más importante que jamás ejercerás. Después de todo, tu meta como pastor debe ser alinear las convicciones de tu congregación con el mensaje completo de la Palabra de Dios, y llevar sus vidas a la madurez espiritual. Y este es un proceso de santificación que toma tiempo (décadas, no solo meses ó años). Únicamente viene como resultado de confiar en el poder del Espíritu al usar su Palabra, conforme es fielmente proclamada semana tras semana, año tras año.

3. No tengas miedo de cambiar. Tu congregación no solo cambiará conforme la instruyes espiritualmente, sino que tú también cambiarás. Conforme comienzas a explicar las Escrituras, la Verdad alterará las verdades que enseñas y la manera en la que conduces el ministerio. No puedes conocer todo lo que la Biblia dice a menos de que hayas escarbado profundamente en ella. Puedes pensar que entiendes todo detalle, pero inevitablemente llegarás a pasajes que cambian tu manera de pensar y la manera en la que tu iglesia debe responder. Tu congregación y tú deben ser flexibles, permitiendo que la Palabra de Dios los moldeé, conforme se someten a las Escrituras.

4. Estudia para conocer a Dios, no solo para hacer sermones. La clave para evitar un cansancio que debilita en el ministerio, es la renovación espiritual personal. Si tu corazón es lo primero que está fervientemente vivo a cosas espirituales, y después tu predicación, entonces puedes esperar que tu congregación esté fervientemente viva a cosas espirituales. Claro que dicha fervencia debe originarse en primer lugar y sobre cualquier otra cosa, de tu estudio concentrado de la Palabra de Dios. Y aquí está la clave. No estudies para preparar sermones, estudia para conocer la verdad, para regocijarte en la gloria y gracia de Dios, y para ser conformado a su voluntad. Los sermones nunca deben ser la meta primordial de tu estudio bíblico, únicamente deben ser el resultado del estudio. Cuando estudies, busca un entendimiento preciso de quien es Dios y lo que Él espera. En primer lugar y sobre cualquier otra cosa, esto es para tu propia devoción y santidad. Y después, de esa abundancia, instruye a tu congregación, alentándolos a seguirte conforme tú sigues la Verdad, escrita y encarnada.

5. Sé agradecido y humilde. Como siervo del Príncipe de los pastores, necesitas estar agradecido por el rebaño que Cristo te ha encomendado, y expresar con frecuencia tu gratitud tanto a ellos como al Señor. La satisfacción en el ministerio comienza con la confianza en la providencia de Dios. Tu iglesia quizás no sea tan grande o tenga la solvencia financiera de la iglesia que está en la misma calle, pero puedes estar satisfecho si confías en que Dios soberanamente te ha colocado en el lugar exacto en donde quiere que estés. También te ayudará recordar continuamente que no importa qué circunstancias enfrentes, eres indigno de lo que se te ha dado. No creas que mereces un ministerio más grande del que tienes. Es gracia lo que te ha colocado en un llamado tan noble. Aprende a definir el éxito en términos de fidelidad y no en términos de popularidad. La medida de tu ministerio no está determinada por crecimiento numérico, sino por apegarte a la verdad en tu vida y mensaje. Mientras que muchos predicadores parecen trabajar para alcanzar la gloria terrenal, los predicadores piadosos humildemente laboran para la gloria que está aún por serles dada, en la presencia de su Señor.

6. No pierdas de vista la prioridad. Como pastor, tu deber consiste en pastorear tu rebaño—esto quiere decir nutrirlo con la Palabra de Dios, guiarlo hacia la semejanza a Cristo con ternura, mientras que los proteges del error. Eres un pastor. No eres primordialmente un coordinador de eventos, un analista financiero, un visionario y ni siquiera un líder. La prioridad de tu responsabilidad no es innovar ó administrar sino diseminar la verdad divina. Únicamente de esa manera estarás preparando a personas dentro de tu congregación, para que vivan y sirvan eficazmente y en obediencia para la honra de Dios y el impacto del evangelio. Una iglesia cuyo ambiente está dominado por la Palabra y el Espíritu, producirá una congregación que servirá a tu lado para que puedas concentrarte en lo que has sido llamado a hacer: enseñar la Palabra mientras que te humillas delante de Dios en oración dependiente.

7. Prepárate para trabajar duro. Si eres fiel a tu llamado, te darás cuenta de que es una tarea difícil y sin descanso. El ministerio pastoral no es como un trabajo en el que la actividad termina y te puedes ir a descansar a casa. Es un tipo de esclavitud bendita que demanda disciplina y sacrificio. Pero al mismo tiempo trae el más puro de los gozos y la satisfacción más duradera, que se extiende hasta la eternidad. Los pastores con ministerios duraderos no son personas indisciplinadas que se aparecen el domingo para improvisar una plática motivacional. Tampoco son hombres que tienen unos cuantos sermones para algunos años, para ir de iglesia en iglesia. Más bien son hombres disciplinados cuyas vidas deben estar bajo control, para que puedan invertir sus energías físicas y espirituales en el rebaño que Dios les ha dado. Es una tarea desgastante, pero viene con la promesa de un impacto a largo plazo, conforme le enseñas a tu congregación la verdad y esta la ve encarnada en tu vida a lo largo de décadas. Confiarán en ti y los verás como tu corona de gozo. Además, verte forzado a seguir estudiando y predicando a lo largo de las Escrituras, expanderá tú propio entendimiento de la revelación divina, y esto incrementará tu nivel de beneficio para la iglesia y la productividad de tu vida ministerial. Esto traerá la bendición de aprender de otros, porque demanda que seas un lector constante del mejor material bíblico, teológico y biográfico.

8. Confía en que la Palabra llevará a cabo su obra. Muchas personas en iglesias en nuestro día, se están muriendo de hambre de predicación teológica, expositiva, pero ni siquiera lo saben. Ciertamente se dan cuenta de los vacíos que hay en su vida, de los lugares superficiales, de la falta de entendimiento. Se dan cuenta de que no pueden resolver sus múltiples problemas y dilemas. Están buscando respuestas divinas, y se les están ofreciendo sustitutos humanos, artificiales, que no pueden ayudar. La exposición a largo plazo satisfacerá sus corazones y al mismo tiempo, incrementará su apetito para más. Y Dios nos ha dado los tesoros y verdades frescas de su Palabra, las riquezas de las cuales ninguna cantidad de años puede agotar.

9. Depende siempre del Señor. Obviamente un ministerio que descansa únicamente en la fortaleza, inteligencia ó estrategias de encuestas humanas, aún si es éxitoso en términos numéricos, está condenado a ser de corto plazo y superficial. Un ministerio duradero, espiritualmente transformador, debe ser edificado por el poder de Dios liberado a través de su verdad. Y Él siempre bendice su verdad y la labor de un verdadero hombre de Dios. Cuando te das cuenta de que no puedes resolver todos los problemas en tu iglesia, de que no puedes salvar a los incrédulos que asisten a tus servicios, de que no puedes producir fruto espiritual en tu congregación, descansarás de manera total en Dios, quien es el único que puede, aceptando tu debilidad y falta de capacidad, apoyándote únicamente en el poder de la Palabra a través del Espíritu.

10. No te vayas solo por irte. Cuando ves tu ministerio pastoral como un compromiso de por vida y sirves a tu rebaño como lo he descrito, te será difícil irte. Generalmente no somos llamados a irnos de una congregación, sino a llegar a una congregación. Deja tu ministerio actual por otro únicamente si tienes un verdadero llamado a ese lugar. El hecho de que una nueva oportunidad te ofrece un mejor salario, tiene instalaciones más grandes, promete alivio de problemas actuales, o provee una plataforma para una influencia más grande, no necesariamente lo hace un cambio correcto y puede apelar a la ambición. Por lo tanto, asegúrate de que cuando te vayas, tus razones sean espiritualmente convincentes. Y haz tu mejor esfuerzo por asegurarte de que el rebaño que dejas atrás esté bien cuidado antes de irte. Esa es una parte vital de tu legado.

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