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Esta serie de sermones incluye los siguientes mensajes:
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Información de la EditorialLa Biblia habla del tribunal de Cristo – también conocido como el bema – en tres pasajes: Romanos 14:10-12; 1 Corintios 3:10-4:5; y 2 Corintios 5:1-10. Solo los santos del tiempo de la iglesia estarán en ese tribunal, como vemos en 2 Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo”.
El propósito del bema es una exhaustiva evaluación de nuestras vidas. Primera de Corintios 4:5 dice que el Señor vendrá y “aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”.
Este pasaje revela el énfasis que Pablo le da al tribunal de Cristo. Note que Pablo dice que la recompensa a cada hombre le será dada por Dios. Dios da recompensas a los vencedores; y no les da latigazos a los perdedores. Hasta este punto sabemos que Él no nos condenara por nuestros pecados, porque Romanos 8:1 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”.
Entonces, el propósito del tribunal de Cristo es para examinar la vida completa del cristiano. Nosotros seremos recompensados por las obras que hemos hecho, sean buenas o malas (2 Cor. 5:10). El término usado allí se refiere a un resumen de la vida de un cristiano. Este enfoque nos debe ayudar a no preocuparnos de cada tontería que hemos hecho, o pecado irreflexivo que hemos cometido. Es un tiempo de recompensa, no de castigo.
Por otro lado, no seremos condenados por nuestros pecados, pero nuestras vidas presentes sí afectaran lo que sucederá en el tribunal de Cristo. Nuestra vida puede ser afectada por lo siguiente:
1. El pecado y la indiferencia nos roban el deseo de servir a Dios. Esto signifca que perderemos recompensas, porque no estuvimos usando nuestro tiempo para Su gloria. Es por eso que Pablo nos exhorta a mirar “pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16).
2. El pecado y la indiferencia traen como consecuencia la pérdida de poder en nuestras vidas, porque el pecado entristece al Espíritu Santo.
3. El pecado y la indiferencia nos causan la perdida de oportunidades para servir, las cuales si las aprovechamos seremos recompensados.
La consecuencia más grande de ser infieles en esta tierra, es decepcionar a Cristo. Primera de Juan 2:28 dice: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. Este es un pensamiento sobrio – podríamos estar avergonzados cuando estemos en la presencia del Señor. Al mismo tiempo, nos debe de animar el pensar que estaremos recibiendo Sus recompensas generosas si le servimos fielmente durante nuestro tiempo aquí en esta tierra.