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Información de la EditorialEl significado de la palabra arrepentimiento ha sido torcido en años recientes hasta el punto que su significado bíblico ha sido oscurecido en la mente de muchos. La idea que el arrepentimiento genuino puede resultar en cualquier cosa menos un cambio de vida es completamente extraña a la Escritura.
¿Qué es lo que la Palabra enseña sobre la relación entre la salvación y el arrepentimiento? Primero, enseña que el arrepentimiento es esencial a la salvación. Uno no puede verdaderamente creer a menos que se haya arrepentido, y uno no puede verdaderamente arrepentirse a menos que haya creído. El arrepentimiento y la fe son dos lados de la misma moneda (pero no son términos sinónimos). Hechos 11:18 y 2 Pedro 3:9 son dos de muchos versículos que enseñan que el arrepentimiento es necesario para la salvación.
Probablemente 2 Timoteo 2:25 da el mejor resumen de la relación entre el arrepentimiento y la fe salvadora cuando dice Pablo “que se arrepienta para conocer la verdad” (también vea Hechos 20:21).
Segundo, la palabra griega para el arrepentimiento (metanoia) quiere decir “tener otra mente”, pero no puede ser apropiadamente definida a excluir un sentido de odio y penitencia del pecado. El concepto bíblico del arrepentimiento implica mucho más que solo un cambio de pensamiento casual. Bíblicamente, una persona que se arrepiente no sigue continuamente en pecado. El arrepentimiento es volver del pecado, y siempre resulta en un cambio de comportamiento (Lucas 3:8). Mientras el duelo por el pecado no es equivalente al arrepentimiento, ciertamente es un elemento del arrepentimiento bíblico (2 Corintios 7:10).
Finalmente, a pesar de lo que se enseña hoy, afirmando que el arrepentimiento y el reconocimiento del señorío de Jesús son necesarios a la salvación no “agrega” algo al requisito de fe para la salvación. No es “fe más arrepentimiento” que salva, pero sino una fe arrepentida. La noción que la salvación es posible aparte de un arrepentimiento genuino y sincero, que incluye un fuerte odio del pecado, es relativamente nuevo, ni creído ni enseñado por la gente de Dios hasta en el siglo veintiuno.