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Información de la EditorialSin la resurrección, nuestra fe Cristiana sería solamente una ilusión, nada más una filosofía humana y una religión especulativa. De hecho, el filósofo muy notado del siglo diecisiete John Locke, del cual algunas de sus ideas fueron incorporadas en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, escribió, “La resurrección de nuestro Salvador es verdaderamente de mucha importancia en la cristiandad, tan grande que el ser o no ser el Mesías soporta o cae con él”.
El pasaje más antiguo en la Escritura contiene el mensaje de la esperanza en la resurrección (vea Job 19:25-26). La muerte nunca ha sido el fin de un creyente, pero es simplemente la puerta de entrada al cielo. Abraham estuvo listo para sacrificar a su único hijo Isaac porque en su fe supo “que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Hebreos 11:19). El Señor aseguró a Daniel que los creyentes “serán despertados…para vida eterna” (Daniel 12:2).
La resurrección fue el punto focal de la enseñanza de Cristo a sus discípulos referente a sus sufrimientos y muerte: “Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días” (Marcos 8:31). Entonces es completamente entendible que Marcos y los otros tres autores de los evangelios todos incluyeron una cuenta histórica de la resurrección de Jesús en sus narrativas.
Pablo supo que sin la resurrección nuestra salvación no hubiera sido posible (1 Corintios 15). También estuvo convencido que una persona no puede ser salva sin creer en la resurrección de Jesús: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
No es de extrañar que Pablo, los otros apóstoles, y cada líder de la primera iglesia continuamente proclamaban la resurrección de Cristo como la culminación de Su ministerio. Esos hombres estaban tan cautivados por el significado de la resurrección que no podían dejar de predicarlo. Y ésa, debería ser nuestra actitud hoy.