Una característica central de un discípulo verdadero y en ciertos aspectos casi increíble, porque va de manera tan radical contra nuestros anhelos naturales, es la voluntad de abandonar la familia si fuera necesario. En Mateo 10:34, Jesús dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”.
Ésta es una declaración muy dramática en la que parece afirmar: “Algunos de ustedes que son verdaderos seguidores me confesarán cuando sean traídos ante los tribunales de los hombres, e incluso en el transcurso de la vida cotidiana. Otros de ustedes me negarán, porque no les importa sino salvar sus cabezas y su reputación. Esto solo prueba que he venido a traer espada. Yo causo divisiones. Fuerzo a las personas a tomar decisiones que las separan unas de otras”.
El solo hecho de que algunos confiesen a Cristo y otros lo nieguen indica que su llegada causa divisiones. Jesús no negó esta tremenda realidad, sino que edificó sobre ella. Los judíos sabían por el Antiguo Testamento que cuando el Mesías viniera, traería paz. Isaías profetizó que sería el Príncipe de paz (Isaías 9:6). Bajo su reinado, facciones en guerra martillarían sus espadas hasta convertirlas en rejas de arado y sus lanzas, en hoces (Isaías 2:4). La guerra y hasta el conocimiento de ella dejarían de ser.
Conocían las palabras maravillosas de esperanza en el Salmo 72:3, 7, que habla del reino: “Los montes llevarán paz al pueblo… Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna”. No habría guerra, solo paz.
A medida que Jesucristo hablaba a sus discípulos, ellos comenzaban a experimentar la paz en sus corazones, paz que precisamente provenía de estar con Él. Habían estado anticipando que esta dicha se extendería a todo el mundo. Es posible que hayan pensado que, tras su predicación, todo el mundo caería ante sus pies porque el Mesías, el Príncipe de paz al que habían esperado por tanto tiempo, finalmente había llegado. Experimentaban esta euforia de estar con Él, seguros de que todos los demás responderían de la misma manera y el reino maravilloso y lleno de paz de Cristo estaría a la vuelta de la esquina.
Pero no era ese el cuadro verdadero, porque el Señor les dijo: “No se ilusionen pensando que mi venida ahora traerá paz. No he venido para dar paz, sino espada”. Esta idea suena como si la intención del Señor al venir hubiera sido traer conflicto. Las consecuencias a veces se expresan como si fueran intenciones, porque en la sabiduría suprema de Dios, lo son. Sin embargo, aquí Jesús describió el resultado directo de su venida como si fuera su intención. Es una paradoja, en cierto sentido. El Señor estaba diciendo: “Por un lado soy el Príncipe de paz, pero por otro, va a haber guerra, representada por la espada”.
El Antiguo Testamento esbozó estos dos puntos de vista. Al describir las rupturas y las divisiones, Miqueas 7:6 describe la venida del Señor de esta manera: “Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra la suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa”. Nuestro Señor citó esto casi al pie de la letra en Mateo 10.
El Antiguo Testamento veía al Mesías como Rey de paz, pero también veía el potencial de división en su venida, porque algunos lo aceptarían, y otros, incluso de la misma familia, lo rechazarían. Los judíos también creían que se produciría esa división. En algunos de los escritos rabínicos hallamos esta afirmación: “En el período cuando venga el Hijo de David, la hija se levantará contra su madre, la nuera contra su suegra. El hijo menospreciará al padre, la hija se rebelará contra su madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre serán los de su propia casa”.
Es como si Jesús estuviera diciendo que habría división por el momento. La intervención de Dios en la historia mediante la encarnación de Cristo iba a dividir y fracturar al mundo en partidos que se pondrían unos contra otros. Así que no se ilusione como discípulo pensando que el mundo entero va a caer a sus pies. ¿Va usted a irse corriendo a su casa para contarles a todos que se ha convertido en cristiano? ¿Va a gritar la noticia en la universidad, y todo el mundo va a ponerse en fila para unírsele? Eso no va a suceder.
(Adaptado de La verdad sobre el señorío de Cristo)