Como ya notamos brevemente en nuestro blog anterior, las Escrituras indican que algunos cristianos tienen conciencias débiles. Una conciencia débil no es lo mismo que una cauterizada. La conciencia cauterizada se vuelve inactiva, silenciosa, insensible al pecado, tanto que rara vez acusa. Pero la conciencia debilitada generalmente es hipersensible e hiperactiva con respecto a temas que no son pecados.
Irónicamente, una conciencia débil tiene más probabilidades de acusar que una conciencia fuerte. Las Escrituras la llaman conciencia débil porque es muy fácil de herir. Las personas con conciencias débiles tienden a preocuparse por cosas que no deberían instigar culpa en un cristiano maduro que conoce la verdad de Dios.
La conciencia débil resulta de una fe inmadura o frágil aún no separada de las influencias mundanas y aún no saturada por la Palabra de Dios. Los creyentes débiles deber ser aceptados con amor y no juzgados porque sus conciencias son demasiado tiernas. Pablo instruyó a los romanos: “Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay quienes son débiles en la fe, y solo comen verduras” ( Romanos 14:1-2). Vemos, por el comentario de Pablo, que el creyente débil es probable que sea excesivamente escrupuloso, legalista, preocupado por su conciencia, algo – en cierta manera – poco saludable.
Y como notaremos, una conciencia débil es a menudo la compañera del legalismo. En repetidas ocasiones, Pablo advirtió a la iglesia primitiva que quienes tenían una conciencia fuerte no debían juzgar ( Romanos 14:3) y, sobre todo, ni mucho menos alentar a los débiles a violar sus conciencias. Los creyentes débiles no deben aprender a anular la conciencia. Si eso se convierte en un hábito, si se condicionan a rechazar todos los impulsos de la conciencia, perderán uno de los medios más importantes de santificación.
En efecto, Pablo instruyó a aquellos que eran fuertes para que sobrellevaran los escrúpulos de la conciencia de los hermanos más débiles, siempre que fuera posible. Alentar a un creyente inmaduro a herir su propia conciencia es llevarlo al pecado: “El que tiene dudas [debido a una conciencia débil] en cuanto a lo que come se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado” ( Romanos 14:23).
Una conciencia débil y constantemente acusadora es una responsabilidad espiritual, no una fortaleza. Muchas personas con conciencias especialmente tiernas tienden a mostrar su exceso de escrúpulos como si fuera una prueba de profunda espiritualidad. Pero es precisamente lo contrario.
Las personas con conciencia débil tienden a ofenderse con demasiada facilidad y tropiezan con frecuencia (cf. 1 Corintios 8:13). A menudo son demasiado críticos con los demás ( Romanos 14:3-4). Son demasiado susceptibles al atractivo del legalismo ( Romanos 14:20); cf. Gálatas 3:2-5). Sus pensamientos y sus corazones se contaminan pronto ( Tito 1:15).
A lo largo de la discusión en cuanto a aquellos que tenían conciencias débiles ( Romanos 14; 1 Corintios 8:10), Pablo trata la condición como un estado de inmadurez espiritual: una falta de conocimiento ( 1 Corintios 8:7) y una falta de fe ( Romanos 14:1, 23). El apóstol claramente esperaba que aquellos con conciencias débiles crecieran y dejaran ese estado de inmadurez; como ocurre con los niños que inevitablemente superan su miedo a la oscuridad.
Aquellos que eligen vivir en ese estado, particularmente los que esgrimen una conciencia demasiado tierna como algo de lo que jactarse, tienen un sentido distorsionado de lo que significa ser maduro en la fe. El verdadero crecimiento espiritual ilumina la mente y fortalece el corazón de la fe. En última instancia, es la única forma de superar una conciencia débil.
Ahora, una vez que hemos superado una conciencia débil, debemos mantener una conciencia pura. Y eso es lo que veremos en nuestro próximo artículo.
(Adaptado de Una Conciencia Decadente)