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El mundo cambió el 31 de octubre de 1517 (hace más de 500 años). Ese fue el día en que Martín Lutero clavó sus Noventa y Cinco Tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Alemania. Fue un acto de rebeldía que desencadenó una guerra teológica con la Iglesia Católica Romana que persiste quinientos años después.
Pero quienes estamos familiarizados con las características históricas de la división entre protestantes y católicos, no las encontraremos en la protesta inicial de Lutero. En otras palabras, sus tesis no ofrecían un tratado sobre la doctrina de la justificación, ni defendían la autoridad de las Escrituras, ni repudiaban el falso evangelio de Roma. Aunque esos temas personificarían más tarde el corazón de la teología de la Reforma, el primer golpe que Lutero lanzó fue provocado por la perversa industria Católica Romana de las indulgencias.
Como vimos la última vez, los grandiosos proyectos de construcción del Papa León X en Roma requerían una enorme cantidad de ingresos. Con ese fin, él autorizó las indulgencias —la venta del favor y del perdón de Dios— para llenar sus cofres.
El mundo en la Edad Media
En el siglo XVI, el Catolicismo Romano había creado —y heredado— el ambiente perfecto para que sus mentiras prosperaran. Los feligreses eran en su mayoría analfabetos. La Biblia y los servicios religiosos permanecían enclaustrados en el latín antiguo. Además, sólo los rangos más altos de la jerarquía en la iglesia tenían acceso a las Sagradas Escrituras. El muro que existía entre el hombre común y la Palabra de Dios era prácticamente impenetrable.
Los dirigentes religiosos de Roma se reservaban el derecho exclusivo de interpretar las Escrituras a su antojo y de filtrar esa información a los feligreses. Los feligreses medievales no tenían más remedio que seguir ciegamente el dogma Católico Romano —por absurdas que fueran las reglas.
En lugar de un torrente de verdades bíblicas, los campesinos europeos recibían selectivamente la propaganda religiosa de Roma. Impregnado de superstición, el pueblo buscaba una posición correcta con Dios a través del bautismo, venerando a los santos, viendo reliquias, rezando rosarios y consumiendo la Eucaristía. Si la Iglesia madre afirmaba que podía vender condenas reducidas en el temido purgatorio, realmente no había otra alternativa que creer en tales afirmaciones extravagantes.
La muerte era una amenaza constante durante la Edad Media. La esperanza de vida era drásticamente inferior a la actual. La pobreza extrema, el agua contaminada y la suciedad, propiciaban una muerte prematura. La medicina era primitiva y estaba rodeada de misticismo. Era frecuente que los padres enterraran a sus hijos, que los maridos perdieran a sus mujeres en el parto y que las plagas diezmaran regiones enteras. La realidad constante de la muerte produjo una cultura obsesionada con los asuntos eternos —especialmente, con la absolución de los pecados y la salida del purgatorio. Esa preocupación se extendía a sus seres queridos fallecidos, pues ellos creían que estaban padeciendo allí.
A pesar de su extrema pobreza, los campesinos se sentían muy motivados a participar cuando se les ofrecían indulgencias. Ellos se deshacían gustosamente de lo poco que tenían para obtener una pronta liberación de su inminente futuro en el purgatorio. Los extorsionadores del Papa León X contaban con una clientela dispuesta.
Las indulgencias en la Edad Media
Johann Tetzel encabezó la operación de la venta de indulgencias del Papa León X en Alemania. Su argumento de venta se basaba en los miedos y supersticiones de aquellos que se reunían a escucharle. Sin duda, el mayor negocio de Tetzel provenía de sus emotivas súplicas por las almas de los seres queridos fallecidos en el purgatorio.
Él les decía: “¿No oyes las voces de tus parientes muertos y de otros, clamando y diciéndote: ‘Compadécete de nosotros, compadécete de nosotros, porque estamos en un terrible castigo y tormento del que puedes redimirnos por una miseria’? ¿Y no lo harás?... ¿No recibiréis entonces, por un cuarto de florín, estas cartas de indulgencia por medio de las cuales podéis llevar a un alma divina e inmortal sana y salva al paraíso?”[1]Walther Köhler, ed., Dokumente zum Ablassenstreit von 1517, 2nd rev. ed. (Tübingen, 1934), 125, 127. Cited in James M. Kittelson, Luther the Reformer, Fortress Press ed. (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2003), 103..
En términos puramente monetarios, la extorsión de Tetzel a los pobres de Alemania fue un éxito rotundo. Pero mientras su equipo se dirigía a Wittenberg, una bomba estaba a punto de estallar.
Martín Lutero se indignó al enterarse de que los feligreses de Wittenberg estaban siendo estafados por Tetzel. Por esta razón, escribió urgentemente sus Noventa y Cinco Tesis en respuesta a esta creciente extorsión. En éstas, él denuncia: “Las palabras necias e insolentes de los predicadores de indulgencias” (Tesis 72), describiéndolos como: “Pregoneros de indulgencias [los cuales] sonsacaron el dinero” (Tesis 51). La Tesis 86 señala audazmente la crueldad de todo el asunto, diciendo: “¿Por qué el Papa no construye la catedral de San Pedro con su propio dinero —ya que su riqueza es ahora mayor que la de Craso— en lugar de hacerlo con el dinero de los pobres cristianos?”.
El repudio de Lutero a las indulgencias circuló ampliamente y provocó rápidamente una enorme reacción contra Tetzel. Mientras que el dinero recaudado era recibido con gusto en Roma, Tetzel ya no era bienvenido. Enfrentado a la hostilidad y el odio de todas partes, se vio obligado a retirarse a los confines de un monasterio, y finalmente murió en reclusión.
El papa León X ardía de rabia por la gigantesca sacudida que Lutero había dado a sus obras. Y la animosidad se convirtió en anatema a medida que la Reforma seguía ganando fuerza.
La venta de indulgencias ya no era viable, al menos, no de la manera en que Tetzel abiertamente lo había hecho. Sin embargo, ha seguido siendo una doctrina Católica Romana integral hasta nuestros días, aunque de forma más discreta.
Las indulgencias en tiempos modernos
Hasta el día de hoy, la Iglesia de Roma sigue traficando con indulgencias. Resurgieron de forma significativa en 1967, cuando el Papa Pablo VI promulgó su Indulgentiarum Doctrina (Constitución Apostólica sobre las Indulgencias). Aunque la Indulgentiarum Doctrina declaraba que las indulgencias ya no estaban a la venta —“ganancias ilícitas”— también afirmaba el compromiso permanente de Roma con esta doctrina. Pablo VI llegó incluso a condenar a quien rechazara la creencia en las indulgencias estipulando:
“La Iglesia, sin embargo, corrigiendo y enmendando abusos, ‘enseña y ordena que el uso de las indulgencias ha de conservarse en la Iglesia como muy saludable para el pueblo cristiano y aprobado por la autoridad de los sacrosantos Concilios, y condena con anatema a quienes afirmen que estas son inútiles o que la Iglesia no tiene potestad para concederlas’”[2]Pablo VI, Constitución Apostólica:Indulgentiarum Doctrina, Capitulo IV, Párrafo 8:48..
El documento no deja lugar a dudas de que la Iglesia de Roma sigue creyendo que tiene el poder exclusivo de repartir la gracia de Dios como y cuando le parezca. El Indulgentiarum Doctrina describe fórmulas precisas compuestas por oraciones por el Papa, avemarías, confesiones, contriciones y obras de caridad. Y en una curiosa declaración final, el documento nos recuerda cuánta autoridad cree Roma que ejerce sobre Dios y Su poder, diciéndonos que la nueva gama de indulgencias entraría en vigor “tres meses después de la fecha de publicación”.
En el 2009, el New York Times publicó un artículo en el que anunciaba que las indulgencias están cada vez más de moda entre los católicos. Señalaba que, aunque ya no se puede comprar una indulgencia: “Las contribuciones caritativas, combinadas con otros actos, pueden ayudar a adquirir una”. En el 2013, el Papa Francisco ofreció indulgencias especiales a las personas que se registren como sus seguidores en Twitter. De hecho, en la actualidad, el Papa Francisco ha ofrecido indulgencias plenarias a los feligreses —las cuales prometen absolver al creyente fiel de todo sufrimiento en el purgatorio. En todo el mundo, los católicos siguen buscando formas de eludir la penitencia y el purgatorio. Pero en su mayor parte, estas indulgencias modernas no son la gallina de los huevos de oro que una vez fueron para la Iglesia.
La triste verdad es que, si usted está buscando un equivalente moderno a las indulgencias de Tetzel, es mucho más probable que lo encuentre en los círculos protestantes de hoy. Como veremos la próxima vez, la gracia y las bendiciones de Dios siguen a la venta en un nuevo mercado religioso que se está expandiendo.