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Una de las defensas que los carismáticos emplean con más frecuencia ante las críticas, es la persistente amenaza del “pecado imperdonable”. Ellos advierten a los críticos del grave peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo, y defienden su propia falta de discernimiento como un intento por evitar cometer ellos mismos la ofensa mortal.
Pero, ¿es así como debemos entender la advertencia de Cristo sobre la “blasfemia contra el Espíritu [que] no será perdonada” (Mateo 12:31)? ¿Acaso condenó Cristo a todo aquel que cuestionara una supuesta obra del Espíritu Santo? ¿Prohibió Él el discernimiento cuando se trata de afirmaciones de señales y maravillas sobrenaturales? ¡Por supuesto que no!
En su libro Diferencias Doctrinales Entre Los Carismáticos y los no Carismáticos, John MacArthur explica cómo este malentendido del pecado imperdonable tiene profundas raíces en los círculos carismáticos.
¿Qué es el pecado contra el Espíritu Santo? Charles y Frances Hunter, un matrimonio que sirve en un ministerio muy bien conocido, han escrito varios libros y hablan constantemente a favor de la experiencia carismática.
Aunque los Hunter no son eruditos ni teólogos, se comunican fácilmente con la persona promedio y su influencia se siente ampliamente dondequiera que dan su interpretación de la Escritura. En la introducción a su libro Why Should “I” Speak in Tongues? (¿Por qué debería “yo” hablar en lenguas?), los Hunter comparan a cualquiera que cuestiona las lenguas u otros aspectos del movimiento carismático con los fariseos que criticaban a Jesús y le atribuyen su obra a Satanás[1]Charles and Frances Hunter, Why Should “I” Speak in Tongues? (Houston: Hunter Ministries, 1976), np. Los Hunter también implican que los críticos del movimiento carismático pueden estar peligrosamente cercanos a cometer el pecado imperdonable de blasfemia contra el Espíritu Santo[2] Why Should “I” Speak in Tongues?, 7-8.. ¿Tienen razón los Hunter? ¿Acaso cuestionar la doctrina carismática equivale a blasfemar contra el Espíritu Santo? Cuando alguien niega que las lenguas son para hoy, o que el bautismo del Espíritu es una experiencia posterior a la salvación, ¿ha cometido esa persona un pecado imperdonable?[3]John MacArthur, Diferencias Doctrinales Entre los Carismáticos y los no Carismáticos (Nashville: Grupo Nelson, 2016), 97..
Innumerables líderes carismáticos como los Hunter han hecho acusaciones similares, incluyendo algunos que respondieron al libro Fuego Extraño de John MacArthur. En un artículo titulado “Dear Dr. MacArthur (Estimado Dr. MacArthur)”, R.T. Kendall escribió: “En primer lugar, si su libro habla del peligro de ofender al Espíritu Santo con una adoración falsificada, me temo que usted está en mayor peligro de ofender al Espíritu Santo al atribuir Su obra a Satanás”[4]R.T. Kendall, Dear Dr. MacArthur, https://rtkendallministries.com/dear-dr-macarthur, July 25, 2023..
En su artículo “John MacArthur, Strange Fire and Blasphemy of the Spirit (Fuego Extraño y Blasfemia del Espíritu)”, Michael Brown niega haber hecho la acusación contra John MacArthur, antes de insinuarla de todos modos. Respondiendo a la afirmación del pastor John, de que el movimiento carismático “blasfema del Espíritu Santo; atribuye al Espíritu Santo incluso la obra de Satanás”, Brown escribe:
“Para que quede perfectamente claro, no estoy afirmando ni por un segundo que el pastor MacArthur esté blasfemando contra el Espíritu (¡Dios no lo quiera!), pero en el Nuevo Testamento, blasfemar contra el Espíritu es atribuir conscientemente las obras del Espíritu a Satanás (Marcos 3:23-30), y me preocupa mucho más negar el fuego verdadero que apagar cada aberrante hoguera carismática”[5]Michael Brown, John MacArthur, Strange Fire and Blasphemy of the Spirit, https://www.charismanews.com/opinion/in-the-line-of-fire/39944-john-macarthur-strange-fire-and-blasphemy-of-the-spirit, July 25, 2023..
La afirmación de Brown representa la actitud casi supersticiosa de muchos carismáticos cuando se trata de las supuestas obras del Espíritu, como si cualquier duda constituyera un pecado imperdonable. Pero esa mentalidad no puede ser la que Cristo pretendía, no cuando las Escrituras instruyen a los creyentes a: “Probar los espíritus para ver si son de Dios” (1 Juan 4:1), y a imitar a los nobles bereanos, que: “Recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).
Está claro que Dios quiere que su pueblo tenga discernimiento, especialmente cuando se trata de los que dicen hablar en su nombre. En cierto sentido, ese fue el punto de Cristo en su confrontación con los fariseos en Mateo 12:22-32.
El pasaje comienza con Jesús sanando a un hombre ciego y mudo que también estaba poseído por un demonio (Mateo 12:22). El versículo 23 nos dice: “Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será este aquel Hijo de David?”. La gente comprendió con razón que aquel poder milagroso sólo podía pertenecer al Mesías. Para disuadir a la multitud de esa idea que suponía una amenaza directa a su propia autoridad, los fariseos hicieron circular la acusación blasfema de que: “Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mateo 12:24).
John MacArthur explica la profundidad depravada de la afirmación de los fariseos:
“Beelzebú, el señor de las moscas, era una deidad filistea. Se creía que era el príncipe de los espíritus malignos, y su nombre se convirtió en otro nombre para Satanás; así que lo que los fariseos estaban diciendo era que Jesús echaba fuera demonios por el poder de Satanás”[6]Diferencias Doctrinales Entre los Carismáticos y los no Carismáticos, 98..
Aunque los fariseos no tuvieron el valor de hacer su acusación perversa delante del Señor, las Escrituras nos dicen que Él conocía sus pensamientos (Mateo 12:25). Él reprendió a los fariseos públicamente, exponiendo lo absurdo de su afirmación.
“Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?” (Mateo 12:25-26).
En términos sencillos, Cristo mostró lo ridículo que sería que Satanás trabajara en contra de sí mismo. Él redujo la acusación a su absurda esencia, y reveló la necedad y perversión de los corazones de los fariseos. Como explica John MacArthur: “Los fariseos tenían tal odio por Cristo que su lógica estaba distorsionada. En lugar de ser racionales, estaban siendo absurdos”[7]Diferencias Doctrinales Entre los Carismáticos y los no Carismáticos, 98..
Se suponía que estos hombres eran los líderes espirituales de Israel, y estaban engañando intencionalmente a la gente acerca de demostraciones obvias e innegables del poder divino de Cristo.
Habiendo expuesto la verdadera naturaleza de la acusación engañosa de los fariseos y el odio que consumía sus corazones, Cristo procedió a condenar en los términos más severos posibles el rechazo de ellos a la obra del Espíritu a través de Él.
“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo12:31-32).
En su comentario sobre este pasaje, John MacArthur explica la naturaleza y el alcance de la condena de Cristo.
“Jesús declaró en primer lugar que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres. Aunque la blasfemia es una forma de pecado, en este pasaje y en su contexto las dos cosas se tratan de modo separado, con la blasfemia representando la más extrema forma de pecado. Pecado aquí representa toda la gama de pensamientos y acciones inmorales e impías, mientras que blasfemia representa consciente condena y rechazo a Dios. La blasfemia es irreverencia desafiante, el pecado especialmente terrible de hablar intencional y abiertamente mal contra el Dios santo, o difamarlo o escarnecerlo (Marcos 2:7). El castigo en el Antiguo Testamento para la blasfemia era la muerte por lapidación (Levítico 24:16). En los últimos días, la blasfemia será una característica sobresaliente de quienes se oponen a Dios de manera rebelde e insolente (Apocalipsis 13:5-6; 16:9; 17:3).
“Pero blasfemar o hablar contra el Espíritu Santo era algo más grave e irremediable. Esto no solo reflejaba duda, sino incredulidad resuelta: rechazar después de haber presenciado toda la evidencia necesaria para tener un entendimiento completo, incluso para considerar creer en Cristo. Esto era blasfemar contra Jesús en su deidad, contra el Espíritu Santo de Dios que lo habitaba y fortalecía de forma única. Reflejaba rechazo resuelto a Jesús como el Mesías, en contra de todas las pruebas y argumentos. Reflejaba ver la verdad encarnada y luego, a sabiendas, rechazar y condenar al Hijo de Dios. Demostraba un rechazo absoluto y permanente a creer, lo cual resultó en pérdida de oportunidad de alguna vez ser perdonado, ya sea en este siglo o en el venidero”[8]John MacArthur, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Mateo (Grand Rapids: Portavoz, 2017), 757-8..
Esa es una distinción importante, y muy diferente de la amenaza que los líderes del movimiento carismático utilizan para anular el discernimiento y sembrar la credulidad en sus congregaciones. Mediante la tergiversación de las palabras de Cristo, los carismáticos han asustado a sus seguidores para que nunca cuestionen sus afirmaciones ni contrasten sus enseñanzas con las Escrituras, engañándoles con la idea de que dudar de las afirmaciones sobrenaturales es un pecado imperdonable. Mientras tanto, siguen blasfemando contra el Espíritu Santo al atribuirle sus engaños y divagaciones incoherentes.
El pueblo de Dios no debe tolerar este abuso de Su Palabra. Tenemos que hablar en contra de cualquiera que falsamente utilice la amenaza de la condenación eterna para silenciar a sus críticos y suprimir el discernimiento de sus seguidores.