Hace algunos años, una mujer de Nuevo México descubrió lo que creyó ser la cara de Jesús en una tortilla quemada mientras cocinaba. Emocionada, mostró la tortilla a su esposo, vecinos y a un sacerdote, quien, la bendijo. La mujer afirmó que la tortilla le había cambiado la vida volviéndose más tranquila y feliz. Decidió construir un altar para la tortilla en su casa, creando un pequeño santuario que atrajo a más de 8.000 visitantes, quienes coincidieron en que las marcas en la tortilla se parecían al rostro de Jesús.
Parece increíble que muchas personas adoren a una tortilla. No obstante, tal concepto distorsionado no es inusual en la sociedad contemporánea. Trágicamente, aunque la Biblia es clara acerca de cómo, a quién y cuándo debemos adorar, en nuestros días se ofrece muy poca adoración genuina. De hecho, la adoración es una de las doctrinas más malinterpretadas de todas las Escrituras, ocasionando un debilitamiento espiritual, ya que una comprensión de lo que es la adoración resulta fundamental para cualquier aplicación completa de la Escritura.
Como hemos estado examinando las señales de una iglesia eficaz, el fundamento que da resultado en lideres piadosos, discipulado y evangelismo, miembros activos, y familias obedientes es el enfoque en querer adorar a Dios tal como quiere. Este enfoque se demuestra cuando una iglesia toma como prioridad la predicación fiel de las Escrituras que resulta en un deseo genuino en los miembros de querer servirse los unos a los otros.
Predicación y enseñanzas bíblicas
La proclamación de la verdad de Dios mediante la predicación (gr., kerugma) y la enseñanza (gr., didache) cambia las vidas de los hombres y de las mujeres. Esa es la razón por la que las iglesias eficaces están dirigidas por un púlpito que enseña la verdad bíblica y motiva a los cristianos a aplicarla.
Algunos creen que la predicación debiera hacer que todos se sintieran bien. Supongamos que un hombre tiene una vida infeliz. Trabaja duro para un jefe injusto, en casa lo tienen dominado, su hijo es un delincuente y no puede hacer los pagos de su auto. Cuando él va a la iglesia, no debieran salir destrozado. Por lo tanto, algunos creen que la predicación debe enfatizar el pensamiento positivo que asume que todo es maravilloso y color de rosa.
Una vez escuché a un predicador en un programa de televisión cristiano que decía: “¡Oh, cada día con Jesús es tan feliz! ¡Si usted pudiera ser tan feliz como yo!”. Eso no sentaría nada bien a la esposa que acaba de volver del cementerio donde enterró a su marido, o a la madre a cuyo hijo le han diagnosticado un cáncer terminal. Cada día no es un día feliz. Cada día es satisfactorio y hay una alegría permanente en la presencia de Cristo, pero el cristianismo no es un camino de vida despreocupado. Si todo lo que hacemos es congregarnos en la iglesia y decirnos unos a otros cuán maravillosa es la vida, ¡todos estamos mintiendo!
Otros piensan que la predicación debiera estar orientada hacia cómo ayudar a las personas a resolver sus problemas. Vivimos en un mundo que está tan sicológicamente orientado que parece que es difícil pensar sin meterse en análisis clínicos. No podemos aceptar nada objetivamente sin analizarlo. Esa forma de razonamiento se ha metido en la iglesia y ha desarrollado lo que yo llamo “predicación centrada en problemas”. Es esa clase de predicación en la que el predicador plantea un problema y luego da diez versículos fuera de contexto sobre cómo resolverlo, junto con algunas ilustraciones acerca de algunas personas que lo resolvieron.
Un pastor no es un sicoanalista glorificado, un abuelo o un tipo de Papá Noel que le da unas palmaditas en la espalda y le dice que todo está bien. La tarea del predicador no es solo la de educar a los cristianos en la Palabra de Dios, sino también la de animarlos a cambiar su comportamiento en conformidad con la Palabra. De hecho, en muchos casos él debiera hacer que las personas se sintieran peor antes de que empiecen a sentirse mejor, debe haber quebranto antes de que haya restauración. Cuando predico un mensaje que convence a los que lo escuchan, sé que el mensaje está llegando al corazón. El púlpito de una iglesia no está principalmente diseñado para ayudar a las personas a tomar decisiones acerca de los detalles de la vida diaria. Está para enseñar la Palabra de Dios e identificar el pecado de forma que ellos puedan cambiar su comportamiento. Pacificar los problemas del individuo no le va a hacer sentirse mejor. Más bien, los actos que producen la verdadera alegría son confesar el pecado, arrepentirse de él y cambiar de vida.
Servicio sacrificial
El servicio sacrificial está directamente relacionado con el punto anterior. Dado que la fe de la congregación debe capacitar a los miembros para hacer sacrificios, los líderes de una iglesia eficaz no tienen que andar suplicando a sus congregantes a que participen o que ofrenden. No debiera haber necesidad de trucos, artimañas o de otros recursos artificiales para estimular a los creyentes a hacer lo que deben hacer.
La iglesia tiene que caracterizarse por un espíritu de sacrificio y generosidad en cuanto a dar, como los macedonios que mostraron su amor “(dando) conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas” (2 Co. 8:3). Pablo elogió a la iglesia filipense por suplir sus necesidades (Fil. 4:10, 14–16). No tuvo necesidad de pedirles nada porque su amor se expresó para con él en una manera tan generosa y tangible. Esto es lo que también observamos en Hechos 2:24, en donde los miembros de la iglesia primitiva estaban consagrados a “la comunión”. Estos primeros cristianos se distinguieron por una devoción sistemática y un compromiso sacrificial para con los demás miembros del cuerpo de Cristo.
Una iglesia eficaz
Lo que en última instancia hace a una iglesia eficaz es que tienen como hincapié la adoración a Dios. Cuando una iglesia está completamente enfocada en Dios y en hacer todo lo que puede para honrarle, tiene una buena base para una integridad inquebrantable. No importa lo que hace diferente a esa iglesia de otras, o en qué elementos teológicos distintivos hacen hincapié. Lo que importa es cómo obedecen lo que Dios exige.
Esperamos en Dios, que esta serie de las marcas de una iglesia eficaz sea de bendición para toda iglesia cristiana que quiere honrar completamente a Dios.
(Adaptado de El plan del Señor para la iglesia)