El libro de Proverbios ha sido reconocido como una verdadera mina de oro para todos los padres de familia, pues está lleno de consejos prácticos para la crianza de los hijos. Dado que resulta imposible abarcar en un solo estudio toda la riqueza contenida en Proverbios, he seleccionado diez principios esenciales que resumen las lecciones más importantes que los padres deben transmitir a sus hijos. Ya hemos cubierto los primeros seis principios. En este blog cubriremos dos principios más.
7- Enseñe a sus hijos a vigilar sus palabras
En Proverbios 4:24, Salomón exhorta a su hijo: “Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios”. Los padres deben enseñar a sus hijos a vigilar sus palabras. A decir la verdad. A decir aquello que edifica, no aquello que daña a otros. Y procurar que sus palabras sean puras.
Puedo dar testimonio de que cuando era niño, esta fue una de las lecciones en las que mis padres trabajaron más duro para enseñarme. De modo que, como adulto, ni siquiera pienso en usar palabras obscenas. Probablemente, soy de las personas menos susceptibles a emplear imprecaciones o palabrotas. Esto se debe indudablemente a que de niño me lavaron la boca muchas veces con jabón por palabras que ni podía comprender ni pronunciar correctamente. Hasta el día de hoy, cuando oigo a alguien emplear un lenguaje vil, ¡me viene a la lengua un sabor a jabón!
Los proverbios de Salomón están llenos de observaciones acerca de la importancia de vigilar las palabras que uno emplea. “Manantial de vida es la boca del justo” (Pr. 10:11). “Plata escogida es la lengua del justo” (v. 20). “Los labios del justo apacientan a muchos” (v. 21). “Los labios del justo saben hablar lo que agrada” (v. 32). “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Pr. 12:18). “La boca de los sabios esparce sabiduría” (Pr. 15:7). “El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios” (Pr. 16:23). “Los labios prudentes son joya preciosa” (Pr. 20:15).
Y observemos de manera especial Proverbios 12:22: “Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento”. Una lección que siempre buscamos reforzar en nuestros hijos era la importancia de decir la verdad. El dolor aplicado a las consecuencias de mentir era siempre el doble del dolor debido a cualquier otra ofensa. Naturalmente, a ninguno de ellos les gustaba ser atrapados en un acto de desobediencia. Pero si desobedecían y luego mentían acerca de ello, las consecuencias eran peores en varias magnitudes superiores. Y así les enseñamos siempre a que dijesen la verdad. Esta es una lección vital, porque si alguien puede cauterizar su conciencia hasta ser capaz de vivir en la mentira, esta persona será capaz de cualquier pecado. Si puede cubrir un pecado con una mentira, y si condiciona su conciencia a tolerar aquella mentira, su conciencia llegará a ser en efecto inútil para preservarle de cualquier otro pecado.
Aquí tenemos otra importante lección acerca de la vigilancia de sus palabras: “En las muchas palabras no falta el pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr. 10:19). Enseñe a sus hijos que con frecuencia es más prudente no hablar. Santiago escribió: “Ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Stg. 3:8). Las bocas de los necios están llenas de contienda, de ruina, de calumnias, de menosprecio hacia los demás, de maledicencia, de desgracia, de mentiras, de engaño y de perversidad. Así, enseñe a sus hijos que a veces es mejor no decir nada.
8- Enseñe a sus hijos a llevar a cabo su trabajo
Mientras está en ello, enséñeles el valor del trabajo duro: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento” (Pr. 6:6–8).
Casi cualquiera trabajará duro o parecerá que lo hace, cuando el jefe está vigilando. Pero la hormiga trabaja duro, aunque no tiene jefe. Sus hijos trabajarán si usted está ahí presente con un látigo. Pero ¿trabajarán si no está presente? Tendrán que aprender a trabajar por su propia iniciativa si quieren triunfar en la vida.
También necesitan aprender como planificar por adelantado. La hormiga sabe cómo preparar su comida en verano, anticipándose al invierno venidero. ¿Saben sus hijos como planificar y trabajar para sus necesidades futuras? Esta es otra lección vital que los padres sabios deben enseñar a sus hijos. De otro modo, sus hijos crecerán hechos unos holgazanes.
“Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño?
Un poco de sueño, un poco de dormitar,
Y cruzar por un poco las manos para reposo;
Así vendrá tu necesidad como caminante,
Y tu pobreza como hombre armado” (Pr. 6:9–11).
Un perezoso es una persona holgazana. O podríamos decir que el perezoso es una persona por otra parte normal con demasiadas excusas, con demasiadas negativas, con demasiadas demoras. Se dedica a postergar. Se para. Hace lo que le gusta y posterga aquello que encuentra desagradable. Pero sufrirá hambre, pobreza y fracaso. Se pierde la cosecha de mañana por gozar hoy de la holganza. Desea, pero no trabaja. La semilla de su fracaso se encuentra en su propia holgazanería. Esta es una de las peores taras de carácter. Los padres no deben permitir que sus hijos desarrollen hábitos de pereza y holgazanería.
En cambio, la persona que lleva a cabo su trabajo se gana bien la vida, tiene abundante alimento y se gana el respeto de los demás. “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición” (Pr. 22:29). “La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece. El que recoge en el verano es hombre entendido; el que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza” (Pr. 10:4–5).

(Adaptado de Cómo ser padres cristianos exitosos)