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Si usted ha asistido a Grace por algo de tiempo, usted sabe que yo disfruto profundamente lo que hago. Pero quizás no sabe que no creo que he disfrutado nada más que tener el privilegio de predicar Mateo 18 y Romanos 6 y 7 al mismo tiempo. Es un desafío cada semana, conforme preparo, y estudio, y oro y medito. Pero las verdades que están en estas dos secciones,en particular de la Escritura, cautivan el corazón a tal grado que le confieso que este ha sido un gozo especial y una bendición muy especial en mi propia vida.

Y le doy gracias a Dios por cada aventura nueva, cada ocasión nueva de abrir la Palabra. Y también le agradezco porque en este punto en mi vida, sea lo que sea que pueda pasar en el futuro de mi vida, todavía estoy en el proceso de descubrir las cosas de la Palabra de Dios conforme llego a nuevos capítulos y veo capítulos antiguos en nuevas maneras. Y parece como si después de todos los años que han pasado, usted en cierta manera podría llegar al punto en el que entiende todo, y usted realmente nunca llega a ese punto, porque el Señor abre las riquezas de Su Palabra una y otra vez. Y ha sido un tiempo tan maravilloso, maravilloso para mí, y espero que también para usted.

Bueno, eso nos lleva a Mateo 18 esta mañana y lo aliento a que abra su Biblia. Estamos viendo la sección final de este capítulo, versículos 21 al 35. El título que le dimos al capítulo entero es: La Semejanza Del Creyente a un Niño. La Semejanza Del Creyente a un Niño. El Señor, claro, reúne a Sus discípulos en torno a Él en una casa en Capernaúm, y toma un pequeño infante en Sus brazos y usa al pequeño infante como una ilustración de verdad espiritual. Él dice que espiritualmente somos como niños pequeños. Los discípulos lo eran y nosotros lo somos. Y como niños pequeños, hay ciertas cosas que necesitamos entender.

En primer lugar, entramos al Reino como niños pequeños. Después, debemos ser protegidos como niños pequeños, debemos ser cuidados como niños pequeños, debemos ser disciplinados como niños pequeños. Y después de nuestro texto, versículos 20 al 35, debemos ser perdonados como niños pequeños. Así como los niños necesitan perdón frecuente, también nosotros. Y así como en una familia, usted tiende a perdonar los fracasos de un niño debido a su juventud e ignorancia, así también debe perdonar a otros de la misma manera en la familia de Dios.

Entonces, estamos aprendiendo del perdón. Estamos aprendiendo de la importancia de perdonarnos unos a otros, de no vengarnos, de no amargarnos, de liberarnos de la esclavitud de ese tipo de cosas para que perdonemos como hemos sido perdonados.

Ahora, entramos a eso en cierto detalle la última vez, y espero que el Espíritu de Dios haya dejado suficiente de ese mensaje en su mente para que pueda ligarlo rápidamente con lo que vamos a ver el día de hoy. Comenzamos la semana pasada con lo que llamamos la pregunta del perdón en el versículo 21: “Entonces vino Pedro a Él, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿Siete veces?”. Y recuerde que le mencioné que Pedro en cierta manera estaba rebotando de la tradición judía cuando dijo: “Perdónalo tres veces, y eso es todo. Y la cuarta vez, no lo vuelves a perdonar”. Y Pedro, sintiendo la magnanimidad de corazón del Señor, y la generosidad, y la misericordia, y la ternura y la gracia de nuestro Señor, quiso decir: “Bueno, ¿vamos más allá de ese Señor, como hasta siete veces? ¿Nos perdonamos unos a otros siete veces?”.

Ahora, esa fue la pregunta del perdón. La extensión del perdón, nuestro segundo punto, viene en el versículo 22 y la respuesta del Señor. Jesús le dijo: “Te digo, no hasta siete, sino hasta 70 veces siete”. Esa es la extensión en lo que el Señor está diciendo. Y como vimos la semana pasada, no hay límite para tu perdón, no hay límites para tu perdón. Sigues perdonando. Lucas dijo que, si peca contra ti siete veces al día, lo perdonas.

Entonces debemos perdonarnos unos a otros, una y otra, y otra, y otra vez, de nuevo, de manera interminable, sin límites. Debemos estar involucrados en el perdón de unos a otros, lo cual nace del amor y ternura, y misericordia, y gracia que deberían ser nuestros, porque entendemos cuánto Dios nos ha perdonado, ¿verdad? Y ese fue el significado de Efesios 4:32, que debemos perdonarnos unos a otros, así como Dios por causa de Cristo nos ha perdonado. Así como Dios nos perdona continuamente, sin importar cuál sea nuestro pecado en Su gracia, también debemos perdonarnos continuamente unos a otros cuando pecan contra nosotros.

También vimos el efecto del perdón la última vez, es el tercer punto en nuestro pequeño bosquejo, y dijimos viendo en Mateo, capítulo 6, que el efecto del perdón, esto es, cuando usted perdona a otros, usted también será perdonado. Ahora, es importante que usted entienda el significado de eso. Usted sabe que el Señor dice en esa oración: “Perdónanos nuestras deudas, como también hemos perdonado a otros”. Después, Él dice: “Si no perdonan a otros, no los voy a perdonar ustedes cuando usted no perdona a alguien más”. La Biblia dice que Dios no lo perdona a usted en el sentido de relación. Entonces, tiene un pecado que levanta una barrera entre usted y Dios. Y mientras que esa barrera exista, dos cosas ocurren: Una, usted no experimenta el gozo de la comunión con Dios. Dos, usted experimenta la disciplina de Dios. Y entonces, hay un efecto sobre el creyente en este asunto del perdón. Entonces, la pregunta llevó a la extensión del perdón, el efecto del perdón también lo vimos.

Ahora, veamos el ejemplo del perdón. Y este es el último punto y toma el resto del capítulo. Nos va a tomar dos semanas para cubrirlo, porque es un pasaje más bien largo. Es una parábola y me gustaría leérsela para comenzar. Entonces, siga en el versículo 23, creo que usted va a entender el mensaje de manera más bien rápida.

“Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía 10,000 talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía para que se le pagase la deuda. Entonces, aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Y el señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló uno de sus consiervos que le debía 100 denarios, y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.

“Entonces, su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue, y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces, su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.

Ahora, ese es un principio muy directo, muy claro, muy obvio. Y vamos a verlo desarrollado tanto este día del Señor como en el próximo mensaje, el cual será dos semanas a partir de hoy. Hay cierta dureza en esta parábola. De hecho, hay tal severidad en la actitud del rey en el versículo 34 y en la aplicación en el versículo 35, que muchas personas han estudiado la parábola y concluido que no podría estar hablando de cristianos. Porque, ¿cómo podría el Señor enojarse con cristianos? ¿Y cómo podría Él entregar a cristianos a verdugos? ¿Cómo podría Él hacerlos pagar? Simplemente, no puede aplicarse a cristianos, dicen.

Bueno, permítame decirle desde el principio para que usted no esté en la oscuridad que creo que se aplica a cristianos. Y conforme avanzamos a lo largo de la parábola, versículo a versículo, señalaré en cada punto en dónde y por qué creo que es verdad que esto se refiere a cristianos; si usted no perdona a otros, usted no será perdonado; y si usted no perdona a otros, si usted no es perdonado, entonces se coloca en la posición en la que experimenta dos cosas: No conocerá el gozo de la comunión con el Señor y conocerá la disciplina del Señor. Y no veo problema con ver lo que sucede al fin de esta parábola, como la disciplina que viene a un cristiano que está pecando. Y veremos eso conforme avanzamos.

No nos debe sorprender que el Señor es duro, y firme y fuerte al tratar con los Suyos, porque eso es parte de cómo Él nos conforma al estándar santo de Su voluntad revelada. Eso no nos debe sorprender. También sabemos de manera muy clara, a partir del capítulo 12 de Hebreos, que el Señor disciplina a los Suyos. Él los azota. Incluso en la terminología, es algo paralela a la idea de los verdugos en el versículo 34.

Pero el concepto clave, por lo menos para que comencemos, es regresar al versículo 23 y veamos cómo comienza la parábola. Comienza con la frase “por lo cual”. Y esa frase la une con el pasaje previo, y el pasaje previo trata de un cristiano perdonando a otro cristiano. Todo trata de mi hermano, versículo 21, pecando contra mí, mi actitud hacia mi hermano y mi perdón hacia mi hermano. Todo trata de mi hermano, mi hermana, que peca en la comunión y necesita ser restaurado y perdonado. Y la parábola está edificada sobre ese principio. Y entonces, pienso que por lo cual se presta bien a un entendimiento de que esto, aunque es un principio general, con toda certeza que podría ser aplicado de manera amplia, primordialmente en referencia, es para aquellos dentro de la familia de Dios que necesitan entender la importancia del perdón.

Es una parábola muy impactante, es dramática, es poderosa, es potente y su verdad es absolutamente irresistible. Solo será cuestión de que escogemos o no obedecer su aplicación. Ahora, habiendo dicho eso, veamos la parábola en el versículo 23: “Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos”. Ahora, al Señor le gusta hablar de Su reino en términos de parábolas, son historias veladas, historias tomadas de la vida diaria común y corriente, que llevan un significado espiritual, y el Señor hace esto con frecuencia. Y con frecuencia, Él dice que el reino de los cielos es semejante a esto.

El reino del cielo, y no quiero pasar mucho tiempo definiéndolo, simplemente es la esfera del gobierno de Dios sobre la tierra mediante la gracia y la salvación. La dimensión del gobierno de Dios. Estamos en ese reino. Los que amamos a Cristo estamos bajo Su control, bajo Su poder. Hemos sido transferidos del reino de la oscuridad al reino de Su amado Hijo. “Mi reino”, Él está diciendo, “Es así, la esfera de mi gobierno en la tierra, mediante la gracia y la salvación. Es así. Así es en mi reino”. Y de nuevo, creo que eso se presta, aunque con mucha frecuencia en Mateo, el reino es más amplio que la gente real en el reino y no incluye a aquellos que superficialmente se apegan.

Creo que en este contexto está hablando a los discípulos. Él está hablando del reino en el sentido más verdadero. “La gente que está en mi reino necesita entender que mi reino es así”. Ahora, el personaje principal es cierto Rey. En algún punto en su margen escriba que esa es una referencia a Dios, y es la primera parábola dada en el Nuevo Testamento en la que Dios es comparado un rey. Dios es el Rey en esta parábola, obviamente. Y este cierto Rey había establecido cierto tiempo para hablar con sus siervos en cuentas – la palabra siervos, δοῦλος (doulos), esclavo. Ahora, esa palabra tiene que ver con un siervo que está en esclavitud a su amo. No necesariamente significa que él esté en cadenas, algunos de ellos pudieron haber estado en cadenas, algunos de ellos pudieron haber tenido libertades muy, muy limitadas, pero otros de los esclavos, los δοῦλος (doulos), habrían tenido libertad muy amplia y privilegio.

No obstante, estaban obligados al que estaba sobre ellos, fueran esclavos o siervos en casa con más libertad que un esclavo, o hubieran estado como en este caso, lo que usted habría llamado sátrapas. Esto es, eran gobernadores provinciales que servían al rey al gobernar ciertas áreas de su reino, ciertas provincias. Y su responsabilidad consistía en reportarle al rey; gobernaban en nombre de él, primordialmente eso se reducía a recolectar impuestos, los cuales entonces debían ser entregados al rey para el apoyo del reino entero y para el tesoro real. Entonces, el término aquí no es en el sentido normal el δοῦλος (doulos) de casa o el esclavo δοῦλος (doulos), sino este gobernante provincial a quien se le ha asignado un área de dominio y gobierna, por así decirlo, bajo el rey mismo, para recaudar de esa parte del reino y devolverle al rey lo que le pertenece en una manera legítima a él.

Ahora, quiero decirle que estos tienen que ver con hombres en general. Esto es, cuando Dios creó al hombre y lo colocó en la tierra, le dio dominio sobre la tierra, hizo del hombre un administrador de todo lo que posee, y eso es hombre en general, sea que conoce a Cristo o no. A los hombres se les ha encomendado un tesoro por Dios, su vida misma y aliento es un regalo de Dios. Él es el que es dueño de eso. Todo lo que posee le pertenece a Dios, todo el dinero que tienen le pertenece a Dios. Es Dios quien les da el poder para conseguir riqueza. Todo el talento que tienen realmente es un talento dado por Dios, toda la capacidad y el potencial que tienen ha sido depositado en ellos y sobre ellos por Dios mismo, de tal manera que todo hombre vive en el mundo, incluso antes de que conozca a Dios con una administración encomendada a él por Dios, quien lo creó como es, en donde está, con la responsabilidad que tiene con el tesoro encomendado a su cuidado.

Entonces, veo esto como el rey que tiene a todas estas personas a quienes se les ha encomendado ciertos bienes, de hecho, le pertenecen al rey y a quienes le deben cuentas por su uso de eso que se les ha encomendado. Y esa es la razón por la que en el versículo 23 dice que él quiso hacer cuentas. Ahora, no veo esto como la rendición de cuentas definitiva. Veo esto quizás como una rendición de cuentas anual, algún periodo de tiempo cuando el rey quiere llevar a cabo un inventario, quizás cada año, o quizás en años alternos, incluso cada seis meses, estos gobernantes provinciales tenían que traerle todos los impuestos que habían recaudado, tenían que mostrarle de dónde salieron los impuestos, tenían que darle al rey y a su reino en el tesoro real el porcentaje apropiado y guardar para ellos su propia operación, lo que era legítimamente de ellos.

Entonces, había una rendición de cuentas periódica, y lo que vemos en el pasaje es que Dios llama a los hombres a una rendición de cuentas periódica. No es necesariamente la rendición de cuentas del gran juicio del trono blanco, el cual es el juicio final, sino que es la rendición de cuentas de un tiempo de gran convicción cuando los hombres son llamados para enfrentar a Dios por lo que están haciendo con su vida. Y ese es el corazón de la interpretación de los primeros versículos de la parábola.

Dios llama a los hombres a rendir cuentas por sus vidas. Para algunas personas, eso podría estar pasando hoy día en este servicio aquí por primera vez o por la vez número 100, pero periódicamente a lo largo del flujo de la vida, conforme los hombres poseen en sus manos la administración de las cosas que Dios posee, son llamados a rendir cuentas por su vida, y habrán muchas ocasiones como esa antes del veredicto del juicio final en el gran trono blanco.

Romanos, capítulo 1, dice que Dios ha depositado en el hombre el conocimiento de Sí mismo, que Dios le ha dado al hombre en el ambiente que lo rodea suficiente información para que pueda seguir el camino al conocimiento de Dios, que Dios le ha dado al hombre la capacidad intelectual de entender y razonar y ver la verdad, que Dios le ha presentado la Palabra revelada, al Espíritu Santo. En otras palabras, Dios le ha dado un tesoro a los hombres para que perciban que es de Él y deben seguir esa percepción al entendimiento pleno de quién es Él y lo que Él quiere. Y Dios periódicamente llama a los hombres a una rendición de cuentas como esa. Usted podría ver el mismo concepto aquí en Juan 16, cuando dice que el Espíritu Santo ha venido a convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Es el ministerio del Espíritu Santo periódicamente a discreción de la soberanía de Dios, llamar a los hombres a rendir cuentas de convicción.

Usted ha estado ahí en uno de esos puntos. Si usted es cristiano, usted vino a Jesucristo. Usted fue llamado a rendir cuentas. Alguien predicó un sermón, alguien lo confrontó a usted con la pecaminosidad del pecado, alguien le mostró a usted la ley de Dios y cuán miserablemente corto quedó usted de cumplirla, alguien le demostró a usted que había violado la ley de Dios. Y usted vio su corazón y por la obra convencedora del Espíritu y la Palabra de Dios, usted vio que era así, y usted se vio por lo que es –un pecador, y vino por la gracia de la salvación.

Y quizás, para algunos de ustedes esa convicción fue incrementada por una enfermedad física o fue incrementada por la muerte de alguien a quien usted ama mucho o la pérdida de un trabajo, una experiencia dolorosa. Pero Dios llama a los hombres a rendir cuentas de esa manera, en donde en circunstancias alarmantes o una verdad alarmante o una culpabilidad alarmante o penetrante o despertando la conciencia, los hombres que parecían estar dormidos ante todos, de pronto son alertados a la pecaminosidad de su pecado. Y algunas veces, Él trae circunstancias severas para incrementar esa conciencia intensa.

Conforme estudiamos esta noche Romanos, capítulo 7, vamos a ver que eso es exactamente lo que le pasó al apóstol Pablo. Él iba por su vida y parecía que todo iba bien. Y de pronto, Dios lo tomó en el camino a Damasco, lo dejó en el suelo, lo cegó y lo llamó a rendir cuentas. Y yo creo que fue en ese mismo intervalo de su vida que Romanos, capítulo 7, se volvió una realidad para él, y él vio su vida, y él vio la pecaminosidad excesiva de su pecado. Él, en cierta manera, había vivido en soberbia pensando que él podía guardar la ley por sí mismo, sin duda alguna, bajo cierto tipo de convicción, sin duda alguna, queriendo ser bueno y agradar a Dios, pero sin entender la pecaminosidad excesiva del pecado, hasta que fue golpeado ahí en el suelo, cegado y enfrentó la realidad del hecho de que su pecado no solo era algo que usted hace o no hace por fuera, sino que el pecado es algo que hervía en la naturaleza misma del alma misma. Y cuando él vio la pecaminosidad del pecado, él tuvo una respuesta correcta. No toda la gente la tuvo.

El joven rico fue confrontado por Jesucristo. Él también pensó que el pecado solo era un asunto externo de lo que usted hacía o no hacía. Y cuando se le preguntó si guardaba la ley, él dijo: “Todas esas cosas he hecho desde mi juventud”, y el Señor lo confrontó al decir: “No es lo que haces o no haces, es lo que está en ti. Y lo que veo en ti es avaricia, y lo que te voy a decir es que vendas todo lo que tienes y des el dinero a los pobres”. Y el hombre se fue. ¿Por qué? Si él fue convencido, él rechazó la convicción. Él rindió cuentas ese día, pero rechazó la rendición de cuentas. A él se le dijo que era avaro en el corazón y que el problema de pecado no era algo por fuera, era algo en la profundidad de su interior. Y en el momento de su rendición de cuentas, él le dio la espalda a Dios y se fue.

Pablo, por otro lado, fue llamado a rendir cuentas y él vio la ley de la avaricia, él vio la ley de la codicia, él vio la ley del deseo malo; nada más que en lugar de darse la vuelta e irse, abrazó al Salvador, quien solo Él podía librarlo de su pecado, y él fue redimido. Pero todos los hombres llegan a ese mismo punto de rendir cuentas. Y podría suceder una y otra vez, y podría ser rechazado una y otra vez. Y para todos nosotros que conocemos a Cristo, en un momento fue aceptado y entramos en la vida eterna.

Y entonces, lo que tenemos aquí es Dios llamando a los hombres a rendir cuentas de la convicción de pecado. Y simplemente para ayudarle a saber cuán pecaminoso es el pecado, vea el versículo 24: “Y cuando él comenzó a hacer cuentas, uno le fue traído que le debía 10,000 talentos”. Es el tiempo de convicción de pecado. Y uno es traído -porque estas personas no vienen voluntariamente. Normalmente, vienen pateando y gritando, no vienen voluntariamente. Nunca habría venido si no hubiera sido llamado, ¿por qué querría ser descubierto como un ladrón? Él nunca se habría aparecido, pero él fue traído, y la deuda que él debía eran 10.000 talentos.

Ahora, se vuelve casi simpático cuando usted lee esto y usted lee el trasfondo y demás, conforme la gente trata de entender cuánto era esto, porque de una nación a otra, y de un período de tiempo al otro, y de un punto en la historia a otro, los valores cambian tanto. Lo único que podemos decir es que esto fue mucho. Mucho. Y los números comparativos podrían ayudar. Este gobernante de la provincia en la parábola debía 10,000 talentos. Como una comparación fascinante, a usted quizás le interesará saber que, en el mismo período de tiempo, ahí en la vida de Jesús, alrededor del mismo tiempo, la cantidad total recaudada por el gobierno romano de Idumea y Judea y Samaria, la cantidad total fueron 600 talentos, la cantidad total recaudada de Galilea fueron 300 talentos. Entonces, si este hombre había recaudado y se había robado y desperdiciando 10,000 talentos, este es un número astronómico. Si es tomado simplemente como un hecho de que, de hecho, fueron 10,000.

Usted quizá deba saber que cuando el tabernáculo fue construido, el Señor les dijo: “Quiero que cubran todos estos elementos en oro”. Usted sabe, el arca del pacto y muchas otras cosas tenían que ser cubiertas de oro. Usted debe recordar e imaginar todo ese oro preciado que cubrió todos esos factores en el tabernáculo. Y si usted tiene curiosidad de eso, nos dice en Éxodo 38:24 que fueron 29 talentos de oro. Y después, cuando el templo fue construido, habían 3,000 y todo el lugar estaba cubierto en oro. Y esos solos fueron 3,000. Diez mil talentos es astronómico. La gente ha estimado en algún punto entre 16 millones a 2,000 millones y cualquier punto entre estas dos cifras. Otras comparaciones podrían ayudar. La reina de Seba vino a visitar a Salomón una vez y quería darle un regalo que era apropiado con su riqueza, y entonces, le dio 120 talentos, 1 Reyes 10:10. El rey de Asiria le dio 30 talentos de oro a Ezequías como una cantidad magnánima.

Ahora, ¿de qué está hablando esto? ¿Quieres saber de qué está hablando? Pecado. El pecado es la deuda, 10,000 es la cantidad. Pero permítame llevarlo en un pequeño viaje en su mente. En Daniel, capítulo 7, versículo 10, leemos esto, y esta es una visión del Hijo del Hombre glorioso viniendo en Su segunda venida y observe lo que dice: “Vino un río de fuego”, Daniel 7:10, “y vino delante de Él”, esto es, delante del trono de Dios, aquí viene, “Miles de miles le ministraban y decenas de miles por decenas de miles estaban delante de Él”, ¿a qué se refiere eso? Ángeles. Diez mil veces 10,000.

Ahora, vaya a Apocalipsis, capítulo 5, versículo 11: “Y yo vi y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y las criaturas vivientes y los ancianos”, ¿cuántas? “Y el número fue (¿qué?) 10,000 veces 10,000 y miles de miles”. Ahora, usted lo encuentra en el Antiguo Testamento, lo encuentra en el Nuevo Testamento, por cierto, encontrará usos así de los miles y las decenas de miles en el Cantar de Cantares 5, en Ezequiel 45, creo que también Ezequiel 48, lo encuentra en un par de lugares en 1 Corintios también. Permítame decirle algo. El término más grande, el término numérico más grande en el idioma griego, es ese término 10,000, es el término μυρίων (muriōn). Entonces, cuando usaron el término μυρίων (muriōn), no siempre es un término técnico, de tal manera que cuando usted está viendo ángeles y dice millones y millones de decenas de miles por 10,000, debe usted multiplicar 10,000 veces 10,000, y usted sabe exactamente cuántos ángeles hay.

Simplemente, significa muchísimos millones de millones. Es el término más alto que podría ser usado. Es como si nosotros dijéramos: “Le debía al rey millones y millones”. Es simplemente un término que casi nos lleva más allá de lo que se puede contar. Y yo veo en ese sentido en lugar de un sentido técnico de exactamente 10,000 talentos, lo que está diciendo es que debía millones, debía una deuda inestimable, incalculable, más allá de cualquier capacidad de pagar, más allá de cualquier capacidad incluso de calcular.

Ahora, piense conmigo en esto, porque esto realmente es una verdad profunda. Este es nuestro pecado, de eso está hablando. Somos traídos delante de Dios en un momento de convicción, y enfrentamos el hecho de que nuestro pecado es inestimable, es incalculable, ni siquiera puede ser contado, ni siquiera puede ser contado en su volumen. La suma de nuestro pecado va más allá de la comprensión. Ahora, eso es lo que sucede, y eso es lo que Dios quiere que suceda cuando usted llega a ser convencido por el poder del Espíritu mediante la Palabra de Dios, cuando una persona llega al tiempo de rendir cuentas ante Dios, es para que vea la pecaminosidad absoluta del pecado.

Y estamos de regreso a Romanos 7. De nuevo, Pablo dice: “Cuando vi lo que realmente era. Cuando vi la ley de Dios y vi mi pecado”, dice en el 7:13: “Vi la pecaminosidad absoluta del pecado o la pecaminosidad excesiva del pecado”. Y ese es un elemento crítico al traer a alguien a la salvación verdadera. Cada uno de nosotros debe ser llevado al punto en el que vemos esta montaña de pecado incalculable. No nos sorprende mucho cuando Job fue llevado ahí, que dijo: “Me aborrezco a mí mismo”. No es muy sorprendente cuando Esdras fue llevado ahí, y él dijo: “Oh, Dios mío, me avergüenzo y me avergüenzo ante ti, Dios mío”, y su rostro estaba en el suelo, “porque nuestras iniquidades se han incrementado sobre nuestra cabeza, y nuestras transgresiones hasta el cielo han llegado”.

Es el mismo tipo de actitud que encontramos en el corazón de David, quien, aunque era un hombre conforme al corazón de Dios, oró con un rostro lleno de lágrimas: “Oh Señor, por causa de ti perdona mi iniquidad”. Como puede ver, nuestro pecado es una deuda, y es una deuda que va más allá del cálculo. Es tan grande que ni siquiera podemos calcularla, mucho menos pagarla. Ahora, observe el versículo 25 y vea lo que pasó: “Entonces, el hombre fue llevado a rendir cuentas”. A este como no pudo pagar. Ahora esta es la peor circunstancia imaginable. Su señor le mandó que fuera vendido, y a su mujer e hijos y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Ahora, esto simplemente es castigo. Este es una deuda real. No es una artificial. La parábola indica que el hombre había robado el dinero del rey. Él ni siquiera tenía nada de ese dinero para pagar. No había manera de recuperarlo. El castigo es muy severo. Muy severo. Vende al hombre a la esclavitud, vende a su esposa como esclava, vende a todos sus hijos en la esclavitud, consigue lo que puede, vende su casa y todo lo que tiene. Consigue lo que puedas y vamos a tomar eso y aplicarlo hacia la deuda, la cual no se puede pagar de manera plena, pero simplemente, vamos a sacar lo que podamos de él. No se hace ninguna queja, por cierto, porque es justo. No hay queja.

Este hombre no se ha quejado, él no ruega por justicia. Esto es justicia. Esto incluso es mejor que la justicia, porque la deuda no puede ser pagada. Ahora, este tipo de situación de retrato es muy interesante y es algo único. En Israel, no encontramos este tipo de situación como algo común en Israel. Hay algunos lugares en el Antiguo Testamento en donde hubo circunstancias especiales en las que una persona podía ser vendida en el servicio de otra para pagar una deuda, pero esta era la manera primordialmente en la que el mundo pagano operaba y la gente adentro y fuera de Israel, que no era parte de la nación de Israel, estaría muy familiarizada con este tipo de situación.

Entonces, los judíos también, porque habían visto a los paganos hacer esto. Si usted no podía pagar una deuda, instantáneamente se volvió un esclavo y usted pagaba su deuda; al trabajar lo que podía, su esposa se volvía una esclava y todos sus hijos se volvían esclavos, y todo lo que usted poseyera era vendido y se convertía en efectivo para aquel a quien usted le debía. Eso no era algo raro. En cierta manera, era como una especie de situación en la que, debido a que el hombre había sido defraudado, él tenía el derecho de reclamar lo que él podía.

Creo que, si tuviéramos leyes así en la actualidad, podría afectar algunas de las cosas que son hechas en nuestra sociedad, donde la gente es mucho más libre con la ley de bancarrota de lo que serían, si supieran que tendrían que ir todos a trabajar para aquel a quien le deben. Podría ser una buena estrategia, podría ayudarnos a evitar excedernos en nuestro crédito. Ahora, mantenga en mente que la deuda nunca realmente podía ser pagada. Y si usted se pregunta qué significa esto, permítame decirle lo que creo a qué se está refiriendo aquí. Creo que este es un retrato del infierno. Es correcto. Creo que el versículo 25 está hablando del infierno en las implicaciones espirituales. ¿A qué otro lugar son enviados los hombres a pagar por su pecado? ¿A qué otro lugar va la gente como un castigo por la deuda que le deben a Dios? Esto está hablando del infierno. Está hablando del infierno eterno.

Ahora, escuche con mucho cuidado, y usted va a aprender algo del infierno. La gente va al infierno a pagar por sus pecados. Pero una cosa que usted necesita saber es que toda la eternidad en el infierno, aun así, no va a pagar por sus pecados, simplemente van ahí para pagar lo que podría ser pagado al pasar toda la eternidad ahí, lo cual nunca podría ser pagado de manera completa.

Lo que la parábola está diciendo es que la deuda es impagable. Es tan vasta que nunca podría ser pagada. Usted nunca podrá recuperar lo que fue perdido. La gloria robada de Dios nunca podría ser devuelta a Dios. No hay manera en la que los hombres, estando siempre por toda la eternidad en el infierno, podrían pagar la deuda, pero van a pasar toda la eternidad ahí, pagando lo más que puedan, de cualquier manera.

Y el hecho triste es que los hombres que han pasado eternidades en el infierno no estarán mejor por su pago de lo que estaban cuando comenzaron, entonces no estarán más aptos para el cielo al final de ese tiempo en donde terminen que lo que habrían estado al principio cuando comenzaron. La deuda es impagable, pero van a pagar y todo lo que pueda sacarse de su incapacidad será sacado. Es una palabra muy fuerte aquí. Y cuando la gente es enviada al infierno, es justo porque Dios es un Dios justo que dice que el pecado es una deuda impagable, y voy a tomar del hombre todo lo que puedo sacar, aunque no pueda sacar todo de manera completa.

La bancarrota absoluta de todo hijo de Adán hace imposible que pague la deuda que le debe a Dios y su incapacidad para ser mejor por el castigo que sufra en el infierno significa que a lo largo de toda la eternidad nunca podrá serlo ni podrá estar en una mejor condición para el cielo de lo que él estuvo cuando fue enviado inicialmente al infierno. El retrato terrible. Y el rey no es un tirano. Él es un rey justo. De hecho, él ha sido misericordioso al no llamar este individuo a rendir cuentas mucho antes de lo que lo hizo.

¿Sabe usted que la vida en sí es un acto de misericordia? Usted podría haber sido enviado al infierno en cuanto nació, ¿verdad? Pero Dios ha sido misericordioso, y quizás Él lo ha llamado y convencido de pecado en su corazón, una, y otra, y otra y otra vez, y siempre usted ha rechazado. Y en últimas, cuando Él lo envíe a usted a pagar por el pecado al que usted quiso aferrarse, Él será un Dios justo.

Observe el versículo 26: “Entonces, aquel siervo”, ahora, tan pronto como oyó esto, él sabía que era el final. “Postrado le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo. Yo te lo pagaré todo”. Eso realmente es una especie de oración interesante. En primer lugar, él estaba en la posición correcta. Él cayó. Y fue algo devastador, él estaba quebrantado, creo que el hombre estaba devastado, creo que estaba totalmente despedazado. Digo, creo que estaba al fin de sus recursos. Él sabía lo que enfrentaba, él no podía pagar la deuda. Iba a perder su libertad. Él iba a estar en esclavitud permanente porque él podía trabajar su vida entera, como puede ver, y nunca acabar de pagarla. Así como el infierno, usted puede trabajar por toda la eternidad y nunca acabar de pagarla, entonces nunca se sale de ahí. Una vez que usted entra al servicio de ese hombre para pagar esa deuda, usted está en esclavitud hasta el final. Y él podía ver eso y no había manera de salir.

Él no pide justicia, él recibió justicia. Él no niega su pecado y lo admite. Él estaba postrado, quebrantado, postrado, inclinado, humilde, él estaba en la actitud correcta, la actitud en donde Dios quiere que los hombres estén cuando los convence de pecado, ¿verdad? Abrumado por su pecaminosidad, despedazado por la deuda de que él nunca podría pagar. Enfrentando una eternidad de incapacidad y sin alivio a la vista. Y sabiendo de manera plena que una vez que él entrara al servicio del rey, él nunca tendría la libertad de ganar el dinero para pagar la deuda de regreso. Y entonces, él no solo dice que se cayó, sino que se postró literalmente, eso es besar hacia adelante, viene de besar la mano, la rodilla, el pie del monarca de quien usted ruega misericordia.

Y entonces, él está rogando por misericordia, él está admitiendo su pecado, lo está quebrantando; él es humilde, él está en el lugar mismo donde Dios quiere a todo hombre en su rostro, en el polvo, como el publicano golpeándose el pecho, diciendo: “Señor, sé propicio a mí, pecador”. Ve una deuda que no puedo pagar, ve una montaña de pecado que nunca puede ser eliminada. Enfrenta una eternidad de infierno y una eternidad de infierno de incapacidad. Y entonces, él es un hombre quebrantado. Y como tantos hombres quebrantados, él realmente no entiende todo, y entonces, él dice: “Ten paciencia conmigo”. Él ruega por compasión, por la paciencia del Señor. Porque el Señor simplemente espere y le dé una oportunidad, y él mejorará. ¿Lo ve? “Yo te lo pagaré todo. Voy a hacer las cosas mejor”. Dice usted: “Sí, pero no puedes pagarlo”. Y lo sabe. Seguro, pero este es un momento muy emotivo, hombre. Él va a pensar en alguna manera de hacerlo.

Ahora, esto es como personas que están bajo convicción de pecado. La primera respuesta que viene a ellos cuando son vencidos por la culpabilidad, cuando son confrontados con la pecaminosidad del pecado, es que tengo que corregir mi vida, tengo que mejorar mi vida, tengo que deshacerme de la culpabilidad; creo que puedo ser una mejor persona. Quiero darle la vuelta a la página, quiero hacer algunas resoluciones, quiero en cierta manera moralizarme y reformarme. Él ha admitido su pecado. Él ha visto lo perdido que está, y él realmente no entiende cómo la deuda puede llegar a ser pagada.

Y entonces, él simplemente dice: “Simplemente, dame una oportunidad, haré mi mejor esfuerzo”. Y él es como personas que en medio de sus convicciones buscan ser religiosas. Eso no es raro. Quieren ser mejores. Y antes de que sepan que pueden venir a Cristo y recibir un regalo de Él, normalmente quieren mejorarse a sí mismos. ¿Lo entiende? Todo eso es parte de ese mismo tipo de proceso. Esto, en cierta manera, es una convicción pre-salvación. Pero él tiene una actitud de bienaventuranza. Él es humillado, él es quebrantado, él clama por misericordia, él ve lo enorme que es su pecado, y él sabe que el rey es el rey y tiene control.

Y él dice: “Ten paciencia conmigo. Solo muéstrame un poco de paciencia y haré todo lo que puedo para pagártelo. Quiero que esté bien”. Él está diciendo: “Quiero ser diferente. Lamento lo que hice”. La actitud de corazón es correcta. Todo está ahí. Nada más que no entiende la gracia del perdón aún. Entonces, el Señor lo tiene ahí donde lo quiere. Martín Lutero escribió de este pasaje estas verdades profundas. Antes de que el rey lo trajera a rendir cuentas, él no tenía conciencia, no siente la deuda. Habría seguido incrementando con su deuda y no se habría preocupado por ella, pero ahora que el rey lo llama cuentas, comienza a sentir la deuda.

Y así es con nosotros. La mayor parte no se preocupa por el pecado, pero sigue con seguridad, no teme la ira de Dios. Personas así no pueden venir al perdón de pecado, porque no han llegado a reconocer que tienen pecados. Dicen que, de hecho, con la boca tienen pecado, pero si lo tomaran en serio, hablarían de otra manera. Este siervo también dice ante el rey cuando lo llama: “Tanto le debo a mi señor, esto es, 10,000 talentos”, pero él sigue y se ríe. Pero ahora, que ha sido llamado a cuentas, su señor ordena a su esposa y sus hijos y todo lo que sea vendido; y ahora, lo siente.

Y así también nosotros sentimos cuando nuestros pecados son revelados en el corazón, cuando el registro de nuestras deudas es presentado ante nosotros. Y entonces, la risa se detiene. Y entonces, exclamamos: “Soy el hombre más miserable. No hay alguien tan desafortunado como yo sobre la tierra. Dicho conocimiento hace que un hombre sea realmente humilde. Lleva a cabo la contrición de tal manera que uno puede llegar al perdón de pecados”. Fin de la cita. Ahora, como el hombre que es convencido de pecado, él ve su pecado, él clama por misericordia y él no se da cuenta de manera plena que no puede hacer lo que piensa que necesita ser hecho, y entonces está en una situación terrible.

El poder convincente de la ley de Dios lo ha aplastado y despedazado. Él clama por paciencia. Y quiero que observe que el rey no hace comentario alguno de la imposibilidad total de lo que dice en el versículo 26, él no dice: “¡Oh, hombre torpe! ¿No puedes pagar? Necio”. Él no dice eso, eso es obvio. ¿Qué dice? Me encanta esto. Porque he estado ahí y también usted. Versículo 27: “El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda”. ¡Oh, qué maravilloso! ¡Oh, la gracia de ese versículo! Escríbalo en algún lugar en su Biblia: Gracia. ¡Oh, la gracia de ese versículo! Usted sabe, yo conozco a algunas personas, alguien les debe un par de mil de dólares y están como locos. Y él perdonó una deuda absolutamente incomprensible en un momento motivado por compasión hacia el deudor. Él lo soltó.

¿Qué quiere decir eso? Lo liberó de la obligación, lo liberó de la deuda. ¿Por qué hizo eso? Fue movido, ¿a qué?, a misericordia. ¿De dónde viene la misericordia o la compasión? Viene del amor. Este hombre resultó amar a ese siervo como Dios ama a todos los hombres. Y cuando lo vio en una situación en la que no había remedio, no cambió su amor, y aunque la deuda fue en contra de él, y aunque él había sido violado, y aunque su reino había sido robado, y aunque él había sido objeto personal del pecado de una manera que va más allá de lo que jamás usted ha soñado, aun así, lo perdonó. ¡Oh, la magnanimidad del perdón de Dios! Y observe el toque maravilloso al final del versículo 27: Lo perdonó. Y el griego dice: “El préstamo”.

¿El préstamo? ¿Qué quieres decir con el préstamo? Bueno. El rey es tan tierno de corazón que lo considera como un préstamo en lugar de una deuda robada. Él canceló el préstamo, él liberó la obligación. Dice usted: “Bueno, ¿qué hizo el hombre para merecer eso?”. Él no hizo nada. Pero ¿sabe usted cómo consigue el perdón de Dios? ¿Sabe usted cómo recibe el perdón de Dios? Bueno, usted viene a Dios con un corazón quebrantado por su pecaminosidad total, sabiendo que usted nunca podría pagar la deuda, clamando a Dios por misericordia y paciencia en una situación miserable, y enfrentando juicio eterno y diciendo: “Señor, por favor”. Y en medio de ese quebrantamiento, Dios viene en Su gracia tierna, perdonadora y misericordia, y le perdona la deuda.

Ahora, todo lo que se podía decir acerca de la salvación no es dicho aquí. Pero en cierta manera, hay algo maravilloso que se dice aquí que quizás no habría sido dicho en muchos otros lugares en la Biblia. Y entonces, es una parábola maravillosa, maravillosa. Creo que el momento en el que el pecador reconoce su pecado, el momento en el que viene al único que puede enfrentar ese pecado, el momento en el que él confiesa ese pecado y se arrepiente de ese pecado, y admite ese pecado, y adora a Dios, el único que puede perdonar ese pecado, el momento en el que hace eso y el momento en el que tiene hambre en su corazón por alguna manera de pagar ese pecado de regreso, ahí es cuando Dios entra con el perdón hecho disponible en Jesucristo, quien ya pagó la deuda de cualquier manera.

Y en ese sentido, Dios absorbió la pérdida en Su propia cuenta. Y entonces, Dios es como José o José es como Dios, él llama a sus hermanos y él simplemente les habla de la culpabilidad de ellos, ¿se acuerda de la historia? Hasta que están devastados por la culpabilidad y después, él se revela a sí mismo y les da gracia. Y así es en la salvación. Dios viene primero como un fuego. Primero, agitando la pecaminosidad del pecado, primero llevando a la gente a rendir cuentas en donde enfrentan la pecaminosidad absoluta del pecado.

Dios va a perdonar, pero Él también quiere que el pecador sepa qué y cuánto es perdonado. Y esa es la razón por la que Isaías dijo en primer lugar que tenía que venir ahora y “juntémonos, aunque sus pecados sean como la grana”, antes de que podamos hablar. “Bueno, hablemos de realmente lo mal que están. Razonemos acerca de su pecado”. Ahí es donde el evangelio comienza. El pecador debe saber que hay una montaña de pecado que nunca puede ser pagada por ese pecador antes de que él pueda llegar a ser arrojado en el mar profundo de la misericordia de Dios. Y debemos primero tener la sentencia de muerte en nosotros antes de que la Palabra de vida signifique algo para nosotros. Pero, ¡oh, cuán consolador es el momento en el que venimos con un corazón que busca la misericordia, que busca la misericordia! Entonces, el Padre perdona. Usted se ve ahí. Una salvación así debe hacer que nos regocijemos. Hemos escapado del infierno eterno. Se nos ha perdonado una deuda que nunca podíamos pagar.

Para llevar esto a una conclusión. Observe Lucas 15. Y quiero ilustrar esto con una historia conocida. Lucas 15. Y quiero comenzar a la mitad de la historia, es la historia del hijo pródigo. Él quería que su padre muriera, para ser honesto con usted. Él habría preferido que su padre muriera porque él quería la herencia, pero debido a que su padre no se acomodaba a él y moría, él simplemente fue y le dijo: “Dame lo que me debes. No puedo esperar a que mueras. Me lo llevo ahora”, y se lo llevó. Y lo dividió y se entregó a una vida de placer. Desperdició todo su dinero, terminó con cerdos, una tarea más bien baja para un niño judío noble. Versículo 17: “Él volvió en sí y dijo: ¿Cuántos trabajadores de mi padre tienen suficiente pan y le sobra y yo perezco aquí de hambre? Los siervos contratados de mi padre”, dijo él, “están mejor que yo”. ¿Sabe usted lo que es un siervo contratado? No un esclavo de casa, no un esclavo de familia. Un jornalero caminaba en la mañana, le daban un trabajo, lo pagaban y lo despedían al final del día, lo más bajo de lo bajo, no tenía parte en la vida familiar, simplemente un siervo contratado. Él dijo: “Está mejor que yo”.

“Voy a ir”, versículo 18, “me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”. Ahora, aquí encontramos un pecador contrito. Aquí él sabe, él ha sido quebrantado, él ha sido despedazado, él está enfrentando un día de rendición de cuentas; y él encontró su rendición de cuentas ahí con los cerdos y lo llevó ahí el Espíritu del Señor -llevó a cabo Su obra. Y mientras que él estaba ahí con los cerdos, él vio su propia vida y vio lo miserable que era su propia vida, y vio la deuda impagable que le debía al padre -y él sabía que no había manera de devolvérsela- y él sabía que se había llevado toda su herencia y se fue con ella y afrentó el amor de su padre también, quería que estuviera muerto y todas esas cosas que nunca podían ser devueltas. Él sabía eso y había desperdiciado todo, él no tenía nada con que pagarlo, él nunca podía devolverle al padre lo que le debía.

Y entonces, regresó y dijo: “Mira, simplemente me voy a ofrecer como un siervo contratado hasta el día que muera. Voy a tratar de trabajar o no voy a pedir nada. Ni siquiera quiero ser tratado como parte de la familia”, y él estaba diciendo esencialmente lo que este hombre en la parábola estaba diciendo en Mateo 18: “Voy a regresar y voy a hacer mi mejor esfuerzo por pagar trabajando”. Como puede ver, esa es la actitud del pecador. Él está aplastado por su pecado, él está despedazado por su pecaminosidad, él está quebrantado por ella, él sabe que tiene que pagarle una deuda a Dios que no puede pagar. Y él dice simplemente: “Voy a hacer lo que pueda por pagarla”. Y él se da cuenta de que el padre quizás va a dejar que sea un siervo contratado. Versículo 19: “Le diré: No soy digno de ser llamado tu hijo. Hazme como uno de tus jornaleros”.

El versículo 20 dice: “Se levantó y vino a su padre. Y cuando él estaba de lejos, su padre estaba viendo por el camino”, y probablemente había muchas personas en el camino, y quizás personas trabajando allí en los campos, quizás en la pequeña aldea que estaba ahí también. “Y a lo lejos”, el padre está viendo. Bueno, ¿qué está haciendo su padre? Él ha estado viendo por mucho tiempo, él ha estado viendo diariamente, él siempre ha estado viendo por ese camino porque él está esperando que ese hijo venga. Y él ve y lo ve a la distancia, y después él hace que simplemente no muestra decencia en absoluto. Él tuvo compasión. Dice usted: ¿Cómo podría tener compasión hacia un hijo tan miserable que lo quería muerto? ¿Quién es el padre en esta parábola? Es Dios. ¿Y quién es el niño miserable? El pecador.

Y después, el padre hizo esto y corrió. ¿Sabe usted lo que la palabra griega es? No es solo la palabra normal correr, él corrió a máxima velocidad. Ahora, usted sabe, había algo en ser un hombre mayor, un hombre noble. Usted caminaba de una manera lenta, en cierta manera digna, y en el este había mucha dignidad. ¿Alguna vez ha tratado de correr a máxima velocidad por un camino con una túnica tan larga como sus pies colgando ahí en el suelo? Usted no podía hacer eso.

¿Sabe usted lo que el padre debió haber hecho? Un escritor, leí un libro esta semana, dijo que el padre debió haber levantado su atuendo entero en sus brazos y de esta manera, expuso su ropa interior, lo cual era la vergüenza de todas las vergüenzas para un hombre. Y aquí, él está corriendo por el camino, mientras que todo el mundo está viendo y diciendo: “¿Qué está haciendo ese hombre loco corriendo así por el camino? Está avergonzándose a sí mismo, se está humillando a sí mismo buscando ese niño miserable de él”.

¿Ve usted a Dios ahí? ¿Ve usted a Dios, quien ve a lo largo del camino y ve al pecador que viene, que se humilla a sí mismo y abraza a ese pecador? ¿Ve usted a Dios viniendo al mundo en la forma de Jesucristo, por así decirlo, y levantando las túnicas de su esplendor real y mostrando, por así decirlo, su ropa interior en la humillación de Jesucristo conforme busca al pecador por el camino? Bueno, ¿qué sucede cuando se reúnen? Bueno, se arrojó a su cuello y comenzó a besarlo de manera tierna y repetida. La indicación del texto es una, y otra y otra vez. Él no sólo dijo, oh, escuche: “Si quieres un trabajo, podría llegar a un acuerdo”. No, él lo ve, se lo abraza tiernamente. ¿Y qué hace? Él dice: “Padre, he pecado contra el cielo a tus ojos, no soy más digno de ser llamado tu Hijo”. Y el padre dice: “Detén ese discurso, maten el becerro engordado, colóquenle un anillo en su dedo. Mi hijo está en casa”, y ese es el perdón de Dios. ¿Lo ve?

El pecador piensa: “Si tan solo me dejas trabajar”, y Dios lo abraza y lo hace un hijo. Ese es el evangelio. Eso es lo que Dios ha hecho por nosotros. Ahora escuche, si Dios lo ha perdonado usted así, ¿qué es lo que la parábola está diciendo? Están perdonándose unos a otros. ¿Y si no lo está haciendo? Esa es la altura de la maldad, que usted reciba tanto perdón y dé tan poco. Dios hace a un lado la magnitud de nuestro pecado, y aunque Él parece hablar en enojo y juicio, solo es para convencernos de pecado, para que nos muestre amor, compasión y gracia.

Es como en la naturaleza, dice Arno: “En donde los relámpagos en medio de la oscuridad horrenda y los truenos que rasgan los cielos son los preludios de la lluvia que desciende en la lluvia abundante en las partes del suelo sediento. O como en esa noche de la antigüedad, cuando un vistazo frágil y solo observado por el ojo del Salvador estaba luchando por la vida en una tormenta en el mar de Galilea. Y Jesús vino en la tempestad que agita el alma. Él está envuelto en el manto oscuro de la noche, Él avanza sobre las olas tormentosas y ahí, llenando el corazón turbado con una calma santa, Su voz es oída, diciendo: Soy yo, no temáis”.

Y me recuerda de la parábola maravillosa en Lucas 7, de la mujer que dice de esa mujer, ella perdona mucho porque ella fue ‑¿qué?‑ perdonada mucho. Y si se nos ha perdonado tanto, ¿cuánto debemos perdonar? Esa es la segunda mitad de la parábola. Ese es para la próxima vez.

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