Quiero invitarlo ahora a tomar su Biblia y abrirla en el capítulo 26 de Mateo. Conforme regresamos al texto del sufrimiento de nuestro Señor en el huerto de Getsemaní, un estudio que comenzamos el día del Señor pasado, y concluirá esta mañana.
Por muchos años han sido mi gozo y privilegio personales el llevar a cabo un estudio más bien intenso de la vida de Cristo. Puedo acordarme cuando era un alumno de seminario visitando una tienda de libros usados y comprando algunos volúmenes antiguos de la vida de Cristo y leyéndolos con emoción y gusto. En algún punto a lo largo del proceso el Señor implantó en mi corazón un deseo por conocer todos los detalles acerca del Salvador, por conocer todo lo que podía conocer acerca de cómo era Él y lo que Él dijo y lo que Él hizo y cómo respondió. Y entonces siempre ha sido un amor especial mío.
Al principio del ministerio aquí pasamos varios años estudiando el Evangelio de Juan, domingo tras domingo tras domingo vimos al Señor Jesucristo como es presentado por Juan. Algunos años después eso entramos a la Epístola a los Hebreos, una presentación gloriosa de la superioridad de Cristo. Y semana tras semana de nuevo vimos a Jesucristo. Y después ha sido nuestro privilegio maravilloso y feliz por más de 5 años estar estudiando el Evangelio de Mateo. Y semana tras semana de nuevo ser confrontados por Jesucristo.
Casi más de la mitad de los casi 16 años que he estado aquí, nuestra congregación ha estado involucrada en un estudio intenso de Jesucristo. Él es el tema de todo lo que hacemos, todo lo que cantamos, todo lo que decimos, todo lo que amamos y todo lo que esperamos. Y entonces es el Señor Jesucristo quien es nuestro enfoque de nuevo hoy conforme vemos este pasaje maravilloso.
Y conforme estaba pensando en eso y cuán privilegiados somos por haber pasado tanto tiempo como lo hemos hecho en el estudio de Su vida recordé el hecho de qué tantos cristianos conocen tan poco de Cristo. Digo, todos los detalles maravillosos, emocionantes que parecen pasar por alto muchas personas, que son tan ricos, tan profundos, tan benditos, sin embargo, desconocidos por la mayoría de los cristianos.
De hecho, creo que hay muchos cristianos que conocen los personajes y detalles de una novela mejor de lo que conocen los detalles de la vida de Jesucristo. Hay muchos cristianos que podrán decirle a usted mucho acerca de las películas, estrellas de cine, televisión, podrían cantarle a usted casi toda canción que ha sido tocada en los últimos 10 años, conocen a todas las personalidades de la música. Hay gente que podría contarle a usted la historia y los personajes en libros y novelas, aquellos que entienden todo lo que hay por entender acerca de autos y barcos. Y hay gente que podría darle a usted el promedio de bateo para toda persona en los Dodgers. Y ahora tenemos un mundo entero de concursos de preguntas que está explotando a nuestro alrededor.
Y es sorprendente jugar ese juego y descubrir todas las cosas inútiles que usted ha metido en su cerebro. Es sorprendente cuánto conocemos acerca de tantas cosas y cuán poco conocemos acerca de Jesucristo, quien es nuestro Salvador, quien debería ser tan amado por nosotros que no nos gustaría que ni siquiera un detalle de su bendita persona o vida jamás se escapara de nuestro conocimiento.
Y percibí eso en mi propio corazón conforme regresé a este pasaje de nuevo. Quería de manera tan desesperada entender todo lo que hay por entender aquí. Y por mucho que me esfuerce me encontré quedándome corto todo el tiempo debido a que el misterio fue demasiado profundo. Este es el Dios hombre. Todo Dios cien por ciento, todo hombre cien por ciento. Sin embargo, Él clama a Dios por liberación. Sin embargo, Él de manera dispuesta como Dios, va a la cruz que le espera. Las paradojas aparentes son demasiado profundas para percibirlas.
Entonces mientras que nos encantaría conocer todo detalle acerca de la vida de Cristo únicamente podemos ir hasta cierto punto, y confío en que su corazón esté abierto a lo que el Espíritu de Dios quiere y puede enseñarle a usted conforme ve de nuevo este gran pasaje.
El 12 de abril, 1885 un predicador muy maravilloso y famoso del Evangelio llamado Carlos Haddon Spurgeon predicó uno de sus grandes sermones, y él tuvo muchos. El título de este gran sermón que Spurgeon predicó fue El Hombre Cristo Jesús. Y a lo largo del sermón él clamó para que la gente considerara al hombre Cristo Jesús.
En medio de ese sermón él dijo esto, “No será suficiente para usted el oír o leer de Cristo. Usted debe pensar por sí solo y considerar a su Señor por usted mismo. El vino no es hecho al recoger las uvas, sino al pisar las uvas en el lagar, bajo la presión el jugo rojo brota. No la verdad conforme la lee, sino la verdad conforme usted medita en ella será una bendición para usted. Enciérrese con Jesús si quiere conocerlo.” Y después él dijo esto, “Nunca me molesto tanto conmigo mismo que cuando he hecho mi mejor esfuerzo por exaltar su querido nombre. Qué es sino levantar una vela al sol. Amados, no puedo hablar como quisiera de Él. El resplandor del sol me enceguece.” Fin de la cita.
Y así como Spurgeon estuvo cautivado en una tensión no desconocida por mí, en donde usted anhela con todo su corazón conocer todo detalle y tratar de explicar todo detalle. Pero cuando usted ha hecho lo mejor que puede se queda terriblemente corto de la realidad. Y entonces conforme abordo de nuevo este pasaje lo hago con un gran deseo en mi corazón porque usted entienda la maravilla de lo que está sucediendo. Sin embargo, con el sentido de desesperanza que es demasiado profundo aún para mí.
Y entonces entenderemos lo que podamos de lo sagrado de este momento poderoso en la vida de nuestro Señor. Quiero que tomemos el pasaje seriamente. Creo que ha sido pasado de manera muy superficial por tantos. Nos encanta enfocarnos en la cruz, pero pasamos por alto el huerto, y el huerto es un lugar de gran sufrimiento por igual para usted y para mí. Él sufrió ahí. Y si no podemos desear conocer cada detalle de lo que es perceptible por nosotros entonces algo está ausente en nuestro amor hacia El Salvador, quien sufrió por nosotros.
Recuerda usted que el versículo 36 nos introduce, “Entonces vino Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní.” Eso significa el lagar de aceite. Era un huerto en la cuesta del Monte de los Olivos, cuyo dueño era un seguidor de Jesús quien le permitió a Jesús usarlo a su discreción. Él entró a ese huerto, un lugar muy conocido, fue después de la medianoche, acababan de celebrar la Pascua. El viernes había llegado el día en que Él moriría. Fue la última vez que Él estaría con sus discípulos. Él se los llevó a ese lugar para estar en privado, para apartarse, para que Él pudiera entrar en oración con el Padre.
Entrando a la puerta Él le dijo a los discípulos, “Sentaos aquí entre tanto que voy allí y oro.” Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo; Jacobo y Juan. Entonces Él entró en la puerta. Ocho de ellos se quedaron, Judas ya se había ido, tres de ellos fueron con el más adentro en el cuarto para apartarse. Y entonces la escena está preparada.
Después de la medianoche la ciudad está llena de gente debido a que es la temporada de la Pascua. Judas ya ha hecho un contrato para su dinero, y ahora está guiando al grupo de personas que van a venir y van a capturar a Cristo, por lo menos están preparándose en este punto. Jesús sabe que es solo cuestión de momentos hasta que Él sea llevado como un prisionero para ser ejecutado. Y Él dice, “Quédense aquí mientras yo voy y oro.” Y esa es la introducción.
Le dije que habían cinco palabras claves que quería que usted supiera para que entendiera este texto. ¿Se acuerda usted que la primera palabra fue tristeza? ¿No es cierto? Bueno, observe en el versículo 37, “Comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera.” Y en el versículo 38 les dijo, “Mi alma está muy triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo.” Y en primer lugar estamos muy conscientes de la tristeza y la depresión del Señor.
Y no hay duda de que nuestro Señor en este punto en particular está pensando de la profecía de Isaías ahí en el capítulo 53. Y usted se acuerda de ella, la mencionamos brevemente la semana pasada, Isaías 53, versículo 3 dice de Él, “Él es menospreciado y rechazado por los hombres. Varón de dolores.” Ahora, la frase varón de dolores es una caracterización. En otras palabras, Él es un hombre caracterizado por la tristeza, Él es un varón de tristezas. La tristeza no solo es un elemento de su vida, es aquello que caracteriza su vida. Jesús estuvo triste, en una tristeza de por vida. Él siempre fue un varón de dolores, de tristezas. Dice que Él estuvo experimentado en quebranto como una regla o norma de vida. Él ha llevado nuestras tristezas y llevado nuestros dolores.
Entonces Jesús de manera característica fue una persona que estaba triste algunas veces. Esa tristeza se manifestó en lágrimas, algunas veces se manifestó en suspirar, algunas veces en angustia de rostro, algunas veces estaba escondida. Pero siempre estuvo ahí porque Él siempre sufrió en la humillación de su encarnación. Y entonces Él es un varón de dolores.
Y si usted estudiara a detalle el capítulo 53 de Isaías sabría lo que llevó a esa tristeza, porque Isaías dice que Él es menospreciado, esa palabra básicamente significa ser odiado, Él es rechazado. Esa palabra es la palabra para ser desamparado, pero literalmente significa aquel que ya no es considerado como hombre. Él fue tan rechazado que podría ser dicho de Él que Él ni siquiera fue considerado como humano, ni siquiera digno de la atención que se le da a un humano. No fue estimado. Lo cual quiere decir que Él fue menospreciado.
El versículo 4 dice que Él fue azotado. Esa palabra básicamente significa ser como un leproso, tener una enfermedad fatal, una enfermedad contagiosa y ser rechazado por todos. Él fue herido. Esto es Él fue golpeado, Él fue afligido, esto se le dio dolor, Él fue herido, lo cual significa perforado. Isaías 53 sigue diciendo que Él fue quebrantado, Él fue azotado, lo cual habla de sus azotes. Él fue oprimido, y la palabra oprimido básicamente significa demandar de usted el pago de una deuda. Isaías también dice que Él fue como oveja llevada al matadero para ser ofrecido como un sacrificio. Él fue encarcelado. Él fue juzgado de manera injusta. Y finalmente Él fue cortado, matado, digo, fue sufrimiento de por vida para Él, de por vida. Pero Él lo soportó. Dice. “Lo soportó – en el versículo 11 – para justificar a muchos porque Él llevará sus iniquidades. Él verá el dolor de su alma y quedará satisfecho.” Él lo llevó todo, pero quedó satisfecho por hacerlo a favor de usted y a favor de mí.
Y entonces el sufrimiento de Jesucristo no está simplemente aislado a la cruz. El sufrimiento previo a la cruz, le llegamos al clímax en este pasaje cuando vemos a Jesús en el huerto. Él sufre aquí el sufrimiento más grande previo a su muerte en toda su vida. Y Él sufre aquí en un conflicto con Satanás, quien quería desviarlo de la cruz. Él sufre aquí en la expectativa abrumadora del perfecto volviéndose pecado, del inmortal muriendo, de ser aislado de Dios, el sufrimiento es más de lo que podemos entender o inclusive explicar.
La segunda palabra que vemos, no solo tristeza, sino que la segunda palabra que vemos es súplica, súplica. En medio de su tristeza Él clamó a Dios. En el versículo 39, 42 y 44 tenemos los tres períodos diferentes de oración en los que Él clamó a Dios. Ahora, ¿qué estaba pasando aquí? Yo creo que sin duda alguna esta fue una tentación. Hay algunas personas que me han sugerido de manera personal que esta no fue una tentación. Yo creo que es una tentación. Yo creo que Satanás estuvo ahí en toda su fuerza tratando de evitar que Cristo fuera a la cruz, previniendo la cruz, previniendo la resurrección. Dice usted, “¿Qué te hace pensar eso? Satanás no es mencionado en este pasaje.” Eso es correcto. Mateo no le da dignidad a Satanás. Él no le da un lugar a Satanás aquí. Pero Satanás está tras bambalinas, y eso es muy obvio. Si usted regresa al Aposento Alto usted recuerda que Satanás se apareció ahí y llenó a Judas, ¿verdad? Llenó a Judas para que hiciera lo que iba a ser.
Y no sé si usted recuerda ese versículo tan provocativo en el Evangelio de Juan capítulo 14, versículo 30, en donde Jesús está en el Aposento Alto apenas antes de que se fueran, y Él dijo, “A partir de aquí ya no hablaré con vosotros mucho. Ya no vamos a hablar mucho más.” ¿Por qué? “Porque el príncipe de este mundo viene. Me voy ahora – es lo que Él está diciendo – para entrar en conflicto con Satanás.” Yo creo que Él sabía eso. Y después Él dice, “Pero él no tiene nada en mí.”
En otras palabras, él puede venir con su tentación, pero él no va a hallar lugar en Mí en donde la tentación tendrá éxito. No hay nada en Mí que cae ante eso. Pero Él dijo, “No voy hablar con ustedes mucho porque el príncipe de este mundo está por venir.” Y yo creo que conforme Él se acercó al huerto Él sabía que estaba entrando en conflicto con Satanás mismo. Y también en el capítulo 22 de Lucas y el versículo 53 Él dice, “Esta es vuestra hora.” Él le dice esto a los líderes y soldados que vinieron a capturarlo. Y el poder de las tinieblas. Esta es la hora de Satanás. Esta es su hora. Él sabía que Satanás estaba involucrado en todas estas cosas. Y Él percibió ese conflicto inclusive en el aposento alto.
Entonces yo creo que conforme Él va al huerto Él entra en la lucha más intensa con Satanás de toda su vida, inclusive más intensa que la tentación al principio de su ministerio es esta al final, porque al principio no tenemos indicación de que Él sudó, por así decirlo, grandes gotas de sangre. La agonía de esta tentación no tiene paralelos. Satanás viene para tratar de evitar que Cristo vaya a la cruz para que la redención no se pueda hacer, para que la expiación no pueda cumplirse, para que la satisfacción por el pecado no pueda llevarse a cabo.
Y entonces en medio de esta gran tentación viene la segunda palabra, súplica. En medio de la tentación Él clama a Dios. Y entonces lo que aprendemos aquí amados no es solo acerca de Cristo. No solo estamos aprendiendo de Su sufrimiento, lo cual es algo maravilloso que aprender. Porque entre más conocemos de Su sufrimiento más entendemos Su amor. Y entre más entendemos Su amor más agradecidos debemos estar. Es una gran cosa simplemente ver su sufrimiento por nosotros para que podamos conocer la medida de su amor. Pero inclusive más allá de eso Él nos da cómo enfrentar la tentación, cómo responder al conflicto que viene a uno que se esfuerza por hacer la voluntad de Dios, por experimentar el poder de Dios. Y la manera en la que Él enfrentó la tentación fue en oración.
Y entonces el versículo 39 dice, “Avanzando un poco más, más allá de los tres, Pedro, Jacobo y Juan, quienes habían entrado con Él más lejos en el huerto que los otros ocho. Él inclusive fue más lejos que ellos. Cayendo sobre Su rostro oro diciendo, Padre mío, si es posible pase de Mí esta copa. Más no se haga mi voluntad sino la tuya.” Él está diciendo, “Oh Padre, quiero hacer Tu voluntad. Si en Tu voluntad hay otra manera que esta, que así sea, pero quiero hacer Tu voluntad.” Nunca hubo duda al respecto. Él dice, “Se haga Tu voluntad.” Al final del versículo 39. Al final del versículo 42, “Hágase tu voluntad.” Y en el versículo 44 dice, “Y Él oró por tercera vez diciendo las mismas cosas.” Él nunca dijo nada diferente de Tu voluntad, Tu voluntad, Tu voluntad.
Pero la agonía era tan grande y el dolor era tan grande, y el horror de llevar el pecado y morir y ser separado de Dios y toda esa lucha que se estaba llevando a cabo fue tan profunda que Él dice, “Si hay otra manera de hacerla, hazla. Si no, estoy dispuesto a hacer lo que sea Tu voluntad.” Él no estaba tratando de evitar la cruz. En Juan capítulo 12, versículos 23-27, ese gran pasaje, Él dijo, “A menos de que un grano de trigo caiga a la tierra y muera.” Y Él dijo esto apenas unos cuántos días antes de que esto sucediera en el huerto. “A menos de que un grano de trigo caiga en la tierra y muera permanece solo, pero si muere dará fruto.” Él sabía que tenía que morir. Él dijo, “¿Qué diré entonces Padre sálvame de esto ahora? Pero para esto he venido al mundo.” Él dice.
Y entonces Él dijo, “No estoy pidiéndole a Dios que me salve de esto. Esto es a lo que vine.” Pero el dolor y la angustia y el horror horrendo es tan grande que algo en Él clama y dice, “Si hay otra manera oh Dios, que haya otra manera. Si no, estoy dispuesto.” En este punto Él comienza a sudar. Es una noche fresca. Es un tiempo del año en el que no está caliente. Y el sudor tuvo que ver con Su agonía. Y Él comienza a sudar mucho. Y después en Lucas 22:44 Lucas nos dice algo que es fascinante, “Él comenzó a sudar lo que eran como grandes gotas de sangre.” La palabra gotas ahí en el griego es trombos, obtenemos trombosis de ahí, coágulos, grandes coágulos de sangre. Apenas antes del sudor de lo que parecían ser grandes coágulos de sangre.
La Biblia dice en Lucas 22:43 que un ángel del cielo vino, “Un ángel del cielo vino y lo fortaleció. Su suplica fue tan intensa – dice el versículo 38 – que fue hasta la muerte.” Y como le dije la última vez, bien pudo haber sido que Jesús habría muerto en el huerto, excepto porque un ángel del cielo lo fortaleció. El ángel vino y lo fortaleció en medio de esta agonía tan intensa, lo cual causó que sangre apareciera en su carne. La tristeza simplemente es sorprendente. La soledad de su oración aislada añade a la intensidad. Estar tan triste como para estar cerca de la muerte lo intensifica. Clamar a Dios pidiéndole si hay otra manera, después sudar y después sudar, por así decirlo, grandes coágulos de sangre, inconcebible.
El fenómeno de sudar sangre es muy, muy raro, muy raro. Puede ser mejor explicado de manera simple de esta manera, cuando una persona entra en angustia y sensibilidad extremas, así como nuestro Señor aquí, el esfuerzo resultante puede llegar tan lejos como para causar finalmente la dilatación de los capilares subcutáneos, los capilares que están inmediatamente abajo de los tejidos. Y conforme esos comienzan a dilatarse bajo este tipo de intensidad pueden estallar. Y después la sangre que fluye de esos capilares que estallan tiene que hallar una manera de salir, y lo hace a través de las glándulas de sudor.
Y entonces lo que sucedió fue que Cristo está sudando mucho en su agonía. Y como Hebreos 5 dice, “Él está en lágrimas y lloro fuerte.” Él está llorando. Él está derramando lágrimas. Él está sollozando. Y Él está sudando intensamente. La intensidad rompe los capilares subcutáneos. La sangre sale por las glándulas de sudor, se mezcla con el sudor y se ve como si sangre está siendo sudada de su cuerpo. Cae por su rostro, cae a su ropa. La angustia es absolutamente inconcebible para nosotros, inconcebible.
Después de esa primera sesión Él es fortalecido sin duda alguna por la presencia del ángel. Él se levanta de orar habiendo derrotado al enemigo por ese momento Él regresa a sus discípulos en el versículo 40, y después en el versículo 42 Él regresa por segunda vez. Y vayamos al versículo 42 y regresaremos a los otros. Otra vez fue y oró por segunda vez diciendo, y esta vez dice, “Padre mío.” Y de nuevo es la misma cosa, Él usa la palabra mío. Esta es la única ocasión en la que Él hizo eso en Su vida, porque Él se está aferrando a la intimidad que tiene con Dios. Él siente que el enemigo está tratando de distanciarlo de Dios, alejarlo de la voluntad de Dios, llevarlo a hacer lo que él quiere que haga. Ese sería el camino fácil en lugar de hacer lo que Dios ha diseñado. Y entonces se aferra a la posesión de su relación con el Padre.
Y después Él cambia su posición, primero Él dijo, “Si es posible que pase.” Ahora Él dice, “Si esta copa no puede pasar de Mí a menos de que la beba – en otras palabras, soportarlo todo – hágase Tu voluntad.” Primero Él dijo, “Si puede pasar que pase.” Y ahora Él dice, “Si no puede pasar, entonces hágase Tu voluntad.” Y de nuevo tenemos la idea de que la tentación consiste en evitar la cruz, la cruz es la copa de ira, de juicio, la experiencia de llevar el pecado. Y el tentador está diciendo, “Evita la cruz. Evita la cruz. No debe pasarte a ti. Reclama tus derechos. Tú eres el Hijo de Dios. Esto es suficiente humillación. El sudor, la agonía, eso es suficiente, no la cruz, no la cruz.” Y entonces Él dice, “Si puede pasar que pase.” Y Él sabe que no puede. Entonces Él dice, “Si no puede pasar entonces lo haré.”
Entonces podemos percibir que Él está siendo fortalecido en el compromiso por hacer la voluntad de Dios. Y después Él termina la segunda ronda. Regresa. Y después en el versículo 44 regresa a orar de nuevo. Y este es el tercer versículo que trata con nuestra palabra suplica, dice, “El los dejó. Se volvió a ir y oró por tercera vez. Y dijo las mismas palabras.” Bien pudo haber sido que hubieran tenido un significado más determinante, la palabra así y la palabra debido son la misma palabra. Bien pudo haber sido la tercera vez que Él dijo, “Debido a que esto no puede pasar hágase tu voluntad.” Quizás la primera vez Él dijo, “Si puede pasar que pase.” La segunda vez, “Si no puede pasar lo haré.” Y la tercera vez, “Debido a que no puede pasar que suceda.” En lugar de debilitarse con toda ronda parece que Él, qué, se fortaleció. Él estaba ganando la victoria sobre el enemigo. Que retrato tan hermoso. Lágrimas fuertes, lloro fuerte, agonizando, súplica ante Dios, Él se está aferrando a la voluntad de Dios en contra de todo lo que el infierno puede traer contra Él.
Escúcheme, si Satanás puede tentar, él tentó a ahí. Si él tiene poder para llegar a un límite absoluto para tentar, Él lo descargó ahí. Todo llegó ahí a Cristo para evitar que fuera a la cruz. Pero la médula en todo esto es, “Hágase Tu voluntad. Hágase Tu voluntad.” Él estaba determinado. Él estaba comprometido con hacer la voluntad de Dios. Y alguien dice, “¿Por qué hubieron tres sesiones? ¿Por qué tres ocasiones de oración?” Y supongo que la mejor respuesta es porque hubieron tres olas de ataque satánico. Así como hubieron tres olas de ataque satánico en Mateo 4 en la tentación cuando comenzó su ministerio. Satanás regresó tres veces en contra de Él. Y le tomó tres veces a Satanás descargar toda su artillería y ser derrotado. Tomó tres veces para que Cristo llegara a la resolución absoluta de su voluntad con Dios de manera perfecta. Tomaron esas tres veces para que Cristo atravesara por toda esa agonía imparable que Dios deseaba que Él pasara.
Y lo que usted aprende acerca la oración en esto es tan vital. Y es que la oración no es primordialmente un motor mediante el cual aplastamos a Dios, mediante el cual superamos su indisposición. Sino que la oración es primordialmente un medio mediante el cual Dios, quien siempre está listo para darnos lo que es mejor, nos lo da porque nos colocamos en el lugar de hacer Su voluntad. La oración es yo alineándome con lo que Dios quiere que haga a costa de lo que sea inclusive mi vida. Satanás viene y quiere desviarnos de la voluntad de Dios para cumplir con nuestra propia satisfacción, alejarnos del camino de la obediencia para que alcancemos lo que queramos. Lo que oración hace, es decir, “Oh Dios, no quiero seguir con esto, esto no es lo que quiero hacer. Fortaléceme. Fortaléceme.” Y entonces la oración nos alinea con ese lugar perfecto de bendición.
Después de esa tercera tentación Jesús fue el ganador y Satanás fue el derrotado. El enemigo de su alma se fue. Él se fue. Cristo estaba en armonía perfecta con la voluntad de Dios, perfectamente sometido al propósito de Dios, listo en calma para moverse a la cruz. Satanás fue derrotado. Y la clave para la victoria fue suplica, Él clamó a Dios. Y me atrevo a decir amados que, si Él necesitaba hacer eso, quien era Dios mismo, cuán desesperadamente nosotros como hombres necesitamos hacer eso en medio de la tentación. Esa es la lección que Él quería que sus discípulos aprendieran y también nosotros.
Pero hay una tercera palabra aquí que debemos considerar, es la palabra dormir. Porque eso nos dice algo acerca de esta escena también. En el versículo 39 Jesús se fue a orar por primera vez. Él le dijo a los discípulos que se quedaran ahí, que se quedaran ahí. “Él regresó – versículo 40 – y los halló dormidos.” Los halló dormidos. Necio. Digo, estaban durmiendo en el momento de mayor conflicto espiritual en la historia del mundo. Estaban durmiendo cuando debieron haber estado orando. Digo, era obvio que cuando Él los dejó y se fue a orar que Él quería que ellos oraran mientras que estaban ahí. Él inclusive dice en el versículo 41, “Velad y orad.” La idea es que tenían mucho por qué orar.
¿Acaso fueron tan indiferentes a la agonía de Jesucristo que se durmieron, que ni siquiera pudieron mantenerse despiertos para orar por su propio Señor? ¿Acaso no se les acababa de decir en el versículo 31 que iban a tropezar y que iban a ser atrapados y que se iban a dispersar, que iban a correr como ovejas atemorizadas? ¿Acaso no se le acababa de decir a Pedro que él de hecho iba a negar a Jesucristo tres veces antes de que cantara el gallo? ¿Acaso no tenían algo por qué orar cuando Jesús había dicho que Él iba a morir e iba a ser ofrecido como un sacrificio y resucitar y que iba a pasar esa noche? ¿Cómo es posible que durmieron? Pero durmieron. Y le recuerdo que el precio de la victoria espiritualmente siempre es la vigilancia.
Y entonces el versículo 40 dice, “Vino a los discípulos y los halló dormidos.” Ahora, era natural dormir, era después de la medianoche, habían tenido una semana ocupada y habían experimentado un cansancio acumulado que trae una semana ocupada. No solo eso, sino que acaban de comer una cena grande, un cordero sacrificial entero consumido por 12 personas, y tarde por la noche, y todo lo que involucraba con el pan sin levadura y el vino y el mojar el pan. Digo, tenían razón por sentirse cansados.
Y después habían caminado por una distancia grande y habían subido por el Monte de los Olivos. Y debieron haberse sentido cansados de eso. Y después Lucas añade que tenían sueño y se durmieron debido a la tristeza. Todo estaba volviéndose muy deprimente. Y cuando usted se deprime mucho quizás le guste escapar durmiendo. Pero apunta a que nunca habían entendido lo que realmente importaba. No sé cómo es con usted, pero no importa cuán cansado está mi cuerpo, si mi mente está ocupada por algún conflicto espiritual no puedo dormir, estoy despierto. Me he dado cuenta de que, si estoy luchando con algún asunto espiritual, si estoy luchando por alguna gran crisis no puedo dormir. Y esa batalla se apodera del momento. Pero en su caso no fue así. Fueron tan débiles y tan pecaminosos que inclusive pudieron haber sido indiferentes al conflicto que estaba por venir por parte de ellos y de la del Señor. Y se durmieron. Es difícil de creer.
Por cierto, no nos debe sorprender que Pedro, Jacobo y Juan se quedaron dormidos, me imagino, porque se quedaron dormidos en la transfiguración también. ¿No es eso sorprendente? Yo no habría hecho eso. La transfiguración, hombre, lea Lucas 9:32, se quedaron dormidos. No me gustaría que estuvieran sentados en las filas de adelante de mi iglesia. Digo, la intensidad de la lucha, el sentido de su debilidad, la advertencia del Señor, la predicción de lo que estaba por venir esta noche, la agonía obvia de Cristo, la institución de la cena, de la sangre y el pan para el cuerpo, debieron haber sabido lo que estaba pasando. Y entonces el Señor regresa y Él le dijo a Pedro, al líder, “Qué no pudiste velar conmigo una hora. Ni siquiera te puedes quedar despierto una hora.” Y eso indica que Él se fue por un período breve de tiempo. ¿Acaso no puedes estar mentalmente alerta por una hora? ¿Acaso no puedes acompañarme en la lucha espiritual por una hora?
Después Él regreso en el versículo 42 para orar por segunda vez. Y después de orar por segunda vez regresó en el versículo 43. Y Él vino y los volvió a encontrar dormidos. Y la palabra, de nuevo, es muy útil, porque si tan solo dijera Él vino y los encontró dormidos podríamos concluir que nunca los despertó de la primera vez. Pero el hecho de que se volvieron a dormir significa que fueron despertados por el Señor la primera vez cuando Él dijo, “¿Qué no pudieron velar conmigo una hora? Velad y orad para que no entréis en tentación.” Él les había dado una advertencia cuando estuvieron despiertos, e inclusive esa advertencia no pudo mantenerlos alerta. Él regresó a orar y los encontró dormidos de nuevo. ¿Por qué se quedaron dormidos? Sus ojos estaban pesados. Sus ojos estaban pesados. Fueron vencidos por lo natural. En cierta manera es triste realmente. El Señor está tan solo. Ellos son tan indiferentes.
Y después en el versículo 44, “Él los dejó y se volvió a ir y oró por tercera vez diciendo las mismas palabras.” Y después Él volvió a regresar y les dijo, “¿Todavía están durmiendo y descansando? Ustedes todavía son totalmente indiferentes.” Están totalmente fuera de toque con lo que está pasando. Esto es un shock. Yo creo que es mejor traducir eso en la forma interrogativa como una pregunta. En el texto griego puede ser traducido de esa manera. Él está haciéndoles una pregunta dolorosa, reflexiva, “¿Todavía están durmiendo y descansando?” No conscientes de la naturaleza de la batalla espiritual. No conscientes de lo que está pasando, oh que hombres tan débiles, indiferentes a las necesidades de Cristo, indiferentes al poder del enemigo quien va a tentarlos. Están a punto de ser absolutamente abrumados por el pecado.
El versículo 56 dice que todos van a dejar a Cristo y huir. Nunca van a pasar la tentación. Van a caer en pecado y negación y rechazo de Cristo. No quieren asociarse con Él. Huyen. No estaban listos. Y lo que nuestro Señor está comunicando aquí es esto, que en toda batalla espiritual la victoria es para aquellos que están alertas porque conocen su debilidad. No son necios como los discípulos que dijeron, “Oh, nosotros nunca tropezaríamos. Oh, nunca te negaríamos. Porque nosotros iríamos a la cárcel y moriríamos antes de que jamás llegáramos a hacer eso.” Dependen demasiado de sus buenas intenciones y no se dieron cuenta de su debilidad. La batalla no es para los que duermen, es para los vigilantes. Es una tragedia ver la confianza espiritual en uno mismo, lo cual es una falta de preparación.
Hay una cuarta palabra, palabra clave, es la palabra fortaleza, fortaleza. Observe el versículo 45, oh, esto es tan magnífico. Después de regresar por tercera vez y decir, ¿todavía están durmiendo? Él dice, “He aquí, mirad.” La palabra significa miren. ¿Acaso vio Él algo? Creo que sí. Creo que Él vio algo. ¿Qué es lo que Él vio? Creo que vio antorchas. Creo que vio a hombres con espadas. Creo que vio a soldados romanos del Fuerte Antonio. Creo que vio a los líderes judíos. Creo que vio a Judas descendiendo por el costado del Monte de los Olivos. Él podía ver el movimiento de esta multitud de personas que venía a Él. “Miren, ha llegado la hora. Y el Hijo del hombre se ha entregado en manos de pecadores.” Qué contradicción, oh, qué humillación. El Perfecto entregado a pecadores.
“Miren, miren, vienen y ustedes están durmiendo. Vienen.” Él había ganado la victoria. Había derrotado a las huestes del infierno que estaban huyendo. Él estaba de pie cubierto de sudor sangriento, victorioso. El victorioso con valentía listo para enfrentar la cruz. Y Él dijo, “Ustedes duermen. Ustedes nunca van a sobrevivir esto. No están listos.” Él estaba listo. Él había conquistado al enemigo en la fortaleza de Su Padre. Ellos habían dormido.
Y después Él habla en el versículo 46, “Levantaos, vamos.” Él les dice a todos, “Levántense, vamos.” Y no quiere decir huyamos, corramos, no. Es una palabra muy interesante esa palabra vamos. Básicamente significa avanzar para encontrarse con un enemigo que está avanzando. Es un término militar. Él dice, “Levántense, vamos a encontrarnos con ellos.” Eso es fortaleza. Oh, Él fue fortalecido en la tentación. Él fue victorioso. Él de manera determinante procede a ellos. Ellos no tienen que encontrarlo.
Y si usted sigue el relato, lo haremos después del domingo de Navidad. Él se acerca a ellos y dice, “¿A quién buscáis?” Ellos dijeron, “A Jesús Nazareno.” Él dijo, “Yo soy Él.” Gran valentía, la valentía de invencibilidad, de uno que ha encomendado su vida a Dios, que puede resucitar a los muertos. Usted sabe que fue tentado por Satanás. Sabes que Dios te resucitará de los muertos. Qué tal si mueres y nunca resucitas. Qué tal si este es el final. Qué tal si mueres y pereces el infierno. Y Él se encomendó a sí mismo a aquel que puede resucitar a los muertos. Y de manera determinante se movió hacia ellos en confianza. Al ir a la cruz Él podía ver más allá de la cruz el gozo que fue puesto delante de Él, como Hebreos lo describe en el capítulo 12, “El gozo que fue puesto delante de Él. Él soportó con disposición la cruz.” Y entonces hay gran fortaleza aquí.
De hecho, dice en Juan 18 que cuando Él dijo, “¿A quién buscáis?” Ellos dijeron, “A Jesús Nazareno.” Y Él respondió. Todos se cayeron. Todos se cayeron. Tan poderoso era Él. Y entonces en fortaleza Él se encuentra con el enemigo. No hay nada en la Escritura que dice, “Huyan del diablo.” La escritura dice, “Resistid al diablo y el – qué – huirá de vosotros.” Usted lo resiste en la fortaleza de la oración, y la fortaleza de la Palabra de Dios, la cual demostró en su primera tentación. Cada vez en la primera tentación Él respondió con la Palabra. Cada vez en la segunda gran tentación Él respondió en oración. Es la Palabra y oración la cuál es la espada de doble filo con la que derrotamos al enemigo.
Y entonces Él dice, “El hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.” Y por esa frase en manos de pecadores Él hace referencia a todos aquellos que serán responsables de su ejecución, judíos y romanos por igual, los pecadores que le quitan Su vida. “Levantaos, vamos, mirad, se acerca el que me traiciona. Y Él apunta a Judas guiando el desfile.” La palabra traiciona, de nuevo, es la palabra entrega, el que me entrega. “Miren, ahí está. Vayamos a encontrarnos con él.” ¡Oh la victoria en esa tentación!
Eso nos lleva a la última palabra, y es la palabra secuencia. Y esa no podría aparecer como una palabra obvia para este pasaje, la voy a explicar en un momento. Pero regrese al versículo 41. Después de la primera sesión de oración Jesús regresó y dijo, “¿No habéis podido velar conmigo una hora?” a Pedro. Y después el del principio que creo que quiere enseñar, “Velad y orad para que no entréis en tentación.” Deténgase en ese punto. Él les dice a ellos después de la primera vez de oración y después de su primer episodio de dormir, “Estén alertas y orando. Manténganse orando.” Acción continua. Manténganse alerta y manténganse en oración.
Digo, tengan el suficiente discernimiento como para saber cuando están en una batalla espiritual y vayan a Dios. No dejen que su confianza en sí mismos los adormezca. No dejen que sus buenas intenciones los hagan tener sueño para que no entréis en tentación. La manera de evitar el ser absorbido en la tentación es estar alerta a ella, estar atentos a la astucia de Satanás, estar conscientes de lo que él está haciendo, de lo que está pasando y acudir en oración al Padre. Oh, me encanta lo que Pedro dijo, y él debió haberlo aprendido aquí. En 2ª de Pedro 2:8 él dice, “Porque Él sabe cómo librar a los piadosos de tentación.” ¿No es esa una gran afirmación? Él sabe cómo librar a los piadosos de la tentación. ¿Entonces a quien acude usted? Usted acude a Él. Usted acude a Él.
Aquel quién fue el explorador para el ejército, cuando él encuentra el enemigo no comienza una batalla con el enemigo. Eso sería torpeza. Él regresa a reportarle al General lo que ha aprendido. Y el General guía las tropas a la batalla. Ningún cristiano que es un explorador que está peleando con Satanás pelea contra Satanás por sí mismo y de manera victoriosa. Usted tiene que reportarse al Comandante. Jesús fue a buscar la fortaleza divina que era esencial. Y entonces el Señor dice, “Más vale que velen, estén alertas. Mantengan un ojo alerta en Satanás y manténganse orando dependiendo de Dios.” Es como Mateo 6 en donde oramos, “No nos metas – qué – en tentación, sino líbranos – qué – del mal.” Vamos al Señor para eso. No podemos hacerlo por nosotros mismos. Oh, ellos pensaban que podían, “Oh, nunca te traicionaremos, nunca te negaremos, nunca seremos ofendidos por ti, nunca te dejaremos.” Y lo hicieron todo.
Entonces si nuestro Señor nunca nos dio nada más que esto, Él nos dio un gran principio para la victoria. Dice usted, “Pero no es fácil, ¿verdad?” No, no lo es. Todavía no es fácil. ¿Por qué? La segunda mitad del versículo 41 explica porque, “Porque el espíritu está dispuesto, más la carne es – qué – es débil.” Y nuestro Señor dice aquí algo que es muy, muy esencial, que todo creyente debe entender. Usted tiene un problema dentro de usted que Cristo realmente no tuvo en un sentido. Su perfección le permitió actuar de manera perfecta y responder de manera perfecta en toda tentación, de tal manera que Él no tuvo pecado.
Pero lo que tenemos es un problema único. Tenemos un espíritu dispuesto y una carne débil. Lo que eso significa es que la gente regenerada que ama a Dios desea hacer lo que es lo correcto. Y sin duda alguna Pedro y Jacobo y Juan amaban al Salvador y habrían querido hacer lo que era lo correcto, pero eran débiles. Y sin duda alguna los otros ocho quisieron hacer lo que era lo correcto. Había algo en su corazón que anhelaba hacer lo que el Señor quería que hicieran y a hacer la voluntad de Dios, pero eran débiles.
Y ese problema en particular es descrito para nosotros de manera clara en Romanos capítulo 7. Quiero llevarlo al versículo 15 de Romanos 7, Pablo realmente explica este mismo asunto. De hecho, nuestro Señor usa los términos que Pablo usa. Entonces la verdad es paralela. Pablo dice esto como creyente, versículo 15, “Porque lo que hago no lo entiendo. No entiendo lo que hago. Porque lo que quiero hacer no lo hago, sino lo que aborrezco eso hago.” Escuche, estoy seguro que Pedro más adelante cuando él clamó, cuando él lloró por su negación, lloró porque él hizo cosas que él no habría querido hacer, y él no hizo cosas que él habría querido hacer.
Y más adelante Pedro escribió en 1ª de Pedro y en el capítulo 5, versículo 8 él dijo, “Sed sobrios y velad porque vuestro adversario el diablo anda alrededor como león rugiente buscando a quién devorar.” ¿De dónde cree usted que aprendió él eso? Bueno, en la lección número uno estuvo aquí en el huerto. Más vale que esté alerta y más vale que sea vigilante porque Satanás está ahí y él lo está buscando a usted, y él me atrapó a mí y él atrapó al resto de nosotros la noche en la que nuestro Señor nos necesitaba más, y no fue lo que queríamos hacer, pero es lo que hicimos. Y Jesús dice es porque su espíritu puede estar dispuesto, pero su carne es tan débil.
Y Pablo está peleando con lo mismo aquí. Él dice, “Miren, las cosas que quiero hacer no las hago. Las cosas que no quiero hacer las hago.” Y el versículo 16, “Si entonces hago aquello que no quiero hacer afirmo que la ley es buena.” En otras palabras, que la ley de Dios es buena, que las cosas que quiero hacer son buenas. Entonces ya no soy yo quien lo hago sino el pecado que mora en mí. Porque yo sé que en mí – y aquí viene – esto es en mi carne, no mora el bien.” Y aquí está lo que tenemos. Usted tiene un espíritu regenerado, un espíritu renovado, y en ese espíritu renovado usted desea lo que es correcto. Usted desea hacer lo que es bueno. Usted desea hacer la ley de Dios, principios divinos.
Pero usted también tiene como parte de su constitución la carne, y lo que eso significa es humanidad, es su cuerpo, son sus apetitos corporales, son sus deseos mentales, son todas las concupiscencias de su humanidad, los deseos de la carne. Y usted tiene un espíritu que ha sido renovado, que ha renacido, que ha sido regenerado, recreado, y anhela hacer lo que es correcto y busca obedecer y busca hacer lo que le agrada a Dios, lo que debería ser, pero está refrenado, es derrotado con mucha frecuencia por su humanidad, su carne. Ahora, mantenga esto en mente, entonces usted realmente tiene una batalla entre el nuevo usted y su humanidad.
Entonces él dice, “Está en mi carne.” Él dice en el versículo 19, “El bien que quiero hacer no lo hago, y el mal que no quiero hacer eso hago.” Y después en el versículo 20, “Ahora si hago lo que no quiero realmente no soy yo, esto es, no es mi espíritu. No es ese nuevo yo. No es ese nuevo yo recreado, sino es el pecado que mora en mí.” ¿Y en dónde mora? Mora en mi carne, en mi humanidad. Él dice en el versículo 22, “Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios. Mi espíritu se deleita en la ley de Dios. Pero veo otra ley en mis miembros, en mis partes corporales. Y batalla contra la ley de mi mente, lo cuál es el espíritu del bien. Y me lleva en cautiverio al principio de pecado que está en mis miembros.” Él sigue haciendo esta distinción, es la distinción entre el espíritu y la carne, la ley que es buena y la maldad que está presente, espíritu y carne, lo mismo. Es mi mente en contra de mis miembros. Así es como él lo presenta.
Entonces su conclusión en el versículo 24, “Oh miserable de mí.” Tengo una verdadera batalla. Es miserable. “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte que retarda al espíritu de hacer lo que quiere hacer?” Y él se da a sí mismo la respuesta en el versículo 25, “Doy, gracias a Dios por Cristo Jesús nuestro Señor. Jesucristo me va a librar y algún día, algún día Cristo va a terminar la batalla. Él va a librarme de la carne.” ¿Sabe usted lo que sucede cuando usted muere y va al cielo? Usted pierde la carne y su espíritu está libre para hacer lo que quiere hacer en la perfección del propósito santo de Dios. Hasta entonces dice versículo 25, “Entonces hasta que eso suceda con mi mente continuó sirviendo la ley de Dios, pero con la carne la ley del pecado.” Así es en la vida de cualquier cristiano. Ese es el campo de batalla. El espíritu está dispuesto, motivado por Dios. La carne es débil.
¿Cómo es que usted va a ganar? ¿Cómo es que usted va a tener victoria? Quiero sugerirle que la respuesta es dada por el Apóstol Pablo en Gálatas capítulo 5, Él dice esto, “Andad en el espíritu y no satisfagáis – qué – los deseos de la carne.” Es cuestión de caminar en obediencia al Espíritu Santo. Ser lleno de la Palabra de Dios. Sometiendo su vida al Espíritu de Dios. Esa es la solución.
Ahora, para concluir, ¿cuál es la secuencia entonces que vemos en esta lección? Es una grande. Permítame darle la secuencia para el desastre. Muy bien. En la tentación. Aquí viene. Los discípulos la vivieron. Aquí está la secuencia que quiero que vea. Es así, confianza, dormir, tentación, pecado, desastre. Confianza, dormir, tentación, pecado, desastre.
Confianza, yo lo puedo enfrentar, no necesito orar. Nunca negare al Señor. Yo seré fiel. Nunca voy a ir más allá de la posibilidad en donde soy lo suficientemente fuerte como para ser victorioso. Estoy bien. Confianza. El dormir, ciega la confianza. ¿Por qué tienes que estar vigilante? ¿Por qué molestarte con estar alerta? ¿Por qué molestarte con tener cuidado con lo que ves y con lo que lees y con lo que oyes y a dónde vas y qué piensas? Simplemente duerme. El dormir entonces lleva a la tentación y al pecado y al desastre. Los discípulos vivieron de esa manera.
¿Pero qué hay acerca de la secuencia de la victoria? Escuché esta. Aquí está el patrón que vemos en el Señor. Es muy diferente. En lugar de confianza usted tiene humildad. Sorprendente. Jesús se humilló a sí mismo y se volvió dependiente de Dios. Y mientras que los discípulos decían con confianza, “Nunca, jamás te fallaremos.” Jesús conociendo la debilidad de la existencia humana, y sabiendo que Él era un hombre, aún si era un hombre sin pecado, sabía que Él necesitaba ir a Dios para ser fortalecido y fue fortalecido por un ángel.
Entonces en donde usted tiene confianza por parte de los discípulos usted tiene humildad por parte de Él. La confianza llevó al dormir. ¿La humildad llevó a qué? ¿Qué hizo Jesús mientras que ellos durmieron? Oró. Él oró. Después vino la tentación, y en la tentación obediencia a la voluntad de Dios y victoria. ¿Ve usted la secuencia? Y usted toma una decisión. Usted toma una decisión en su vida o para tener confianza en sí mismo, dormir, terminar en el desastre, o en humildad, caer sobre sus rodillas ante Dios en oración para buscar fortaleza. Y en la tentación viene la obediencia, y de la obediencia victoria. Esa es la lección que Nuestro Señor quiere que aprendamos. Inclinémonos en oración.
Padre Nuestro, sabemos que todos enfrentamos, todos enfrentamos Getsemanís propios. Todos enfrentamos agonías, angustia, decepción, tristeza. Todos enfrentamos tentación. El enemigo viene en contra de nosotros, a veces en olas. Pienso, oh Dios inclusive en esta semana en preparación para esto cuando me sentí tan sitiado, por así decirlo, tan oprimido por el enemigo, quien parece en particular no querer que los sufrimientos de Cristo sean dados a conocer. Pienso en todas las veces en mi vida cuando conociendo Tu voluntad perfecta me vi tentado a hacer lo opuesto. Todos hemos tenido nuestros Getsemanís. Y algunas veces victorias y algunas veces derrotas.
Pero Señor, enséñanos la secuencia de la victoria, humildad, oración, tentación, obediencia a costa de lo que sea, la victoria. Y te agradecemos porque tenemos a Cristo como nuestro ejemplo. ¡Oh, qué salvador es mío, en Él las misericordias de Dios se combinan! Su amor nunca decrecerá. Y Él me ama y yo, como vemos ese amor conforme Él sufrió por nosotros.
Mientras que sus cabezas están inclinadas en el momento de conclusión, si usted no conoce al Señor Jesucristo quien murió por usted, si usted nunca lo ha recibido a Él como Señor y Salvador haga eso ahora en su corazón, abra su corazón. Usted puede creer todo el Evangelio, pero nunca haber abierto su corazón para recibir al Salvador. Otros de ustedes han caminado con el Señor, pero no de manera muy cercana. Y han estado en la secuencia de derrota y desastre y es tiempo de invertirla. Comprométase de manera fresca con Él para eso.
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