Abramos nuestras biblias esta mañana en Filipenses capítulo 3. Filipenses, capítulo 3. Regresamos para la parte cuatro de esta serie de este capítulo llamada “Alcanzando el premio” “Buscando el premio”. El texto en el que nos hemos concentrado durante varias semanas son los versículos 17 al 21. Permítame tan solo recordarle ese texto al volvérselo a leer. Filipenses 3:17.
“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de dónde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Regresando a partir del versículo 17, que acabamos de leer, hasta el versículo 14, nos concentramos en la clave de este pasaje. Pablo dice, “prosigo a la meta del premio del supremo llamamiento de Dios, en Cristo Jesús.” Estamos hablando de buscar el premio, perseguir la meta, vivir su vida cristiana de tal manera que demuestra que su pasión singular más grande es ser como Jesucristo. Ese es el premio, esa es la meta para la cual Pablo vivió.
Usted regresa al versículo 8, él dijo, “tengo todo por basura, a la luz del valor de conocer a Jesucristo, mi Señor, por quien he sufrido todo y lo tengo por basura a fin de ganar a Cristo.” En el versículo 10 él dijo, “quiero conocerlo,” “quiero conocer el poder de Su resurrección, quiero conocer la participación de sus padecimientos, quiero ser conformado a Su muerte.” En el versículo 11 él dijo, “quiero alcanzar la resurrección de los muertos.”
Y eso lo llevo en el versículo 13 a decir, “solo hay una cosa que hago,” versículo 14, “prosigo hacia la meta.” Cómo puede ver, Pablo vivió una vida buscando la semejanza a Cristo. Eso es lo que hemos estado señalando en este pasaje. La semejanza a Cristo debe ser la búsqueda de todo creyente, es el deber básico, singular, de todo cristiano. No obstante, vivimos en una especie de período de tiempo en el que no nos comprometemos.
Recibí una carta esta semana, de algunas personas que me pidieron hablar en la Convención de Transmisores Religiosos Nacionales, y dijeron, “estamos muy, y profundamente preocupados por la apatía en la iglesia, la indiferencia en la iglesia, la aparente falta de pasión en la iglesia, ¿serías tan amable de confrontarnos?” De la manera en la que lo dijeron, cómo si no estuviera en suficientes problemas, ahora quieren meterme en problemas con todos los transmisores religiosos, lo cual con gusto haré. Ese tipo de problemas es parte del pastel, en cierta manera. Pero están muy preocupados por lo que ven como una apatía general.
Vivimos en lo que Sorokin llamó una cultura sensata. Esto es una civilización que está mucho más preocupada por las emociones agradables, de lo que está preocupada por los esfuerzos productivos. Estamos mucho más preocupados por la comodidad, que por el logro. Y creo que esta cultura sensata ha producido un grupo de personas floja, apática. De hecho, usted simplemente puede señalarlo por la población que se está incrementando, “de gente que vive en la calle”. ¿Cuánta persona no está interesada en el esfuerzo productivo?
Vivimos en una sociedad que se está moviendo rápidamente hacia nada, absolutamente nada. Sin metas, fuera de la comodidad personal, falta de responsabilidad, falta de rendición de cuentas, buscando la comodidad en lugar del logro. Y creo que eso se derrama a la iglesia. Y creo que la iglesia en la actualidad sufre de apatía, una falta de compromiso. Hemos olvidado que estamos en una guerra santa, y que como soldados de Jesucristo debemos traer puesta la armadura.
En Efesios 6:14, Pablo dijo que “debemos vestirnos del cinto de la verdad.” Lo primero que un soldado se ponía cuando iba a la batalla, tenía una túnica, simplemente un pedazo de tela, él no iba a un combate mano a mano con ese material volando por todos lados, le estorbaría, sería la causa de su propia muerte. Entonces, lo primero que haría era ponerse un cinto alrededor de su cintura, y lo apretaba lo más que podía y tomaba las esquinas de su túnica, y las metía por el cinto para que no estorbara sus piernas, conforme se movía rápidamente por el terreno, en combate mano a mano. Y lo amarraba todo en tal manera que no lo estorbara.
Y el cinto de la verdad realmente podía ser el cinto de la veracidad, en el texto, y tiene que ver, creo, con la seriedad de la actitud de uno acerca de la batalla. Realmente no es una parte de la armadura en el sentido de que puede protegerlo a usted, directamente. No es un arma, pero indica que usted toma en serio la batalla y usted está amarrando los cabos sueltos en su vida, antes de que tome la macaira, la cual es esa daga del Espíritu.
Antes de que tome el escudo y la coraza debe asegurarse de que tome en serio la batalla, y ese cinto de la verdad, o sinceridad, o compromiso, significa que usted está comprometido con la lucha y está comprometido con la victoria. Usted está comprometido con buscar la meta. Hemos hablado mucho de esto, y no quiero excederme en explicar el punto en general, pero somos llamados a seguir la meta de ser como Jesucristo, esa es la meta y ese es el premio que Dios nos dará al final.
Ahora, Pablo nos sugirió en el versículo 17, conforme concluye esta sección, algunos elementos necesarios en esta búsqueda. Elemento número uno es seguir ejemplos, versículo 17, él dice, “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.” En otras palabras, si usted va a estar persiguiendo la semejanza a Cristo, debe tener alguien a quien seguir, alguien que le muestre a usted como perseguir eso. Y esa es la función del discipulado espiritual, el liderazgo espiritual, seguir ejemplos.
La segunda cosa, y señalamos esto la última vez, fue huir de enemigos. Los versículos 18 y 19 nos presentan los enemigos de la cruz de Cristo. Deben ser evitados a costa de lo que sea, porque su fin es destrucción, su dios es su apetito, su gloria es su vergüenza y colocan su mente en cosas terrenales. No pueden guiarlo a usted por el camino correcto. Por favor observe lo que le dije la última vez. Son enemigos de la cruz, pero no es como se identifican a sí mismos. Invariablemente se identifican a sí mismos como amigos de la cruz. Ahí se encuentra la sutileza de su engaño.
Ahora, señalamos para usted en el versículo 18, que hay muchos de ellos, él dice que “muchos caminan de esta manera,” que frecuentemente les advirtió de tales, y estaba tan apasionado por ellos que incluso él escribe esto, y en el momento que lo escribe está llorando. Esta es una preocupación seria para Pablo, como para otros escritores del Nuevo Testamento, “evitad, huid, de los enemigos de la cruz.”
Les sugerí la última vez que él pudo haber tenido en mente con respecto a los filipenses, a dos grupos diferentes. Uno, podrían ser los judaizantes, de quien escribió en los versículos 2 y 3. Los judaizantes, que dijeron, “sí, creemos en Cristo. Sí creemos que Él murió, sí creemos que Él resucitó. Pero también creemos que la salvación debe ser alcanzada en parte Cristo, y en parte por usted. Es Cristo más la circuncisión, es Cristo más guardar la ley mosaica.” Entonces, agregaron obras a la cruz, y de esta manera fueron enemigos de la cruz. Esto es hostilidad hacia la cruz. La afirmación de la revelación, esto es, la afirmación de la Palabra de Dios, es que la obra de Cristo en la cruz es suficiente, que no hay necesidad de que obras humanas les sean añadidas.
Entonces, los judíos, los judíos judaizantes eran enemigos de la cruz, porque mientras que afirmaban la cruz, estaban añadiendo obras para salvación. Y podían ser descritos en el versículo 19, cada uno de esos elementos de descripción podría describir a los judaizantes, “su fin será destrucción,” porque si añadían obras a la salvación, o añadían obras a la gracia, debería decir, entonces no hay gracia, y la salvación no ocurre.
Su dios siendo su apetito, podría referirse a su preocupación por leyes alimenticias, o podría referirse al hecho de que estaban haciendo lo que sus concupiscencias les dictaban que hicieran para alcanzar cosas para su propia gloria. Su gloria, en ese mismo versículo está en aquello de lo que deberían avergonzarse, esto es, esfuerzo por añadir obras a la gracia. Colocan su mente en cosas terrenales, como fiestas y festivales, y circuncisiones y ceremonias y demás. Entonces, podría referirse a los judaizantes.
Pero, en segundo lugar, y quizás con mayor probabilidad, él tiene en mente aquí a los gentiles antinominianos, libertinos, aquellos que dirían, “si creemos en Cristo, pero queremos vivir como queramos.” Quizás eran dualistas en su punto de vista, creyendo que no importaba lo que la carne hiciera de cualquier manera, era suficiente simplemente creer en Cristo, eso se encargaba del fin espiritual de las cosas y no importaba como viviera usted después de eso. Estos antinominianos, esto es, este tipo de personas anti-ley, estos libertinos también eran los enemigos de la cruz, aunque pudieran haber dicho, “creemos en Cristo, creemos en Su muerte y Su resurrección”. Los judaizantes añadieron obras a la salvación, en el punto equivocado, y el antinominiano gentil, le quitaba obras a la salvación, en el punto correcto.
Los judíos dijeron, “debes tener obras al entrar.” Y los gentiles dijeron, “no necesitas obras saliendo.” Uno trataba con la justificación, el otro era santificación, pero ambos eran enemigos de la cruz. Decir que la cruz no cambia la vida de uno, y llamar una vida de obediencia, está tan mal como decir que deben haber obras para la salvación.
Entonces por un lado los judíos al judaizar, añadiendo obras eran enemigos de la cruz. Los gentiles, al eliminar cualquier obra, eran enemigos de la cruz. Y de nuevo el Espíritu Santo apunta a los profesantes falsos que realmente no son salvos, el tema constante de la Escritura del Nuevo Testamento.
Ahora, finalmente y para esta mañana llegamos a los últimos dos versículos, el elemento final necesario para buscar el premio, llamémosle enfocándonos en expectativas. Siguiendo ejemplos, huyendo de enemigos, y enfocándonos en expectativas. Aquí llegamos a la motivación de fondo, ¿qué es lo que nos hace buscar el premio? Es la expectativa, es la esperanza de la venida de Jesucristo, quien nos cambiará para ser como Él. Debemos mantener ese enfoque claro.
Ahora, permítame detenerme en este punto y decir que usted puede leer el contenido de los versículos 20 y 21, es obvio. Pablo dice, “nuestra ciudadanía está en los cielos, y esperamos el regreso de Jesucristo, porque cuando Él venga Él va a transformarnos para ser como Él, y Él tiene el poder para hacerlo.” Eso es lo que él dice.
En otras palabras, tenemos una perspectiva celestial. Vemos el cielo como nuestra preocupación primordial, esto es lo que nos motiva. Estamos preocupados por ver al Salvador, estamos preocupados por oír, “Bien hecho,” del Salvador. Estamos preocupados por ser recompensados por el Salvador. Estamos preocupados por la gloria eterna. Esa es su preocupación. Cómo puede ver, el apóstol Pablo conocía muy poco de las comodidades de la criatura, él conocía muy poco de las emociones agradables, él estaba incómodo la mayor parte del tiempo, golpeado, en naufragios, apedreado, dejado por muerto, y más, y más, y más; siempre triste, siempre llorando por una u otra cosa, con lágrimas. Siempre con algún tipo de dolor u otro, decepción, dificultades, privación.
Pero a él no le preocupaban las emociones agradables y los sentimientos agradables, él estaba comprometido con una vida productiva moviéndose hacia una meta. Y esa meta estaba toda ligada al cielo. Entonces, su preocupación era celestial. Esa es la razón por la que él podía decir mucho mejor partir y estar con Cristo, mucho mejor para él. Y este es el enfoque de la vida que se requiere si vamos a buscar la semejanza a Cristo. Cristo es un ser celestial. Cristo es del cielo. Desde el cielo. Está en el cielo. El cielo es Su lugar, Él es nuestro, el cielo es nuestro lugar. Si estamos preocupados con Él, estamos preocupados con el cielo. Nos importa poco a nosotros lo que pasa aquí, nos importa mucho lo que pasa allá, Él está allá, ese es nuestro lugar.
Entonces, en el versículo 20 él dice, “Nuestra ciudadanía está en los cielos, de dónde también esperamos a un Salvador, al Señor Jesucristo.” Ahí atrás en el versículo 14 él lo llamó el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. El tiempo viene cuando el Señor nos llame a reunirnos con Él, y estaremos para siempre con Cristo. Ese es nuestro enfoque. Pablo dice, “anhelo eso. Anhelo eso.” Y la única razón por la que él se quedó aquí, fue para hacer su trabajo, para terminar su ministerio. Y cuando él llegó al final, en 2 Timoteo, él dijo, “He acabado la carrera, he guardado la fe.”
Y ahora él dice, “Estoy listo para salir de aquí. Estoy listo para recibir la corona de vida que el Señor el Juez justo me va a dar a mí. Y no solo a mí, sino a todos aquellos que aman su venida.” Él quería irse cuando el trabajo se acabó porque ese era un mejor lugar, ese era su lugar, él quería estar con su Salvador. ¿Podemos entender que pensamiento tan distante es ese de la iglesia contemporánea? Francamente, ese, ese ni siquiera es un pensamiento popular. De hecho, no es un pensamiento popular en absoluto.
Como puede ver, usted tiene en la iglesia en la actualidad, este énfasis amplio en la prosperidad, el evangelio de salud y riqueza, “resuelve todos tus problemas, arregla tu vida, ten un matrimonio feliz, ten un hogar feliz, sé exitoso.”
Estamos viviendo en, no solo en una teología centrada en el hombre, sino que estamos viviendo en un tipo de perspectiva amarrada a la tierra, en dónde la iglesia está contenta con ordeñar este mundo por todo lo que tiene. Este se ha vuelto nuestro lugar, aunque no debería serlo. Hace varios meses atrás hice una serie, el domingo por la noche, del cielo, ocho sermones. Si no lo ha escuchado consiga esas cintas o consiga la Guía de Estudio del Cielo, creo que es importante que usted entienda eso. Quizás pueda darle un poco de un resumen de algunas de las cosas de las que hablamos en esa serie. Pero la mayoría de nuestras vidas en este mundo en la actualidad están tan ligadas a la tierra, que francamente no tenemos deseo en absoluto por irnos de aquí e irnos al cielo.
Y después hay algunas culturas en el mundo, en dónde si fuera a entrar en una iglesia de creyentes congregados y dijera ¿cuántos de ustedes estarían dispuestos el día de hoy a irse de aquí, e irse al cielo? La mayoría de ellos dirían, sí. En dónde creo que en esta situación aquí, si yo dijera, ¿cuántos de ustedes, honestamente y de manera genuina estarían listos para empacar sus cosas e irse de aquí, e irse al cielo hoy? La mayoría de nosotros podríamos decir, no. Algunos de nosotros podríamos querernos ir porque no nos gustan nuestras circunstancias. A otros de nosotros nos gustaría irnos porque queremos traerle dolor a alguien que podría extrañarnos.
Pero desde el punto de vista, simplemente, del mero gozo de irnos, digo, si usted va a un funeral cristiano, el funeral cristiano típico y no hablamos del cielo, no hablamos del cielo y nos preocupa muy poco el cielo hasta que alguien muera y después vamos al funeral, y consolamos a la familia que queda, porque esta persona está en el cielo y en secreto nos emociona de que no somos nosotros. Y vivimos bajo la mentira muy, muy engañosa de que la muerte es el enemigo del cristiano; cuando la realidad del asunto es que para aquellos que tienen una perspectiva celestial, la muerte se vuelve un amigo.
Entonces, en un mundo humanista, evolucionista, en dónde la perspectiva de la vida es que la muerte es el enemigo que termina con todo, la iglesia de alguna manera cree eso. Y en un mundo materialista en dónde es, “consigue todo lo que puedes ahora,” la iglesia cree eso. Y entonces, realmente estamos haciéndonos tesoros en la tierra, en dónde la polilla y el orín corrompen, y en dónde ladrones minan y hurtan. Pero estamos concentrados en este mundo.
Tampoco estamos concentrados en la gratificación retrasada, y cuando el Señor dice, “Bueno, en el futuro te voy a dar una recompensa,” no entendemos, ni siquiera podemos identificarnos con eso. ¿Quién en nuestro mundo experimenta la gratificación retrasada? “Consigue lo que quieras, lo consigues ahora. No tienes que tener dinero, simplemente usa una tarjeta de crédito. No tienes que construirlo, lo puedes comprar. No tienes que ir muy lejos para conseguirlo, está por todos lados.” Lo que sea. Todo es una gratificación instantánea.
Entonces, usted habla de recompensa celestial, no le interesa nadie porque estamos concentrados en la gratificación instantánea. Entonces, en círculos evangélicos modernos, el cielo realmente es ignorado. Hay muy poca predicación cristiana del cielo, muy poco énfasis en cosas celestiales, muy poca preocupación por la vida venidera, pero el tipo de preocupación por las riquezas, con este mundo, esta vida, como me siento, como me llevo, como tengo éxito, como prospero, y sigue, y sigue y sigue, de tal manera que la muerte se vuelve el enemigo porque asumimos que esto es lo mejor, cuando no lo es. Pero si usted va a buscar la semejanza a Cristo, y quizás esta es la razón por la que tan pocos lo hacen, si usted va a buscar la semejanza a Cristo con la pasión con la que Pablo lo hizo, va a tener que quitar su enfoque en este mundo y colocarlo en el que viene.
Entonces, veamos si podemos ayudarle a hacer eso. Vea el versículo 20. “Nuestra ciudadanía está en los cielos.” Ahí es donde tenemos que comenzar, amados, no somos ciudadanos de este mundo. La palabra ciudadanía, por cierto, solo es usada aquí. Esta palabra en particular significa una colonia de extranjeros. Es usada en una fuente secular para hablar de una ciudad capital que mantenía los nombres de sus ciudadanos en un registro. En otras palabras, somos ciudadanos registrados de otro lugar. Somos ciudadanos registrados del cielo. Nuestros nombres están ahí, nuestro Padre está ahí, nuestro Salvador está ahí, nuestro hogar está ahí, nuestros colegas santos están ahí, nuestra herencia está ahí. Ese es nuestro lugar. Ese es nuestro lugar.
Y Pablo dice, “Debemos tener esa perspectiva.” Ahora, los filipenses podían entender eso porque los filipenses era una colonia de ciudadanos romanos que estaba lejos de Roma. Entonces entendían lo que era tener una ciudadanía en algún otro lugar fuera de dónde estabas viviendo. Eran ciudadanos de Roma, pero estaban en la colonia de Filipos. Somos ciudadanos del cielo viviendo aquí en la tierra, desafortunadamente, como el Israel de la antigüedad, recordará usted cuando fue llevada en la cautividad babilónica, cuando llegó el momento de regresar a la tierra prometida, muchos de ellos habían decidido que se querían quedar, en dónde se habían vuelto tan atrincherados.
Y veo ese mismo tipo de analogía en la iglesia cuando el Señor dice, “Ahora es el momento de ir al cielo,” peleamos como si fuera lo peor que podemos imaginar, porque este mundo se ha vuelto todo para nosotros. Pero nuestra ciudadanía está en los cielos. Debe entender eso. Nuestra ciudadanía está en los cielos.
Ahora, él no se detiene en ese punto. Él dice, “de dónde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo.” Entonces, lo que nos está diciendo es que el Señor está en el cielo y va a regresar. ¿Se acuerda en Juan 14? que Él dijo: “Me voy, y si me voy, voy a regresar para recibirlos para mí mismo, para que dónde yo esté vosotros también estéis” Juan 14:2 y 3, “Yo soy el camino y la verdad y la vida.” Ese pasaje.
Entonces Jesús dijo: “Me voy, en la casa de mi Padre muchas moradas hay, voy a prepararlas para ustedes. Voy a regresar, voy a venir por ustedes, me los voy a llevar para que estén conmigo.” Entonces, estamos esperando a Cristo. No estamos esperando un acontecimiento, estamos esperando a una persona. Estamos esperando a una persona.
Sabe una cosa, y quizás en mis propias reflexiones extrañas, pero me parece curioso que hasta hace unos diez años atrás, la mayoría de la iglesia evangélica estaba comprometida con un rapto pre-tribulacional. Esto quiere decir que la época de la iglesia llegaría a su fin, cuando Jesús viniera y sacara a la iglesia. Y después habría un período de tiempo conocido como la Gran Tribulación. Y después el Señor regresaría con sus santos para establecer Su reino. Pero que la iglesia fuera sacada, que el Señor viniera y nos sacara antes de la tribulación con el Anticristo y el holocausto que son descritos particularmente en Apocalipsis 6 en adelante, pero en los últimos diez años, eso ha cambiado. Y la nueva preocupación, me parece que es una perspectiva post-tribulacional que dice, “todos vamos a pasar por la tribulación.” Esa es la popular.
Y para ser muy honesto con ustedes, no creo que es exegética en particular, no creo que es teológica en particular, creo en particular es un reflejo del tipo de preocupación subliminal con el mundo. Usted sabe, en cierta manera “Nos gustaría quedarnos para ver al Anticristo,” ese tipo de mentalidad. Digo, he estado leyendo acerca de esto por tanto que me gustaría ver al hombre. Entonces, voy a desarrollar una teología que me deje aquí. Estoy seguro de cualquier manera, ¿verdad? Me gustaría pisar unos cuantos demonios. Los carismáticos en cierta manera han alimentado el fuego de este pisar sobre demonios, esta mentalidad de atar a Satanás que preocupa a la gente con cosas, que están en el mundo sobrenatural negativo.
Y entonces, creo que la iglesia en cierta manera tiene una nueva preocupación, ya no estamos anhelando el cielo y anhelando a Cristo, en cierta manera nos gustaría quedarnos en el mundo lo más posible, y somos tan parte del mundo que nos gustaría ver cómo termina al final. Nos gustaría pisar unos cuantos demonios y ver algo de acción en la tribulación. Es algo así, como usted, Apocalipsis son las atracciones que están por venir, y adelanto, no queremos perdernos del número primordial porque para nosotros el número primordial se ha vuelto lo novedoso de lo que sucede, y hemos perdido vista la realidad de la comunión con el Cristo viviente.
Ahora, no quiero decir que hemos retrocedido a una perspectiva post-tribulacional en la iglesia, pero en cierta manera me siento así, lo veo así. No puedo ser dogmático. Hay una preocupación no saludable con ese tipo de situación. Y casi una preocupación ausente por estar con Cristo o ver a Cristo. Pero nuestra ciudadanía está en el cielo. Y no se usted, pero no estoy esperando al Anticristo, estoy esperando a Cristo. Y no estoy esperando la tribulación, realmente me podría importar menos estar aquí, quiero estar con Cristo. ¿Por qué quiero estar en un mundo lleno de demonios, cuando puedo estar en un cielo santo?
Pero sabe una cosa, creo que hay otras personas que no quieren irse al cielo, porque les gusta su pecado tanto que sabe que no habrá nada de eso allá. Es un pensamiento extraño, pero estoy seguro de que es verdad. Los placeres del pecado son los placeres del pecado. Algunas personas dicen, “No quiero ir al cielo, no va a haber diversión ahí.” Algunos cristianos, creo, incluso se rehúsan a dejar algunos de sus vicios, pero el cielo es nuestro hogar y esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo.
En Romanos 8 dice que gemimos esperando la adopción gloriosa de los hijos de Dios. Gemimos esperando la redención del cuerpo, Romanos 8:18-23, ese texto entero. Estamos gimiendo, anhelando lo que está por venir. Pablo dice, “los sufrimientos de este mundo no son dignos de ser comparados con la gloria que está por venir.”
Entonces, no estoy buscando la comodidad, no estoy buscando emociones agradables, no estoy buscando una vida libre de dolor. Esto no me importa, estoy esperando lo que está allá, lo que viene. Estoy haciendo lo que Pedro dijo en 2 Pedro 3, esperando y apresurándoos bajo el día de Dios, lo cual nos hace ser hallados irreprensibles y en paz, esperando al Salvador.” Juan dice, “Si tenemos esta esperanza, nosotros nos purificamos a nosotros mismos.” Usted debe estar esperando a Cristo. Ese es el punto más grande de motivación espiritual, por un lado. Es el punto más grande de rendición de cuentas espirituales, por otro lado. Y es el punto más grande de seguridad espiritual.
Dice usted, “¿Qué quieres decir con eso?” Bueno, sí sé que Jesús viene, eso es motivación. Eso es motivación. Quiero estar listo cuando Él venga. Quiero ser fiel cuando Él venga. Quiero mostrarle que le he servido. Pablo dice, que cuando Él venga, 1 Corintios capítulo 3, Él va a ver su obra, va a ser probado por fuego, y usted va a recibir una recompensa eterna. Se va a detener, se va a determinar si sus obras son madera, o heno, hojarasca, u oro, plata y piedras preciosas. Eso es motivación, quiero recibir la recompensa, quiero recibir el premio, y quiero recibir el “Bien, buen hecho, siervo y fiel”; quiero entrar al gozo del Señor. Eso es motivación para mí. Yo soy motivado en ese punto porque amo a Cristo, y porque sé que hay bendiciones eternas, ligadas a mi fidelidad aquí.
Entonces, estoy motivado por el hecho de que Él viene, que voy a tener que enfrentarlo, que hay un tribunal de Cristo en dónde voy a tener que enfrentar las cosas que he hecho, y ser recompensado como Él quiera recompensarme. Pero no solo es motivación, también es un punto de rendición de cuentas. No solo es mera motivación de amor y gozo y deseo de recompensa, también hay una amenaza ahí, ¿no es cierto? Porque sé que no quiero enfrentar al Señor habiendo perdido lo que he hecho, como dice la epístola de Juan.
Mírense a vosotros mismos de que no pierdan las cosas por las que han trabajado, sino que reciban una recompensa completa. Sé que va a ser un tiempo en el que voy a estar ante el tribunal de Cristo, cuando la evaluación verdadera se lleve a cabo. Y, bueno, no estoy bajo condenación, ciertamente siento la amenaza de que algunas de las cosas que he hecho en mi vida, van a quemarse.
Entonces, por un lado, es una motivación positiva, por otro lado, es una especie de amenaza negativa, es un punto de rendición de cuentas que tengo que enfrentar al Señor. Hay rendición de cuentas ahí. Esa es la razón por la que en 1 Corintios 4 Pablo dijo, “Miren, tenemos que esperar hasta el día cuando las cosas secretas sean reveladas, entonces todo hombre recibirá su alabanza de Dios.” Dios va a abrir las cosas secretas de su corazón, y descubrir lo que es digno de alabanza.
Pero, en tercer lugar, esta esperanza en la venida de Cristo no solo es una motivación, y un punto de rendición de cuentas, sino que es nuestra seguridad más grande porque es una promesa. Si me voy, Jesús dijo en Juan 14, ¿Yo qué? Regresaré. Esa es una promesa. Hechos 1:11, “Este mismo Jesús, que ha sido quitado de vosotros vendrá de la misma manera como lo habéis visto irse al cielo.” Juan, capítulo 6, versículo 39. Pueden tener certeza de esto, es la voluntad del Padre, que todo lo que el Padre le da Él lo resucitará en el día postrero, y no perderá nada de eso. Lea eso, Juan 6:39 y en adelante. Esa es una promesa.
Entonces conforme veo la Segunda Venida de Cristo, y la promesa de estar con Él, tengo motivación, tengo rendición de cuentas, y tengo seguridad en eso. No importa lo que pase en este mundo, nada va a cambiar eso. ¿Por qué? Porque mi herencia es incontaminada, incorruptible, y está reservada en el cielo para mí, dice Pedro. ¿No es esa una gran afirmación? 1 Pedro 1. Está reservada para mí. Necesitamos vivir a la luz de la Segunda Venida de Cristo. Necesitamos vivir a la luz del regreso de Jesucristo. Nosotros, en un sentido, no estamos en el cielo, obviamente, pero en otro sentido, vivimos en los lugares celestiales.
Efesios 1:3, “han sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.” ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué quieres decir con eso? Efesios 2, dice, “Hemos entrado a los lugares celestiales en Cristo. ¿Qué quieres decir con eso? Bueno, no estamos en el lugar llamado cielo, pero estamos experimentando la vida celestial. Tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, estamos bajo el dominio del rey celestial. Vivimos por las reglas del reino celestial, la Palabra de Dios; los estándares de justicia. Como puede ver, compartimos los lugares celestiales. Somos gobernados por el Rey del cielo, vivimos para la causa del cielo, obedecemos las leyes del cielo, debemos hacernos tesoros en el cielo. Somos bendecidos en la dimensión celestial, la dimensión espiritual de nuestra nueva vida en Cristo.
Entonces, estamos probando los lugares celestiales. Esto es lo que el escritor del himno llamó una probada de gloria divina. Somos un nuevo orden de persona viviendo en una nueva comunidad, experimentando una nueva comunión, que será completa en el lugar llamado cielo.
Entonces Pablo dice, “Miren, ustedes pertenecen al cielo, ese es su lugar. Van a estar ahí para siempre, en este momento estamos esperando al Salvador.” ¿Cuál es nuestra actitud? Observe el versículo 20, “Esperamos,” “Esperamos”. Este verbo maravilloso es el mismo que encontramos usado a lo largo del Nuevo Testamento para referirse a la Segunda Venida. Indica una expectativa pronta con paciencia. Esa es la mejor manera en que puedo resumirla. Una expectativa pronta con paciencia, con paciencia. Y como dije, es usado comúnmente en esos pasajes que se refieren a esperar a la Segunda Venida.
Ahora, la pregunta surgió cuando estábamos estudiando el cielo. ¿Dónde está el cielo? La gente siempre pregunta, ¿dónde está el cielo? Permítame decirle lo que la Biblia dice. La Biblia dice que el cielo está arriba, ¿muy bien? Arriba, es todo lo que dice. Sube acá, Apocalipsis 4:1. Dice usted, “¿Qué tan arriba?” Muy, muy arriba, muy arriba. ¿Qué tan lejos? Bueno, es llamado el tercer cielo en 2 Corintios 12:2. Dice usted, “¿Cuánto tarda usted en llegar ahí?” Está listo para escuchar esto, Jesús dijo al ladrón en la cruz, “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Lo único que sabemos está arriba, está lejos y llegamos ahí rápido. La Biblia dice, “ausente del cuerpo, presente al Señor.” “Mucho mejor partir y estar con Cristo.” Maravilloso, eso le va a decir un poco acerca de lo que pasa después de la muerte; si nada más, acerca de la velocidad con la que usted se mueve. ¿Cómo es el cielo? Bueno, usted puede ver Ezequiel capítulo 1, lea Ezequiel 1, esa es una descripción del cielo del Antiguo Testamento. No lo lea ahora, y cuando usted lo acabe de leer se va a rascar la cabeza y decir, ¿qué acabo de leer? No lo entiendo. Y eso es porque no puede comprender su belleza, son simplemente colores y ruedas y luces, y es fabuloso.
Después, pase a Apocalipsis 21 y 22, usted va a tener una perspectiva más cuidadosa de como es el cielo. Lea Apocalipsis 21 y 22, va a leer de joyas y luz, y oro, y ángeles y templos y la presencia de Dios. Va a leer de la ausencia de lágrimas y muerte, y llorar y tristeza y dolor. Va a leer que todo es perfecto y los redimidos de todas las edades de la historia están ahí, los ángeles santos están ahí. Entonces, ese es el cielo. Tiene una ciudad capital llamada, La Nueva Jerusalén, tiene doce grandes perlas que son sus doce puertas, es cúbica. ¡Es increíble!
El cielo es absolutamente indescriptible. Es todo lo que la Escritura puede describir e infinitamente más allá de la comprensión de nuestra mente. Pero ese es nuestro lugar, y ahí es dónde está nuestro Salvador. Y ese es el lugar de dónde él viene. Entonces, esperamos de manera pronta, estamos esperándolo. En nuestro anhelo por esperar, estamos motivados a ser como Él, tenemos un sentido de rendición de cuentas, y tenemos un sentido de seguridad porque sabemos que Él viene, porque Él siempre guarda Sus promesas.
Entonces, esperamos de manera intensa, apekdechomai, esperamos con prontitud e intensidad, sin embargo, con paciencia, Su venida. No es un acontecimiento, vea el final del versículo 20, “el Señor Jesucristo”. Esperamos a una persona. Ese es el premio. Amados, la meta de todo lo que buscamos en nuestra vida es ser como Cristo. El premio que recibimos es ser como Él, cuando lo veamos.
Ahora, vayamos al versículo 21, ¿por qué estamos esperando a Cristo? ¿Por qué queremos que venga? Escuche esto, “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.” Esa es la razón. ¿Por qué lo estamos esperando? Porque queremos ser transformados, porque estamos gimiendo por la redención de este cuerpo. Nos gustaría deshacernos de esta carne pecaminosa. Queremos ser como Cristo, perfectos. Y de nuevo. Si usted no quiere ser así, entonces, a usted le gusta su imperfección. Y si a usted le gustan sus imperfecciones como son, es porque a usted le gusta su pecado. Así de torcido puede volverse nuestra manera de pensar. Él nos va a hacer como Sí mismo. Él va a transformar el cuerpo de la humillación nuestra. Esa es nuestra carne no redimida.
Como puede ver, ya hemos sido hechos nuevas criaturas en el hombre interior. Pero el hombre interior está encarcelado en carne no redimida. Somos un prisionero encerrado en carne no redimida. Y eso no solo es epidermis y tejido, esa es la mente de la carne, y las concupiscencias de las carnes. Es más profundo que tan solo tejido. Hay una humanidad, hay una humanidad no redimida, en la que esta nueva criatura vive. Y la nueva criatura anhela ser liberada. Esa es la razón por la que es llamada “la liberación gloriosa de los hijos de Dios,” en Romanos 8. Queremos ser liberados. Pablo lo llamó “el cuerpo de esta muerte,” del cual el anhelaba ser liberado.
Entonces, estamos esperando esa redención. Y él va a transformar el cuerpo de nuestro estado humilde. Dice usted, ¿cuándo pasa esto? Escuche con cuidado. Si usted muere ahora, o en cualquier momento de que Cristo venga por los suyos, su cuerpo va a la tumba. Su espíritu va inmediatamente para estar con el Señor, 2 Corintios 5, “ausente del cuerpo, presente al Señor.” Filipenses 1 dice, “Mucho mejor partir y estar con Cristo.”
Entonces, cuando muere, su espíritu va inmediatamente para estar con Cristo. Y usted se va rápido, como dije, al cielo. Usted se vuelve uno de los espíritus de hombres justos hechos perfectos, el cielo ahora está ocupado por espíritus hechos perfectos, están esperando sus cuerpos. Los cuerpos están esperando la venida de Cristo. La Biblia dice que cuando Él venga por Su iglesia, los muertos en Cristo, ¿qué? resucitarán primero. Y los que estén vivo, simplemente van a subir y ser transformados en el camino, porque no eremos muerto, si estamos vivos en ese tiempo. Pero los cuerpos van a ser resucitados en el futuro. Después más adelante los cuerpos de los santos del Antiguo Testamento serán resucitados.
Entonces, incluso los espíritus de los hombres justos ahora hechos perfectos en el cielo, están esperando sus cuerpos. Y necesita tener un cuerpo porque son diseñados por Dios para funciones en servicio y adoración a lo largo de la eternidad, que son mejor expresados mediante un cuerpo glorificado, como también un espíritu glorificado. Entonces, la gente dice, “Bueno, ¿qué pasa cuando mueres aquí?” Su espíritu se va inmediatamente para estar con el Señor, pero su cuerpo tiene que ser cambiado. Cuándo Jesús venga, dice en el versículo 21, estamos esperando que Él transforme el cuerpo.
Ahora dice usted, “Bueno, el mío quizás no llegue a ser nada más que un montón de polvo.” Está bien; todavía lo va a transformar. Esa palabra, “transformará,” metaschemitzo. ¿Alguna vez ha visto un esquema? Obtenemos la palabra de eso. Un esquema es simplemente un diseño interno de algo. Y lo que dice aquí es que Dios va a volver a hacer un esquema de nosotros. Él va a transformarnos de manera total, es un nuevo esquema, un rediseño. Se nos dará, se nos dará un cuerpo totalmente nuevo, adaptado para un cielo eternamente santo.
Dice usted, “¿Cómo será?” Vea a Cristo después de Su resurrección. Él comió. Él habló. Él caminó. Él también apareció y desapareció. Él también voló por el espacio de la tierra al cielo. Vea como Cristo fue después de la resurrección. Se le podía reconocer, se le podía identificar, sin embargo, Él era trascendente. Todo eso, perfecto; gloria santa, adaptada al nuevo ambiente. Nuestro nuevo cuerpo es descrito con cierto detalle en 1 Corintios capítulo 15.
Usted puede sacar su Biblia y leer, y usted va a encontrar que es emocionante ver algunas de las cosas que son verdad. Somos corruptibles, seremos resucitados incorruptibles. Somos pecaminosos, seremos resucitados perfectos, santos. Y cuando nuestros espíritus estén en gloria, todavía no estarán completos hasta que ese cuerpo venga, y la combinación de los dos nos haga estar listos para el servicio para siempre.
Entonces, ¿cómo seremos en el cielo? Tendremos un alma perfecta, o un espíritu perfecto; una parte interna perfecta y una forma perfecta, una parte externa perfecta. La combinación de las cuales manifestará de manera perfecta la gloria de Dios. Se eliminará todo el pecado que quedó en nosotros, se eliminará todo lo que nos limitó de hacer exactamente lo que Dios quiso. Habrá libertad perfecta de toda maldad. Escuche esto, “No habrá pecado, ni tristeza, ni dolor, ni decepción, ni duda, ni temor, ni tentación, ni debilidad, ni fracaso, ni odio, ni enojo, ni peleas. No más oración, no más arrepentimiento, no más confesión. Placer perfecto, conocimiento perfecto, consuelo perfecto, amor perfecto. Gozo perfecto.
Dice usted, “Me gusta mejor estar aquí.” No. No es así. Así de torcida se vuelve nuestra manera de pensar. Entonces, eso es lo que esperamos. Dice usted, “¿Seremos transformados, en qué?” En semejanza al cuerpo de la gloria suya. Eso es absolutamente increíble. 1 Juan 3:2 dice que seremos como Él, porque le veremos tal como Él es. Sabe una cosa, sería suficiente si Él tan solo nos salvara del infierno.
Sería suficiente si Dios tan solo nos salvara del infierno y más que suficiente si nos diera el cielo. Sería suficiente si tan solo nos salvara del infierno, y más que suficiente si nos diera el cielo. Pero más allá de eso, Él nos hace como Su Hijo. Y lo hace todo por gracia. Y no merecemos nada de eso. ¡Qué magnanimidad! ¡Qué generosidad! Seremos conformados, summorphos, hechos a una forma semejante con Cristo; nuestra morphos será como Cristo.
Esa palabra conformidad aquí, summorphos, es la misma palabra usada en Romanos 8:29, dónde Pablo dice que la meta de Dios al salvarnos fue conformarnos a la imagen de Su Hijo. Uno en forma con Su Hijo. Morphe, obtenemos la palabra morphe, hablamos de un endomorphe, ectomorphe, mesomorphe, diferentes formas. Estaremos en la forma de Cristo. Increíble.
Entonces, cuando morimos instantáneamente somos un espíritu perfeccionado. Cuando Cristo venga, los cuerpos son resucitados e instantáneamente somos hechos en forma perfecta de Cristo, como un instrumento santo, perfecto, para servicio, adoración y alabanza, sin tener jamás un impulso malo, jamás un movimiento equivocado, con una mente llena de la luz pura de la verdad de Dios, un cerebro de amor sin ser diluido de gozo, no diluido de paz, no diluida de bondad, no diluida de emociones en expresión perfecta a su máximo nivel, sin embargo, en equilibrio perfecto. Debemos anhelar aquello con todos nuestros corazones.
Dice usted, “¿estás seguro de que lo puede hacer?” Sí, vea el final del versículo 21, lo va a hacer por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Esa es otra manera de decir, es una, es una afirmación enorme. Usted podría predicar, usted podría predicar meses de eso, del plan de Dios de sujetar el universo a Su autoridad. Pero Él va a usar el mismo poder que Él tiene para sujetar el universo entero a Sí mismo. Si Él puede sujetar al universo entero bajo Su control soberano, entonces Él ciertamente puede resucitar su cuerpo. Ese es el punto.
La palabra sujetar significa ordenar en orden de rango o administrar. Él tiene el poder para ordenar el universo, Él tiene el poder para alinearlo todo. Él tiene el poder para administrarlo. Escuche, nuestro Señor tuvo el poder para crear el mundo, Él tiene el poder para controlar providencialmente el mundo, Él tiene el poder para controlar milagrosamente la ley natural, Él tiene el poder para dar vida, Él tiene el poder para quitar la vida, Él tiene el poder para salvar, Él tiene el poder para sujetar, Él ciertamente tiene el poder para resucitar de los muertos. Y si usted tiene alguna duda al respecto vea lo que hizo para Sí mismo. Es el mismo poder por el cual Él sujeta el universo entero.
Lea 1 Corintios 15:24-27 y lea como Cristo se va a apoderar del universo entero, y va a hacer que todos sus enemigos sean estrados de sus pies. Y Él va a hacer que todo en el universo sea sujeto a sí mismo, y después habiendo tomado cautivo el universo, Él entonces se lo va a ofrecer a Dios, y se va a resolver en la plenitud de la Trinidad, y la historia redentora habrá terminado su carrera cuando Él vuelva a capturar el universo entero caído, y se lo devuelva a Dios. Y Él que tiene el poder para restaurar el universo entero, y devolvérselo a Dios en una expresión plena de la gloria de Dios, como el instrumento mediante el cual Dios va a glorificarse a sí mismo por los siglos de los siglos, el mismo poder por el cual Él puede hacer eso incluye el poder por el cual Él puede resucitar el cuerpo de usted y el mío de la tumba. Él tiene el poder de darnos el premio. Él tiene el poder de hacernos como Cristo, esa es la parte de la promesa.
Entonces, en esta esperanza que tenemos en la venida de Cristo hay motivación, hay rendición de cuentas y hay promesa. ¿En dónde está su enfoque? ¿En dónde está su enfoque? Espero que esté en el cielo, espero que no esté tan distraído que lo ha perdido. Me subí a un avión, siempre estoy en aviones, pero estuve en uno los otros días, después de que ese DC10 se cayó ahí en el campo en Iowa, y me subí al avión y de vez en cuando paso por incidentes que suceden, como que pierden un avión en un despegue de vez en cuando, cosas así.
Y entonces, usted sabe, no es que esas cosas no me han pasado, me han pasado. Y estaba sentado en el avión pensando, bueno, todo esto simplemente podría caerse, volteé y vi al resto de la gente, y usted sabe, se da cuenta de la gravedad de esa situación, la complejidad de todas sus vidas y red. Y conforme estábamos acelerando por la pista me daba cuenta que este podría ser el último día que viviera en la tierra. Hasta dónde se los hombres quizás no colocaron los alerones en el lugar correcto, y quien sabe lo que está pasando, o alguien dejó algo ahí en la rueda y demás, usted sabe, lo que sea. Esto podría caerse.
Y comencé a pensar en el cielo, digo, soy una persona feliz y agradecido con Dios por dónde estoy, pero le puede decir, para cuando ya estábamos en el aire, me pudo haber importado menos si bajáramos a aterrizar o termináramos sin aterrizar; simplemente comencé a contemplar las realidades del cielo. Espero que podamos vivir así.
Quiero cerrar al compartir con ustedes una pequeña historia que realmente movió mi corazón. Es una historia de un hombre que realmente vivió. Su nombre es Phocas, P-h-o-c-a-s. É vivió en el siglo cuarto, él ha sido reverenciado a lo largo de los años como un verdadero santo preciado de Dios, vivió en Asia Menor. Él vivió en la ciudad de Sinopia, y él tenía una pequeña cabaña fuera de la puerta de la ciudad en la que él cultivó un jardín. La historia entera del hombre es registrado por uno de los obispos antiguos, y de alguna manera se ha transmitido a lo largo de la historia.
La historia dice algo así. Los viajeros viajaban por su puerta, casi a toda hora del día y de la noche, conforme entraban y salían de la…, por la puerta de la ciudad. Y por la ingenuidad entera de amor él detuvo a tantos de ellos como pudo. ¿No estaban cansados? Que descansen. Sentados ahí en su jardín bien cuidado. ¿Necesitaban una palabra amigable? Él le hablaba a ellos en el querido nombre del Maestro.
Pero después, repentinamente, un día la vida cambió para Phocas. Ordenes salieron del Emperador Diocleciano que los cristianos debían ser matados. Cuando los perseguidores entraron a Sinopia y estaban bajo la orden de encontrar a un hombre llamado Phocas, y matarlo, a punto de entrar a la ciudad, una tarde muy caliente, pasaron en frente de la cabaña del hombre mayor y el huerto ahí junto a la puerta. En su inocencia los trató como si fueran sus mejores amigos, rogándoles que tomaran un momento y descansaran. Estuvieron de acuerdo. Fue tan cálida y amable la hospitalidad que recibieron, que cuando su anfitrión los invito a pasar la noche y seguir al otro día ya descansados, estuvieron de acuerdo en hacerlo.
“¿Y a qué se dedican?” dijo Phocas, sin sospecha alguna. Y después le dijeron que respondería a su pregunta si lo guardara como secreto. Bueno, era obvio para ellos, para este momento que él era un hombre en quien podían confiar. ¿Quiénes eran? Bueno, eran los soldados de Roma buscando a cierto Phocas, quien era un cristiano. Y por favor, si su anfitrión amable, lo conocía, ¿sería tan amable como para ayudarles a identificarlo? Después de todo, él era un seguidor peligroso de este Jesús, de quien los cristianos hablaban y debía ser ejecutado inmediatamente.
“Oh, lo conozco bien,” dijo Phocas en silencio. “Y, por cierto, él está bastante cerca. Hablemos de esto en la mañana.” Sus invitados, habiéndose ido a acostar, Phocas se sentó pensando, “¿escapó?” Eso sería fácil, él solo tenía que salir, cubierto por la oscuridad, y la mañana él podría estar por lo menos a más de veinte kilómetros de distancia, y él conocía a otros cristianos que lo cuidarían al esconderlo. Y cuando la persecución hubiera pasado él podía volver a aparecer y una vez más cultivar su pequeño jardín.
La decisión de huir para encontrar seguridad o quedarse hasta morir aparentemente fue tomada sin retraso o lucha alguna. Podemos solo imaginar lo que él estaba pensando. A la mitad de la noche Phocas salió a su jardín, y comenzó a escarbar. ¿Había alguna cosa terrenal que él amaba más que este pequeño terreno de tierra? El olor de la tierra, el sentimiento de la tierra, el milagro de la fertilidad. ¿Cuáles eran sus pensamientos conforme él escarbaba?
Bueno, todavía había tiempo para huir, pero el Salvador no huyó, Él no huyó de Getsemaní y Él no huyó del Calvario. O quizás él pensó que sus hermanos cristianos, a quienes él acudiría para encontrar refugio, no estarían en peligro debido a la llegada de Dios. En cuanto a estos ejecutores que ahora estaban dormidos profundamente bajo su techo, después de todo solo eran hombres que estaban cumpliendo con órdenes, y si no encontraban a su hombre, sus propias vidas probablemente no solo serían quitadas, sino que morirían en sus pecados.
Phocas escarbó más y más profundo. Antes del amanecer él acabó, y ahí estaba, su propia tumba. Llegó la mañana y al despertar los ejecutores, él dijo con calma, “Yo soy Phocas.” Y tenemos, por la palabra del obispo cristiano que registró la historia que los hombres se quedaron sin moverse, sorprendidos. No podían creerlo. Y cuándo lo creyeron, obviamente se rehusaban a ejecutarlo sin misericordia, a un hombre que les había mostrado nada más que misericordia.
Pero era un deber, él les recordó, que necesitaban cumplir. Y él no estaba amargado contra ellos. Además, la muerte no lo aterraba, su corazón estaba lleno de esperanza del cielo. Hacia ellos, él no tenía nada más que el amor de Cristo. Y momentos después, todo se acabó. La espada había cumplido con su trabajo, y el cuerpo del hombre dominado por el amor de Cristo yacía en la quietud de la muerte en el jardín que él amaba tanto. La esperanza del cielo quita el temor. Espero que podamos vivir un poco más así, un poco menos como tendemos a vivir al buscar el premio. Oremos.
Nuestro querido Señor, te rogamos que nos concedas la gracia para vivir de tal manera como este querido santo a quien algún día conoceremos en Tu presencia. A vivir de tal manera que nos preocupe poco nuestra propia vida, y que nos importe mucho estar contigo. Ayúdanos Señor, a perseguir el premio, a seguir los ejemplos correctos, a huir de los equivocados, los enemigos de la cruz, estar enfocados siempre en la expectativa de Jesús.
Podemos morir y nuestro espíritu se va primero, o Tú podrías venir por nosotros. De cualquier manera, ¡Ven Señor Jesús, llévanos para estar contigo! Pero hasta ese día, que seamos fieles en servir, sabiendo que la única razón por la que estamos aquí, no es para volvernos ciudadanos del mundo, no para estar preocupados aquí, no hacernos tesoros aquí, sino simplemente para servirte, y para perseguir la semejanza a Cristo que nos hace un testimonio de Tu gracia, hasta el día cuando seamos hechos como Aquel a quien amamos.
En el querido nombre de Cristo oramos. Amén.
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