Cuando llego a esta época del año y me enfoco de manera tan concentrada en la cruz de Cristo, se convierte en un tiempo de evaluación personal para mí. Espero que también lo sea para usted. Entre más me acerco a la cruz, más veo lo horrendo que es mi propio pecado. Entre más contemplo la muerte de Cristo y me doy cuenta de lo que Él hizo en esa cruz por mí, más odio lo que yo soy en mi estado caído.
Es tan fácil volverse tolerante de su pecado. Una de las cosas que hemos por ustedes como jóvenes - de hecho, quizás lo temo más que cualquier otra cosa fuera del hecho de que quizás realmente no sean salvos - es que durante los años de su juventud se acostumbren al pecado. Pueden hacerlo, como ustedes lo saben, porque los hábitos que están con cultivando ahora en su vida serán muy difíciles de romper.
Es durante estos años en su vida que están desarrollando lo que el escritor de Hebreos llama “el pecado que nos asedia”. Pecados que se convierten en su amigo. Pecados que se convierten en algo familiar a ustedes. Pecados que, en el futuro, van a descubrir que son casi imposibles de dejar. Pecados que se convertirán tan habituales que inclusive no se den cuenta de lo que son por lo que son; y son pecados que clavaron a Jesucristo a la cruz. Son los pecados por los que Él murió, por lo que Él les dio perdón; sin embargo, de manera ignorante y quizás deliberada, los pecados en los que quizás continuamos viviendo.
En Hebreos, capítulo 12, palabras conocidas, el escritor dice en el versículo 1: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia.” Esa es una afirmación muy importante, jóvenes. Y quiero concentrarme en ella. Hay otra cosa que temo, que, si se les hace fácil desarrollar el pecado habitual aquí, ¿qué va a pasar cuando se vayan este verano? Los pecados que ya hayan cultivado, van hacer más fáciles de cometer cuando ya estén fuera del ambiente de la amistad cristiana, de la rendición de cuentas cristiana, de la enseñanza diaria de la Palabra de Dios, de las expectativas serias, de los mensajes de capilla, etcétera.
Como verán, es su naturaleza debido a que están en un estado caído igual que yo, como todos nosotros, el involucrarse fácilmente en el pecado. El ser asediados por el pecado. Eso es lo que dice. El pecado que nos asedia o que nos enreda de manera tan fácil. No es difícil que el pecado nos enrede, que se arraigue de una manera tan profunda en nuestras vidas que se vuelve habitual. No es difícil para el pecado hacer eso. Es fácil. Y normalmente, hay ciertos pecados con los que luchamos toda nuestra vida porque los cultivamos en nuestra juventud. Son los pecados que nos asedian con mayor facilidad los que quizás nos parecen más tolerables.
Y en términos generales, los que no nos asedian, en los que no nos enredamos con tanta facilidad, son los que condenamos con mayor facilidad en otras personas. Si vas a vivir la vida cristiana y correr la carrera con perseverancia, tienes que enfrentar los pecados que te asedian.
Permítanme ver si puedo ayudarles a entender por qué algunos pecados te asedian de una manera tan fácil.
En primer lugar, el pecado tiene gran poder debido a que tu carne no está redimida. Tu Espíritu ha sido redimido. En el interior, eres una nueva criatura. Tu carne, no ha sido redimida. Y al usar la palabra carne, no sólo quiero decir tu cuerpo físico. Quiero decir tu condición de humano, tanto la manera en la que actúas, las cosas que haces físicamente y la manera en la que piensas y sientes. Todo eso. La voluntad, la mente, la emoción. El cuerpo todavía es todo eso y el pecado tiene gran poder sobre tu carne no redimida. Hizo a Pablo decir: “miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Él lo vio como un cadáver que estaba amarrado a él. Un cadáver que estaba en estado de putrefacción. Un cadáver en estado de descomposición. Gálatas 5:17 dice: “el deseo de la carne es contra el Espíritu y estos se oponen entre sí.”
El pecado tiene gran poder en nuestras emociones. El pecado tiene gran poder sobre nuestras emociones. Tiene gran poder sobre nuestra voluntad. Tiene gran poder sobre nuestros deseos para mandarnos a hacer lo que está mal. Y hasta que nuestros cuerpos sean redimidos, tienes que entender que eres muy vulnerable.
Esa es la razón por la que la Biblia habla de mantenerte lo más alejado posible del pecado como puedas. Porque entra de una manera tan fácil en nuestra carne no redimida.
En segundo lugar, podría añadir, no sólo tiene gran poder en nuestra carne, sino que está muy cercano. Como un enemigo, nos gustaría creer que está lejos y podemos verlo venir. Pero la realidad es que el pecado está muy cercano; de hecho, esta en nosotros. Está en nosotros. Jeremías 13:23 dice: “¿mudará el etíope su piel o el leopardo sus manchas?” Y la respuesta obvia es no. La conclusión, entonces, “tampoco vosotros podéis hacer bien estando habituados a hacer el mal”. El pecado está en la profundidad de tu ser. El corazón, dice Jeremías, es engañoso más que todas las cosas y perverso.
Entonces, el pecado tiene gran poder sobre tu carne no redimida y está muy cercano. Inclusive, está dentro de ti. Pablo dice en Romanos 7: “el pecado que está en mí… Que está en mí.” Nunca podrás huir de él, sea que estés en casa o sea que estés aislado o sea que estés en el medio de un grupo de personas como este, en un servicio enfocado en el Señor, en donde quiera que estés, el pecado está ahí. Tener las compañías correctas en el ambiente correcto te dará fortaleza para enfrentarlo, pero estará ahí.
Un tercer pensamiento, simplemente para profundizar nuestro entendimiento de por qué el pecado nos asedia es que el pecado no permanece separado. Esto quiere decir que está ahí, pero no es identificado de manera fácil. Alguien me preguntó hace algunos unos años atrás si yo predicaba sermones con un motivo puro. Y mi respuesta a esa pregunta fue: “no lo sé.” Porque no sé. Me gustaría pensar que cada vez que me pongo a predicar la Palabra de Dios, lo hago con un motivo absolutamente puro, para glorificar a Dios y no con ningún otro motivo de llamar la atención a mí mismo o ganar una reputación o ganar respeto o ser alguien de quien se piensa como virtuoso o santo o dotado. Me gustaría pensar que cada vez que predico, lo hago únicamente a partir de un motivo de glorificar a Dios. Y si mi preguntas, mi respuesta sería: “no lo sé,” porque el pecado está tan enredado en lo que yo soy que no puedo separarlo. Es así de profundo en nuestro ser. Y afecta a ese grado.
No sé si yo he llegado a tener en algún punto en mi vida un motivo completa y absolutamente puro que duró por mucho tiempo porque el pecado no está separado de lo que yo soy. Infecta a todos mis deberes. Infecta a todos mis ministerios. Está enredado en todos mis motivos. Retarda y, de alguna manera, hiere todos mis propósitos y todas mis buenas intenciones. Inclusive, afecta los actos mismos de obediencia y adoración en los que me esfuerzo por expresarle a Dios. Inclusive, mis mejores esfuerzos, de alguna manera, están manchados. Pablo dice: “veo esta ley o este principio, en Romanos 7, en guerra dentro de mí, luchando con ley o el principio de mi mente y haciéndome un prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.”
El pecado entonces es fuerte, dijimos en primer lugar. El pecado está cerca, en segundo lugar. Y, en tercer lugar, te enreda. Se mezcla. No podemos separarnos de él. Sin embargo, la Biblia nos dice aquí que debemos despojarnos del pecado que nos asedia. Efesios 4:22 lo dice de esta manera: “despojaos del viejo hombre que está siendo corrompido según las concupiscencias del engaño”. Pedro lo dijo de esta manera, “que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Pablo en Romanos 6 dijo: “no dejéis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal para que obedezcáis sus concupiscencias”.
Entonces, se nos manda a desenredarnos de algo que es poderoso, que está presente, que afecta a todo nuestro ser. ¿Cómo hacemos eso? Bueno, no es una batalla fácil y realmente creo que algunos de ustedes, no la están peleando muy bien. Y se están permitiendo el enredarse en mayor profundidad con el pecado. Aquí están ustedes en el ambiente correcto, aquí están ustedes con la rendición de cuentas potencial correcta, aquí están ustedes sentándose bajo el tipo de enseñanza correcta y el tipo de verdad correcta, pero no están aplicándola de manera apropiada. Están cultivando pecados. Y el día vendrá, les prometo, cuando mirarán hacia atrás y con gran tristeza de corazón dirán: ¿por qué no enfrenté esto cuando era joven? Éste es el momento.
Ahora, hay que reconocer dos cosas si vas a enfrentar el pecado que te asedia. Una, que el poder y la fortaleza para enfrentarlo es del Espíritu Santo. Es el poder del Espíritu. Pablo presenta eso de manera muy clara en Gálatas capítulo 5 cuando él habla de andar en el Espíritu y no satisfacer a los deseos de la carne. No es simplemente algo negativo. No significa que simplemente te sientas para tratar de descubrir el pecado y pisarlo. Significa que te preocupas con obedecer el Espíritu de Dios conforme Su voluntad es expresada en la Palabra de Dios y en la motivación de la Palabra de Dios y en estar consumido de manera positiva con la obediencia.
Hallarás que el pecado tiene una manera entonces de desaparecer. Es la obra del Espíritu. Tú andas en el Espíritu y no satisfarás los deseos de la carne. Andar en el Espíritu significa permitir que la Palabra de Cristo domine tu pensamiento y andar en armonía con eso. Caminar en armonía con eso. Creo que simplemente podrías decir que a lo que se reduce es a la necesidad de colocar la Palabra de Dios en tu corazón. Dejar que la Palabra de Cristo more en abundancia en ti.
Permítame sugerirte que, si no has desarrollado en tu propia vida un compromiso con memorizar las Escrituras, ahora es el momento de hacerlo. Necesitas comenzar a colocar la Palabra de Dios en tu vida. David lo dijo: “en mi corazón he guardado Tus dichos para no pecar contra ti. ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar Tu palabra”. Y como resultado de eso, el versículo 9 del Salmo 119, él dice en el versículo 11: “en mi corazón he guardado Tus dichos para no pecar contra Ti.”
Digo, eso es lo que han hecho grandes cristianos. Han colocado la palabra de Dios en sus corazones de tal manera que literalmente se encuentran cediendo a la aplicación del Espíritu Santo de esa palabra. La Palabra es lo que nos separa del pecado, lo que nos protege contra la tentación.
Pablo memorizó las Escrituras. El apóstol Pablo. No hay ningún truco mágico. No fue una especie de secreto sobrenatural que él conoció y que nadie más conoció que lo hizo un gran cristiano. Él escondió la palabra de Dios en su corazón. Escuche Hechos 17:3. Pablo, como era su costumbre, fue al día de reposo. Ahora, sigue esto, “explicando y dando evidencia de que el Cristo tuvo que sufrir y resucitar de los muertos”. Literalmente, cuando dice explicando y dando evidencia el griego dice “abriendo y colocando frente a ellos la evidencia”.
¿Qué significa eso? Bueno, él les estaba mostrando la evidencia. ¿Qué evidencia? Evidencia en el Antiguo Testamento de que el Mesías tenía que morir, tenía que sufrir, tenía que sufrir, tenía que ser crucificado. ¿En dónde está esa evidencia en el Antiguo Testamento? Bueno, en un lugar está en Isaías 53, ¿no es cierto? Inclusive, lo puedes encontrar desde Génesis 3:15. Lo encuentras en el sistema sacrificial, en donde todos los retratos de Cristo son tomados en los corderos del sacrificio que fueron ofrecidos. Encuentras en sufrimiento del Mesías en varios lugares en los Salmos como el Salmo 22, que describe Su crucifixión.
El punto es este: el apóstol Pablo se puso ahí de pie como era su costumbre en el día de reposo, enfrente del pueblo judío y razonó con ellos a partir del Antiguo Testamento con respecto a la necesidad de la muerte de Cristo. Y él no tuvo un rollo en su mano. Él lo tuvo en su corazón. Créeme, no estaba desenrollando rollos por todos lados. Él estaba razonando con ellos a partir de las Escrituras, las cuales sin duda alguna estaban en su propia memoria. Créanme.
Pablo memorizó las Escrituras y esa fue la fortaleza de su ministerio. Fue un ministerio bíblico. Si regresas a Hechos, capítulo 2 y escuchas a Pedro predicando el gran sermón que él predicó en el día de Pentecostés, sabes que Pedro memorizó las Escrituras también, porque él cita a grandes secciones de las Escrituras en ese sermón de Pentecostés comenzando en el versículo 14. Si ves en tu Biblia y ves las citas que están ahí, tomadas directamente del Antiguo Testamento, sabrás que Pedro pudo usar las Escrituras porque él las tenía en su memoria. No es sólo nada más por memorizar, sino para proclamar por causa de la pureza.
También, creo que Timoteo y Tito y otros apóstoles y otros hombres de Dios como Apolos, que era poderoso en las escrituras del Antiguo Testamento y Bernabé, el hijo de la consolación y muchos otros de los héroes del Nuevo Testamento, memorizaron las Escrituras.
Si regresas al Antiguo Testamento y ves el libro de Proverbios, los primeros capítulos de Proverbios, capítulo 2, capítulo 4, capítulo 6 hasta el capítulo 7, hay un clamor constante para la memorización de la verdad y principios revelados por Dios.
Josué, capítulo 1, versículo 8 dice que necesitas meditar en la Palabra de Dios día y noche; y si haces eso, harás prosperar tu camino y tendrás buen éxito. Deuteronomio capítulo 6 dice que debes hablar de las cosas reveladas de Dios cuando te sientes, te levantes, cuando te acuestes y andes por el camino. Debe ser la parte más familiar de tu conversación. Santiago 1:21 dice: “recibe la palabra implantada por Dios que puede salvar tu vida.”
Es una parte absolutamente vital de la vida espiritual si voy a enfrentar el pecado que me asedia, colocar la palabra de Dios en operación en mi vida. Se convierte en el agente mediante el cual el Espíritu de Dios me da dirección. Escuche Proverbios 22:17: “inclina tu oído y oye las palabras de los sabios y aplica tu mente a mi conocimiento porque será agradable si las guardas dentro de ti para que estén listas en tus labios, para que tu confianza esté en el Señor. Te he enseñado el día de hoy, inclusive a ti. ¿No te he escrito cosas excelentes de consejo y de conocimiento para darte a conocer la certeza de las palabras de verdad para que puedas responder correctamente al que te envió?
En otras palabras, así es como vives tu vida. La verdad está hecha disponible. Tómala, almacénala, y será un recurso para los asuntos espirituales de la vida. Entonces, necesitamos reconocer que, si vamos a enfrentar el pecado, en primer lugar, que va a ser la obra del Espíritu. Y el Espíritu usa la Palabra. Y si no estoy involucrado en colocar la Palabra de Dios en operación en mi vida aprendiéndola, memorizándola, entendiéndola y explicándola, nunca voy a enfrentar el pecado que me asedia. Y voy a cultivar actos de injusticia con los que voy a luchar toda mi vida. Y de esta manera, perderé poder y ministerio potenciales, como también gozo.
Ahora, permítame avanzar a un segundo componente. El Espíritu Santo tiene una parte, pero también tú la tienes. Digo, es necesario que también reconozcamos unas cuantas cosas. Permítame darte algunas de ellas. Uno, no subestimes la seriedad de su pecado. Creo que este es el error inicial que los cristianos cometen. No piensan que el pecado realmente es tan malo como es. No subestimes la seriedad de tu pecado. El pecado que te asedia es serio porque todo pecado es serio. Es tan serio, si sigues leyendo a lo largo de Hebreos 12, descubrirás que el Señor te va a disciplinar por cada pecado. Él va a azotar a todo hijo a quien Él ama porque Él quiere deshacerse de todo pecado. No lo subestimes. Roba tu gozo, destruye la fidelidad, te roba de la paz, te hace inútil en el servicio a Cristo, limita tus respuestas a la oración, trae disciplina en el Señor, es mortal, es algo serio.
Sé que cuando eres joven piensas que puede salirte con la tuya con el pecado, puedes hacer concesiones con tu novio o con tu novia. Puedes involucrarte bebiendo alcohol y perdiendo el control de tus sentidos. Puedes hacer concesiones al hacer trampa en sus exámenes. Puedes tener anotadas las respuestas del examen. Puedes por encima del hombro de alguien. Puedes pensar que eso es algo pequeño. Fue eso lo que colocó a Cristo en la cruz. Fue eso lo que te llevaría al infierno si no fuera por Cristo.
El día 17 de agosto de 1662 en Inglaterra, se implementó lo que fue llamado el Acto de Conformidad, una de las marcas negras en la historia europea e inglesa. El Acto de Conformidad fue un Acto prácticamente que prohibía a cualquier predicador en cualquier púlpito de ser un no conformista. Esto es, no conformarse con la religión del estado. Y hubo muchos predicadores no conformistas. Conocemos a muchos de ellos en la actualidad como puritanos.
En este último día, el día en el que eso se implementó y el último día en el que los predicadores no conformistas podían predicar, todos predicaron sermones de despedida en todas sus iglesias. Fue un día terrible. Los predicadores por toda Inglaterra se pusieron de pie para decirle adiós a sus congregaciones. Algunos de ellos, murieron como mártires. Algunos de ellos, fueron más enviados por barco a otras naciones y nunca regresaron para ver a sus congregaciones y a sus familias. Ciento de familias fueron divididas. Hay un libro titulado Sermones de Despedida que registra un par de docenas de esos sermones.
Uno de ellos fue predicado por un hombre llamado Calimy. Y él se puso de pie en su congregación y el último día, se le permitió predicarles antes de su exilio por predicar la palabra de Dios. Y él dijo esto: “hay más maldad en el menor de los pecados que en la calamidad externa más grande”. En la cita. Esa fue una afirmación profunda. Él les estaba diciendo: ¿ustedes creen que es algo terrible que estoy siendo quitado de mi púlpito? Ustedes creen que terrible que estoy siendo expulsado de mi país y alejado de mi familia y exiliado. Permítanme decirles algo, estoy preocupado por esto, y ustedes lo saben. Por muy severa que es esta calamidad, hay más maldad en el menor de los pecados que en la calamidad más grande. Una calamidad no es un pecado. Vemos algo que es una calamidad y pensamos que eso es algo serio. No lo es. Ves al huracán Andrew. Ves a un choque de avión. Ves el martirio de un misionero como el del que escuchamos esta mañana y pensamos que eso es algo terrible, que eso es algo severo. No, eso no es un pecado. Que un misionero muera no es un pecado. Eso es transportarlo al cielo. Que 1 huracán en sí mismo venga no es un pecado. Que un choque de aviones en sí mismo, no es un pecado. Y Calimy tuvo razón cuando él dijo: "el menor de los pecados en tu vida tiene más maldad que la peor calamidad”.
Y después, él procedió a decir: el menor de los pecados en tu vida es más malo que la peor miseria, porque el pecado deshonra a Dios, abusa de la misericordia, menosprecia la gracia, presume del perdón, contamina el servicio de adoración y la comunión.
En segundo lugar, conforme ves tu parte en enfrentar el pecado, no sólo reconoce la seriedad del pecado y no te engañes pensando que es aceptable, sino que, en segundo lugar, determina fuertemente no pecar. Y hazle esa promesa a Dios.
¿Alguna vez le dicho eso a Dios? Te quiero decir, “no quiero pecar, determino en mi corazón no pecar”. Si no estás dispuesto a decir estas palabras al Señor, entonces es claro que estás aferrándote al pecado que te asedia y no quieres dejarlo. Y no quieres decirle a Dios eso porque es bastante malo ser un pecador sin ser un hipócrita.
¿Estás dispuesto realmente a decirle: “determino en mi corazón a no pecar en este día, aquí, en este momento y diariamente? ¿Determino en mi corazón no pecar? El salmista lo dijo en el Salmo 119:106: “he jurado y confirmaré que guardaré Tus ordenanzas justas.” No vas a poder hacerlo de manera perfecta, pero por lo menos, el corazón dispuesto es expresado. Y si no tienes ese tipo de corazón dispuesto, entonces estás disfrutando tu pecado. El Salmo 119:32: “correré por el camino de Tu mandamiento, quiero caminar por Tu camino, Dios. Quiero obedecerte.” El puritano Thomas Mantin escribió: “pecar contra la luz de nuestra propia conciencia y la iluminación del Espíritu Santo y la instrucción que nos disciplina en nuestras mentes, eso agrava nuestro pecado. Pero pecar en contra de nuestro propósito fijo de no pecar es más serio. Porque ahora, hemos añadido a nuestra debilidad una promesa mentirosa, hipócrita.”
En tercer lugar, cuídate del movimiento sutil del pecado. Y lo que quiero decir con esto es “sospecha de tu propia espiritualidad”. Sospecha de tu propia espiritualidad. ¿Crees que eres fuerte? Cuidado, porque cuando crees que es fuerte, eres débil. “Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Esa es la razón por la que dice en el Antiguo Testamento acerca de Job, que él hizo pacto con sus ojos. Él no confió en sus ojos. Él dijo: “hice pacto con mis ojos, ¿cómo pues yo miraré a una virgen?” ¿Cómo puedo yo ver con una mirada con lujuria si hice un pacto con mis ojos a no mirar? Cuidado con la sutileza del pecado. Sospecha de tu supuesta espiritualidad.
Permíteme darte otro principio. Número cuatro: arrepiéntete inmediatamente después de que pecas. Arrepiéntete inmediatamente. Después de que el gallo cantó la tercera vez, ¿qué dice? Pedro salió y ¿qué? Lloró amargamente. Inmediatamente después de que se dio cuenta de su pecado, él lloró en arrepentimiento. Si vas a enfrentar el pecado que te asedia, va a demandar un esfuerzo muy, muy fuerte de tu parte. Entiende la seriedad del pecado. Entiende su sutileza, enfréntalo inmediatamente cuando te pega, arrepiéntete inmediatamente.
Y otro pensamiento: ora continuamente por ayuda divina. Entrégate a la oración, dijo Pablo, manteniéndote alerta en ella, Colosenses 4. Si entiendo la seriedad del pecado, si voy a hacerle promesas a Dios honestamente, diariamente de no pecar, y le voy a rogar por la fortaleza por guardar la promesa, voy a estar alerta a las sutilezas del pecado. Y si voy a arrepentirme inmediatamente después de pecar, voy a comenzar a cultivar un odio hacia el pecado. Voy a comenzar a cultivar un patrón de obediencia.
Y no les estoy diciendo estas cosas de esta mañana porque quiero golpearlos. Les estoy diciendo esto porque quiero mantenerlos alejados de la tristeza que todos nosotros alcanzamos a mi edad en la vida cuando miramos hacia atrás y decimos ¿por qué llegué a permitir que ciertas debilidades se cultivaran cuando era joven? Si no odias los pecados ahora, aprenderás a odiarlos, porque una vez que se vuelven pecados que te asedian o que te enredan, simplemente se aferran a tu vida continuamente de una manera que te debilita.
Ahora es el momento, jóvenes, de ser honestos delante del Señor con estos pecados que los asedian y enfrentarlos. No por causa de la reputación del Master’s College, no tanto por causa de la reputación de tu propia Iglesia, no tanto por causa de asegurarse que sean prósperos y exitosos, aunque ese es un componente, sino por causa de ser todo lo que Dios quiere que sean. ¿Por qué quieres ser algo menos que eso? ¿Crees que, en últimas, vas a encontrar placer en violar la ley de Dios, en violar los principios de Dios? ¿Crees que, de alguna manera, a pesar de lo que Dios dice, tienes una mejor manera de hacer las cosas?
El Señor dice: “obedéceme y te bendeciré”. ¿Pero tú descubriste otra manera por ti mismo y si pecas, va a disfrutar más de la vida? Digo, realmente no quieres creer esa mentira de Satanás, ¿verdad? Ahora es el momento para que nos despojemos de los pecados que nos asedian.
Y voy a orar por ustedes ahora, como siempre lo hago; y voy a orar por ustedes a lo largo del verano, para que, conforme pasa el tiempo en el verano, el Señor les de la fortaleza para andar en el Espíritu porque están meditando la Palabra todo el tiempo. Están memorizando la Palabra, están aprendiendo la Palabra y están reconociendo la seriedad de su pecado. Están haciendo pactos con el Señor regularmente para evitar el pecado. Su arrepentimiento es instantáneo. Están atentos a las sutilezas serias del pecado y están buscando la ayuda de Dios en la oración constante para que puedan triunfar sobre la carne y la tentación.
Todo eso, para que puedan ser todo lo que Dios quiere que sean, para que puedan conocer la totalidad de la bendición.
Padre, Te daremos gracias en esta mañana por esta capilla maravillosa. Te damos gracias por el recordatorio de la muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, el precio que le costó pagar por nosotros como el Cordero de Dios quien quitó el pecado del mundo. Y Señor, no podemos aferrarnos a aquello que lo clavó ahí. Pecados pequeños que pensamos que no son tan serios, pero en realidad, fueron lo suficiente como para hacer que Cristo tuviera que sufrir en la cruz, lo suficiente como para enviarnos a un infierno eterno. Danos un odio santo hacia el pecado, no sólo pecado en otros sino pecado en nosotros. Y que nos despojemos del pecado, que nos enreda con tanta facilidad y que corramos la carrera, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, quien por el gozo que fue puesto delante de Él soportó la cruz por nosotros. Oramos en Su Nombre maravilloso. Amén.
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