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Estados Unidos quiere la bendición de Dios, pero no a Dios. Nuestra nación lo ha expulsado constantemente de lo nacional. Con el trasfondo de la democracia, la igualdad y la justicia, la noción de que hace mucho tiempo, antes de crear el mundo, Dios escogió a algunas personas para salvación, pero no a todo el mundo parece francamente ofensiva.
¿Por qué Dios redimiría a algunos pecadores indignos, pero permitiría a otros - personas no más indignas - pasar la eternidad en el infierno? ¿Con qué criterio decidió Dios? Si alguien que no fue electo por Dios muere y se va al infierno, ¿quién es realmente el responsable? Y si Él eligió a quién salvaría, ¿cuál es el objetivo del evangelismo personal?
Esas son las preguntas difíciles inevitablemente planteadas por la doctrina de la elección; y son el tipo de preguntas que John MacArthur encara frontalmente en su estudio provocador y que nos dirige a la alabanza, Elegidos para la Eternidad.
Esta serie de sermones incluye los siguientes mensajes:
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