by
Un cierto mendigo pasó muchos años ahorrando dinero para cumplir su sueño de viajar en un crucero. Cuando finalmente había ahorrado el dinero requerido, compró un pasaje. Sabiendo que no podía pagar por la extravagante comida a bordo, él se llevó lo que podía comprar, galletas y mantequilla de maní.
Después de algunos días, observando a los demás pasajeros comer comidas exquisitas, sus galletas y mantequilla de maní se volvieron rancias y sin sabor. Desesperadamente hambriento, le rogó a un conserje que le permitiera trabajar por comida.
“¿Señor, no se ha dado cuenta que las comidas están incluidas con el pasaje? ¡Usted puede comer todo lo que quiera!”
Un montón de cristianos viven como ese hombre. Sin darse cuenta de las provisiones ilimitadas que son de ellos en Cristo, ellos comen restos de comida rancios. ¡No hay necesidad de vivir así! ¡Cualquier cosa que deseemos o que necesitemos está incluida en el costo de la admisión —y el Salvador ya lo ha pagado por nosotros!
Hay una sola palabra que incluye todas las riquezas que encontramos en Cristo: gracia. ¡Qué palabra extraordinaria! Es usada más de 150 veces en el Nuevo Testamento para hablar del favor divino derramado sobre gente que no lo merece. Es el medio por el cual recibimos todo beneficio físico y espiritual.
Hasta un cierto punto, aun los incrédulos se benefician de la gracia de Dios. Los teólogos le llaman a eso “gracia común” porque es común a toda la humanidad. La gracia común es el continuo cuidado de Dios por toda la creación, proveyendo para la necesidad de Sus criaturas. A través de la gracia común, Dios refrena a la humanidad de la corrupción total y mantiene orden y un sentido de belleza, moralidad y bondad en la conciencia de la sociedad.
Los cristianos, sin embargo, reciben una gracia mayor (Santiago 4:6). Para nosotros, la gracia de Dios es inagotable e ilimitada, incluyendo todo lo que hemos hablado en publicaciones anteriores acerca de considerar las provisiones todo-suficientes de Jesucristo.
Somos salvos por gracia (Efesios 2:8) y en gracia nos sostenemos (Romanos 5:2). La gracia sostiene nuestra salvación, nos da la victoria sobre la tentación y nos ayuda a soportar el sufrimiento y el dolor. Nos ayuda a entender La Palabra y a aplicarla sabiamente en nuestras vidas. Nos acerca a la comunión y a la oración, y nos permite servir al Señor de manera eficaz. En pocas palabras, existimos y estamos sujetos con firmeza a un ambiente de gracia todo suficiente.
Gracia sobre gracia
Una de las afirmaciones más maravillosas acerca de nuestro Señor es que Él estaba “lleno de gracia” (Juan 1:14) y “de Su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16). “Gracia sobre gracia” habla de gracia acumulada —una gracia seguida por otra. Tal gracia es nuestra cada día. Es ilimitada y suficiente para cada necesidad.
Pablo la llamó “la abundancia de la gracia” (Romanos 5:17), “las abundantes riquezas de Su gracia” (Efesios 2:7) y “superabundante gracia” (2 Corintios 9:14). Pedro la llamó la “multiforme” (en griego, poikilos, “multifacética” o “multicolor”) gracia de Dios (1 Pedro 4:10). Él usó la misma palabra griega en 1 Pedro 1:6, en referencia a los diferentes tipos de pruebas que los creyentes enfrentan. Ese es un paralelismo maravilloso: la multifacética gracia de Dios es suficiente para nuestras pruebas multifacéticas.
Gracia sobreabundante
Quizás, en ningún lugar la magnificencia de la gracia de Dios está más maravillosamente declarada, que en 2 Corintios 9:8–11. Los superlativos aquí son asombrosos: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra…para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (énfasis agregado).
En un sentido, esos dos versículos resumen todo lo que pueda ser dicho acerca de nuestra suficiencia en Cristo. Puesto en un contexto que describe las provisiones materiales de Dios, tienen un significado que se extiende a proporciones ilimitadas. La gracia incomparable mora en cada creyente (v.14). ¿Debería, entonces, extrañarnos que Pablo no pueda contener su alabanza a Dios por tal regalo indescriptible (v.15)?
Gracia toda-suficiente
Pablo experimentó la gracia de Dios como pocos la han experimentado, porque él soportó el sufrimiento como pocos lo han soportado. En 2 Corintios 12:9, el Señor le dio una de las más profundas verdades en toda la revelación: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad.” Esa promesa maravillosa se extiende a cada creyente, pero su contexto es uno de dificultades severas, angustias, persecuciones y debilidades humanas (v.10).
En el capítulo 11, Pablo registra muchas de las dificultades y situaciones amenazantes en su vida que él había soportado. Incluidas en su lista, hay grandes aflicciones físicas —encarcelamientos, golpizas, apedreadas, naufragios, ríos peligrosos, asaltantes, persecuciones judías y gentiles, noches sin dormir, inclemencias del tiempo y falta de comida y bebida (vv. 23–27). Más doloroso que todo esto, era la preocupación diaria que él tenía por todas las iglesias (v. 28). La gente y la iglesia de Dios eran las más grandes pasiones de Pablo (Colosenses 1:28–29) y representaban el más alto potencial de dolor y frustración.
El dolor más grande que conoció vino de parte de la gente que él más amaba —esos a los que él les había dado su alma y su evangelio, pero que ahora se habían vuelto en contra de él. Su rechazo, traición, crítica, acusaciones falsas e incluso odio, habían penetrado profundamente en su corazón. En 2 Corintios, él escribió como un hombre que no era amado, que no era apreciado, que no era confiable y con su alma profundamente atribulada.
Las lecciones de la gracia
Las circunstancias angustiantes de Pablo lo colocaron en condiciones de aprender algunas lecciones maravillosas acerca de la gracia de Dios, que él nos transmite en 2 Corintios 12:7–10:
"Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor de a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte."
Hay tanto que podemos extraer de este maravilloso texto. Para el propósito de este artículo, simplemente voy a mencionar brevemente las lecciones que se pueden extraer del mismo acerca de la gracia de Dios.
Humildad. Dios sabe que los hombres están propensos al orgullo, especialmente cuando están en posiciones de privilegio espiritual. Por lo tanto, Él a menudo usa la oposición y el sufrimiento para enseñarles la humildad. El hecho que Dios ponga pruebas en nuestras vidas para refrenar el pecado y producir piedad, es un acto de gracia.
Dependencia. Muchas veces, otros creyentes son canales de la gracia de Dios, pero únicamente Él es la fuente. Nosotros tendemos a ir a la gente con nuestros dolores, pero Dios quiere que, antes que nada, le busquemos a Él en tiempos de tribulación.
Tres veces, Pablo apeló a Dios para que le quitara el aguijón —las tres veces Dios dijo que no. Él oró persistentemente y fielmente; aun así, aprendió que los propósitos de Dios pueden ser mejor alcanzados con ‘no’ como respuesta.
Suficiencia. Pablo estaba conforme con la decisión de Dios, porque sabía que Dios le supliría gracia suficiente para su prueba. “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia;” (v. 9). “Y me ha dicho” es en el tiempo perfecto en el texto griego, implicando que cada vez que Pablo oró, Dios decía lo mismo y lo seguía diciendo. “Bástate Mi gracia” era Su respuesta modelo. Después de tres veces, Pablo abandonó su pedido. Esta no era una señal de que Pablo abandonó a Dios, sino que él descansó en la gracia suficiente de Dios.
Poder. El mismo sufrimiento que revela nuestras debilidades, revela el poder de Dios, “porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9). Cuando somos menos efectivos en nuestra fuerza humana y tenemos únicamente el poder de Dios para sostenernos, entonces somos canales adecuados a través de los cuales fluye Su poder. Entonces, deberíamos alabar a Dios por las adversidades, porque es ahí cuando Su poder es más evidente en nuestras vidas. No hay nadie demasiado débil para ser poderoso, pero hay muchos demasiado fuertes.
Contentamiento. Pablo nos da un principio clave en el versículo 10: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” Pablo aceptó su mayor problema como a un amigo para guiarlo a una mayor utilidad espiritual.
Conclusión
La gracia de Dios es más que suficiente para cada una de nuestras necesidades. ¿Es su relación con Él suficientemente profunda y confiable para que lo acerque a Él durante los tiempos de dificultad? ¿Está usted conforme soportando debilidad, insultos, angustia y persecuciones por la causa de Cristo, para que pueda ser más fuerte espiritualmente, incluso en el medio de debilidades físicas y emocionales?
Se cuenta la historia de Charles Haddon Spurgeon, quien estaba volviendo a su casa después de un día pesado de trabajo, sintiéndose cansado y deprimido, cuando el versículo vino a su mente: “Bástate Mi gracia”.
En su mente, inmediatamente se comparó a un pequeño pez en el río Támesis, temiendo que, si tomaba agua del río todos los días, secaría el río. Entonces, el Padre Támesis le dijo: “Bebe tranquilo, pececillo. Mi corriente es suficiente para ti.”
Luego, él pensó en un pequeño ratón en los graneros de Egipto, temeroso de que sus mordiscos diarios acabaran los suministros y causaran que se muriera de hambre. Entonces, José llega y le dice: “Anímate, ratoncito. Mis graneros son suficientes para ti.”
Luego, pensó en un hombre escalando una montaña alta, para alcanzar la cima majestuosa y temiendo que su respiración fuera a agotar el oxígeno de la atmósfera. El Creador resuena Su voz desde el cielo, diciendo: “Respira, hombre, y llena tus pulmones. Mi atmosfera es suficiente para ti.”
Descansemos en la abundancia de la maravillosa gracia de Dios, y la suficiencia total de todos Sus recursos espirituales. Ése es el legado todo-suficiente de nuestro Salvador a Su pueblo.
¡Gracia y paz os sean multiplicadas! (2 Pedro 1:2)
(Adaptado de Nuestra Suficiencia en Cristo)