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Es significativo que uno de los nombres bíblicos de Cristo sea Admirable, Consejero (Isaías 9:6). Él es el Consejero Supremo y Definitivo a quien podemos acudir en busca de consejo; y Su Palabra es la fuente desde donde podemos extraer sabiduría divina. ¿Qué podría ser más admirable que eso?
De hecho, uno de los aspectos más gloriosos de la perfecta suficiencia de Cristo es el consejo admirable y gran sabiduría que Él suple en tiempos de desesperación, confusión, miedo, ansiedad y tristeza. Él es el Consejero por excelencia.
Ahora, esto no es para menospreciar la importancia de los cristianos aconsejándose unos a otros. Hay ciertamente una necesidad crucial de consejería bíblica sana dentro del cuerpo de Cristo. No debatiría ni por un momento el importante rol de quienes están dotados espiritualmente para dar aliento, discernimiento, consuelo, consejo, compasión y ayuda a otros.
De hecho, uno de los problemas que ha llevado a la actual plaga de mala consejería es que las iglesias no han hecho tanto bien como deberían, permitiendo que las personas con esos dones espirituales ministren con excelencia. Las complejidades de esta época moderna hacen mucho más difícil que nunca el tomar el tiempo necesario para escuchar con atención, servir a otros a través de la entrega personal compasiva y proveer la comunión cercana, necesaria para que el cuerpo de la iglesia disfrute de salud y vitalidad.
Las iglesias han mirado a la psicología para llenar el vacío, pero no va a funcionar. Los psicólogos profesionales no son sustitutos de gente dotada espiritualmente; y el consejo que la psicología ofrece no puede reemplazar la sabiduría bíblica y el poder divino. Por otra parte, la psicología tiende a volver a la gente dependiente de un terapista, mientras que aquellos que ejercitan dones espirituales verdaderos, llevan a la gente hacia un Salvador todo suficiente y Su Palabra toda suficiente.
Un Salmo sobre la Suficiencia de la Palabra de Dios
El rey David fue un ejemplo de alguien quien ocasionalmente buscó consejo de consejeros humanos, pero al final, siempre recurría a Dios en busca de respuestas. Como muchos de los salmos revelan, él era especialmente dependiente únicamente de Dios cuando luchaba con problemas o emociones personales (Salmos 18). Cuando le golpeó la depresión o confusión interna, se volvió hacia Dios y luchó en oración (Salmos 73). Cuando el problema era su propio pecado, él se mostró arrepentido, quebrantado y contrito (Salmos 51). La persona madura espiritualmente siempre se vuelve a Dios por ayuda en tiempos de ansiedad, angustia, confusión o inquietud en el alma ––y se aseguran consejo sabio y liberación.
Eso es debido a que toda necesidad del alma humana es básicamente espiritual. No existe algo llamado ‘problema psicológico’ no relacionado a causas espirituales o físicas. Dios suple recursos divinos suficientes para suplir todas esas necesidades por completo. David entendió eso.
Sus escritos reflejaron la profundidad de la experiencia humana, emoción y conocimiento espiritual de alguien quien ha experimentado plenamente los extremos de la vida. Él conoció el regocijo de pasar de pastor a rey. Él escribió acerca de todo, desde el triunfo absoluto, hasta el desaliento amargo. Él luchó con un dolor tan profundo que apenas podía soportar vivir.
Su propio hijo Absalón intentó matarlo y luego, fue asesinado. Él sufrió una culpabilidad horrible debido a la inmoralidad y asesinato. Sus hijos le trajeron constante aflicción. Él luchaba por entender las dos cosas ––la naturaleza de Dios y su propio corazón. De Dios, él dijo: “Grande es Jehová” (Salmos 145:3), mientras que de sí mismo él dijo: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmos 51:2). Él le dijo a Dios lo qué sentía y clamó por alivio ––a pesar que admitió que Dios tenía todo el derecho de castigarlo.
Al final de algunos de los salmos de David, él miró por una ventana de esperanza, y otras veces, no. Pero David siempre fue a Dios, porque entendió la soberanía de Dios y su propia depravación. Él sabía que sólo su todo-suficiente Salvador tenía las respuestas a sus necesidades y el poder de aplicar las respuestas. Y sabía que esas respuestas eran encontradas en la verdad acerca de Dios revelada en Su Palabra, que es en sí misma perfectamente suficiente. El Dios suficiente se reveló a Sí mismo en Su Palabra suficiente.
El Salmo 19:7-14 es la declaración más monumental sobre la suficiencia de las Escrituras, que jamás se haya hecho en términos concisos. Escrito por David bajo la inspiración del Espíritu Santo, ofrece un testimonio inquebrantable de Dios mismo acerca de la suficiencia de Su Palabra para cada situación. Refuta las enseñanzas de aquellos que creen que debemos ampliar la Palabra de Dios con verdad obtenida de la psicología moderna.
En los versículos 7 al 9, David hace seis afirmaciones acerca de las Escrituras. Cada una de las seis afirmaciones resalta una característica de la Palabra de Dios y describe su efecto en la vida de quien la recibe.
La Escritura es perfecta, convierte el alma.
En la primera afirmación (v.7), él dice: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”. La Palabra hebrea traducida “ley” es torah, que enfatiza la naturaleza didáctica de la Escritura. Aquí, David la usa para referirse a la suma de lo que Dios ha revelado para nuestra instrucción, sea un credo (lo que creemos), carácter (lo que somos) o conducta (lo que hacemos).
“Perfecta” es la traducción de una palabra hebrea que significa “entero”, “completo” o “suficiente”. Comunica la idea de algo que es integral, al punto de cubrir todos los aspectos de un problema. La Escritura es integral, corporizando todo lo que es necesario para la vida espiritual de uno. El contraste implícito de David es con el razonamiento imperfecto, insuficiente e incorrecto de los hombres.
La ley perfecta de Dios, dijo David, afecta a las personas porque “convierte el alma” (v.7). La palabra hebrea traducida “convierte” puede significar “restaura”, “revive” o “refresca”; pero mi sinónimo favorito es “transforma”. La palabra “alma” (en hebreo, nephesh) se refiere a la persona de uno, uno mismo o el corazón. Es traducida de todas esas maneras (y muchas más) en el Antiguo Testamento. La esencia de ella es la persona interior, la persona completa, el verdadero usted.
Parafraseando las palabras de David, las Escrituras son tan poderosas e integrales que pueden convertir o transformar toda la persona, convirtiendo a alguien exactamente en la persona que Dios quiere que sea. La Palabra de Dios es suficiente para restaurar mediante la salvación incluso a la vida más destrozada, un hecho del que David mismo dio abundante testimonio.
La Escritura es digna de confianza, imparte sabiduría.
David desarrolla aún más el alcance de la suficiencia de las Escrituras en el Salmo 19:7, “El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo”. “Testimonio” habla de la Escritura como un testigo divino. La Escritura es el testimonio seguro de Dios sobre quién Él es y lo que Él requiere de nosotros. “Fiel” significa que su testimonio es inquebrantable, inamovible, inconfundible, confiable y digno de confianza. Proporciona una base sobre la cual construir nuestras vidas y destinos eternos.
La Palabra fiel de Dios convierte al sencillo en sabio (v.7). La palabra hebrea traducida “sencillo” viene de una expresión que significa “una puerta abierta”. Evoca la imagen de una persona inocente que no sabe cuándo cerrar su mente a la enseñanza falsa o impura. Él es falto de discernimiento, ignorante, crédulo. Pero la Palabra de Dios lo hace sabio. “Sabio” no habla simplemente de alguien que conoce algunos hechos, sino de uno que es hábil en el arte de la vida piadosa. Él se somete a las Escrituras y sabe cómo aplicarla a sus circunstancias. De esta manera, la Palabra de Dios toma una mente simple y sin discernimiento, y la capacita en todas las cuestiones de la vida. Esto también es en contraste con la sabiduría de los hombres, que en realidad es necedad.
La Escritura es recta, produce gozo
David agrega una tercera declaración acerca de las Escrituras. Él escribe: “Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón”. Los mandamientos son principios divinos y guías para el carácter y la conducta. Ya que Dios nos creó y sabe cómo debemos vivir para ser productivos para Su gloria, Él ha puesto en las Escrituras todos los principios que necesitamos para vivir una vida piadosa.
Los mandamientos de Dios, dijo David, son “rectos”. En lugar de indicar simplemente qué es correcto y qué es erróneo, la Palabra tiene el sentido de enseñarle a alguien el camino verdadero. Las verdades de la Escritura establecen el camino correcto a través del difícil laberinto de la vida. Esa es una confianza maravillosa. Muchas personas hoy están angustiadas o abatidas porque carecen de dirección y propósito. La mayoría busca respuestas en las fuentes equivocadas. La Palabra de Dios no solamente provee la luz para nuestro camino (Salmo 119:105), sino que establece la ruta enfrente nuestro.
Debido a que nos conduce a través del camino recto en la vida, la Palabra de Dios trae gran gozo. Si usted está deprimido, ansioso, temeroso o dudoso, aprenda a obedecer el consejo de Dios y comparta el deleite resultante. No recurra a actividades autoindulgentes como la autoestima y la autorrealización. Enfóquese en la verdad divina. Ahí encontrará el gozo verdadero y duradero. Todas las otras fuentes son temporales y fugaces.
¿No es la Palabra de Dios asombrosa en su suficiencia? Es perfecta, no le falta nada, es confiable y establece el rumbo para una vida productiva. Como tal, nos transforma a la imagen de Cristo, nos otorga sabiduría para cada momento y nos llena con gozo eterno.
¡Qué trágico que es cuando dejamos de lado la fuente de sabiduría divina, prefiriendo la sabiduría del hombre, que es impotente e insuficiente!
La próxima vez, veremos las siguientes tres declaraciones de la suficiencia de las Escrituras, y saborearemos la dulzura de la Palabra de Dios.
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¿Qué Escrituras han tenido un impacto profundo en su vida durante tiempos de lucha con el pecado o el sufrimiento?
(Adaptado de Nuestra Suficiencia en Cristo)