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Practicar nuestra libertad nunca debe venir con el costo de ofender a otro hermano o hermana en Cristo. El principio del amor demanda que, cuando sea necesario, sacrifiquemos nuestra libertad gustosamente, por el bien de protegernos mutuamente. Ése es el tema de Pablo en 1 Corintios 8.
En el capítulo 9, Pablo provee algunos ejemplos de su propio ministerio para enfatizar ese punto. Él comienza explicando la responsabilidad de la iglesia de apoyar financieramente al hombre de Dios, y cómo él ha dejado de lado ese derecho por el bien de ellos. Él no quería que sus necesidades financieras fueran un impedimento para la obra del evangelio, así que él proveyó por sí mismo mientras les ministraba a ellos.
Todas las cosas, para todos los hombres
En el pasaje siguiente, Pablo explica la filosofía de auto-sacrificio que yacía en el corazón de su ministerio del evangelio.
Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme coparticipe de él. (1 Corintios 9:19–23)
Tristemente, la iglesia moderna ha cambiado ese principio. Hoy, los creyentes confunden el concepto de hacerse de todo para todos los hombres, usándolo como una licencia para imitar al mundo y encarnar las características de la subcultura que tratan de alcanzar. Aún peor, iglesias enteras lo aplican como una estrategia de mercadeo, intentando mostrarse a sí mismos de acuerdo a las tendencias e intereses del mundo.
La noción de que la iglesia debe parecerse al mundo para ganar al mundo, es el dogma del día. Virtualmente toda atracción mundana moderna tiene su equivalente “cristiano”. Tenemos pandillas de motociclistas cristianos, equipos cristianos de físico-culturismo, discotecas cristianas, parques de diversiones cristianos e inclusive, colonias cristianas nudistas.
Auto-sacrificio, sin compromiso
¿Qué estaba diciendo Pablo realmente en esos versículos? Él describió no su adopción de prácticas mundanas, sino su deseo de sacrificarse a sí mismo para ganar gente a Cristo. Él renunciaría a lo que fuera —aún hasta convertirse en “un esclavo de todos”— si eso promoviera la propagación del evangelio no adulterado.
Su deseo de ganar almas es el corazón del texto, y lo repite varias veces: “para ganar a mayor número” (1 Corintios 9:19); “para ganar a los judíos”; “para ganar a los que están sujetos a la ley” (1 Corintios 9:20); “para ganar a los que están sin ley” (1 Corintios 9:21); “para ganar a los débiles”; y “para que de todos modos salve a algunos.” (1 Corintios 9:22). Ganar gente para Cristo era su único objetivo. Para hacer eso, Pablo estaba dispuesto a renunciar a todos sus derechos y privilegios, su posición, su rango, su sustento, su libertad —e incluso su propia vida. Si avanzara la propagación del evangelio, Pablo no reclamaría ningún derecho, no haría ninguna demanda y no insistiría en ningún privilegio.
Y así es exactamente como Pablo vivió y ministró. Él rehusó adoptar métodos mundanos (2 Corintios 4:1–3) y se comportó de tal manera que evitaba personalmente el ser un obstáculo para que alguien escuchara y comprendiera el mensaje de Cristo. Él tuvo una actitud de sacrificio personal, sin comprometer la causa del evangelio. Él nunca alteraría el claro y confrontador llamado al arrepentimiento y a la fe. Él vio su libertad personal y sus derechos humanos como algo a ser usado —o no— para la gloria de Dios, no su propio deleite. Si él pudiera negociar su libertad por una oportunidad de proclamar el evangelio, lo haría con gusto.
Cuando ministraba a los judíos, Pablo evitaba ofensas innecesarias. No es que él buscara ser un judío modelo del cual los fariseos se sintieran orgullosos, sino que se abstenía de lo que podría crear una barrera para escuchar su mensaje. Si era importante para ellos que se abstuviera de comer cerdo, él se abstenía. Si sus sensibilidades demandaban que una cierta fiesta fuera observada, él la observaba. ¿Por qué? No para apaciguar su orgullo o ganar su favor, sino en orden de abrir una puerta de oportunidad para predicar la verdad no-comprometida, para ganarles a Jesucristo.
De la misma manera, cuando ministraba a los gentiles, él se volvía como “uno sin ley” (1 Corintios 9:21). Eso no significaba que él estaba viviendo licenciosamente o actuando injustamente. Él no tenía simpatía por los antinomianos —gente que cree que toda ley ha sido abolida para los cristianos. Pablo no estaba implicando que vivió disolutamente solo para hacer que los gentiles lo admiraran. Él no alentó a la gente a pensar que podrían convertirse en cristianos y aferrarse a un estilo de vida mundano.
“Como sin ley” significa que evitó vivir de tal manera que pudiera comunicar que ellos debían adoptar la Ley Mosaica. Cuando ministró a los gentiles, él abandonó todas sus tradiciones judías no-morales. Él siguió costumbres gentiles y la cultura, siempre y cuando no estuviese en conflicto con la ley de Cristo. Él evitó ofender a los gentiles innecesariamente.
Para ser claros, Pablo no era un camaleón que se ajustaba a su audiencia. Él era un hombre de integridad, que simplemente abandonó cualquier derecho y privilegio y libertad que pudo, con el fin de ganar una audiencia. Él habló en términos que cada audiencia pudo entender y vivió de modo que no causó ofensa.
Sumisión concienzuda, no mercadeo ingenioso
Debería ser obvio que los mercaderes de la iglesia moderna no pueden mirar a Pablo para buscar de su metodología o llamarle el padre de su filosofía. A pesar de que Pablo ministró a los más viles paganos del mundo romano, él nunca adaptó la iglesia a los gustos de la sociedad. Él no pensó en alterar el mensaje o la naturaleza de la iglesia. Cada una de las iglesias que él fundó tenía su personalidad única y conjunto de problemas, pero la enseñanza de Pablo, su estrategia y sobretodo su mensaje, permanecieron inmutables a lo largo de su ministerio. Su medio de ministerio fue siempre la proclamación directa de la verdad bíblica.
En contraste, hoy, la contextualización del evangelio ha infectado a la iglesia con el espíritu de la época. Ha abierto ampliamente las puertas de la iglesia a la mundanalidad y en algunos casos una vulgar atmósfera de fiesta. El mundo ahora establece la agenda para la iglesia.
La única meta de Pablo, al hacerse a sí mismo esclavo de todos, era que ellos fueran salvos. Él no estaba tratando de ganar un certamen de popularidad. Él no estaba tratando de hacerse a sí mismo o al evangelio atractivo para ellos. Todo su propósito era evangelístico.
Predicando acerca de este pasaje, C.H. Spurgeon dijo:
Temo que hay algunos que predican con el objetivo de entretener a los hombres, y mientras que puedan reunir a las personas en multitudes, y que se les hagan cosquillas en sus oídos, y se puedan retirar contentos con lo que han escuchado, el orador está contento, y cruza sus manos y regresa auto-satisfecho. Pero Pablo no se propuso complacer al público y reunir multitudes. Si él no los salvaba, él sintió que interesarlos había sido inútil. Al menos que la verdad atravesara sus corazones, afectara sus vidas e hiciera hombres nuevos de ellos, Pablo se iría a su casa lamentándose: “¿Quién ha creído nuestro reporte, y a quiénes se ha revelado el brazo del Señor?” …
Ahora observen, hermanos, si yo, o ustedes, o alguno de nosotros, o todos nosotros, hubiéramos gastado nuestras vidas simplemente entreteniendo a los hombres, o educando a los hombres, o moralizando a los hombres, cuando vayamos a rendir cuenta en el gran día final vamos a estar en una condición muy lamentable, y vamos a tener que presentar un informe muy lamentable. Pues, ¿de qué le servirá a un hombre ser educado cuando viene a ser condenado? ¿De qué le servirá haber sido entretenido, cuando suene la trompeta y los cielos y la tierra estén temblando y el abismo abra sus fauces de fuego de par en par y trague el alma de los que no son salvos? ¿De qué sirve haber moralizado a un hombre, si aún está en la mano izquierda del juez, y si todavía su porción será: ‘Apártate, maldito’?
(Adaptado de Avergonzados del Evangelio.)