Cuando la Palabra de Dios no aborda un aspecto de la vida ––sea una actividad, entretenimiento o alguna otra experiencia–– ¿cómo saben los creyentes qué pueden o no pueden hacer?
La iglesia de Corinto tuvo el lujo de pedirle ayuda al apóstol Pablo con algunas de las áreas grises que enfrentaron. Si bien nuestras preguntas han cambiado, los principios que él estableció en 1 Corintios traen claridad y ayuda para las decisiones que enfrentamos.
Uno de los problemas principales que estaba causando división en la iglesia de Corinto era la práctica de comer carne sacrificada a los ídolos. En la iglesia, algunos no tenían problema con eso; mientras que otros estaban muy preocupados al saber que creyentes, según su perspectiva, participaban incidentalmente en la adoración de ídolos.
La respuesta de Pablo a su pregunta indica que aquellos en la iglesia que estaban comiendo la carne sacrificada eran los que preguntaban y defendían sus acciones. Como vimos la última vez, su defensa esencialmente era que ellos sabían que no estaba prohibido. Pero Pablo explicó que su conocimiento carecía de consideración y amor por sus compañeros creyentes, y los había hecho arrogantes en cuanto a su libertad.
Ídolos vs. Dios
La defensa de los corintios que comían carne era teológicamente correcta. Pablo lo afirma cuando escribe: “Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (1 Corintios 8:4).
Durante su ministerio, Pablo enseñó en contra de los ídolos y de la adoración a los mismos. De hecho, él era conocido por eso. Un platero pagano en Éfeso, llamado Demetrio, agitó a los demás en contra de Pablo con estas palabras:
Pero ves y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. (Hechos 19:26)
La respuesta de Pablo a los corintios reflejó la misma convicción:
Pues, aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él (1 Corintios 8:5-6).
Fueran los ídolos manifestaciones de demonios o definitivos farsantes, no tenían verdadero poder o autoridad. Pablo contrastó esas falsificaciones con el verdadero Dios de las Escrituras, afirmando la teología ortodoxa de los corintios.
Considerando la conciencia
Pero, ellos no tenían todo correcto. Su teología bíblica no había sido aplicada bíblicamente ––ellos no estaban considerando que “no en todos hay este conocimiento” (1 Corintios 8:7). Los creyentes maduros fácilmente podían ver a través de la farsa vacía de la idolatría. Pero los creyentes más nuevos no eran necesariamente igual de fuertes en su fe y conocimiento.
Para los hombres y mujeres recientemente salvados del paganismo, cualquier asociación con la idolatría debió haber sido espiritualmente confusa. Tomaría el trabajo santificador del Espíritu para renovar sus mentes y romper la sujeción de la adoración a los ídolos, y el miedo constante de los espíritus malvados. Ellos sabían que había sólo un Dios correcto, pero quizás todavía luchaban con si únicamente había un Dios real.
Y aún si ellos tenían el entendimiento correcto de esas verdades espirituales, todavía estaban susceptibles a las tentaciones de la idolatría. “Porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a los ídolos, y su conciencia siendo débil, se contamina” (1 Corintios 8:7).
Los nuevos convertidos querían evitar la contaminación de las influencias del mal que por tanto tiempo habían dominado sus vidas. Los dioses paganos no eran reales, pero las prácticas malvadas asociadas con ellos eran reales, y estaban frescas en sus mentes. A ellos les repulsaba el contacto con cualquier cosa asociada a su pasado pagano. Sus conciencias todavía no eran lo suficientemente fuertes para permitirles comer comida sacrificada a los mismos ídolos que alguna vez adoraron.
Violando su conciencia
Si tales personas, siguiendo el ejemplo de creyentes con más conocimiento, continúan y hacen lo que no se sienten confortables en hacer, sus conciencias débiles van a ser contaminadas. Aún si el hecho en sí mismo no es moralmente o espiritualmente pecaminoso, se convierte en pecaminoso cuando es hecho en contra de la conciencia. Una conciencia contaminada es una que ha sido ignorada o violada. Tal conciencia trae confusión, resentimiento y culpa.
Una persona que viola su conciencia intencionalmente hace lo que él piensa que es malo. En su propia mente ha cometido pecado; y hasta que él no entienda completamente que el hecho no es pecado en los ojos de Dios, no debería tener parte en eso.
En un pasaje paralelo en Romanos, Pablo escribió: “Pero el que duda sobre lo come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23). Una conciencia contaminada es una fe contaminada. Tal conducta trae culpa, desesperación y pérdida de gozo y paz. Puede también conducir a pensamientos conectados con prácticas pecaminosas del pasado; y aún conducir a una persona de regreso a algunas de ellas.
Desafortunadamente, la prudencia atenta y la preocupación por los demás es poco común en la iglesia de hoy. Demasiados creyentes miran lo que quieren, escuchan lo que quieren, van a donde quieren y hacen lo que quieren, sin considerar su influencia en los hermanos y hermanas en Cristo que son más débiles. De hecho, los creyentes con conciencias débiles son a menudo tratados como si les pasara algo si no exploran y disfrutan todas las facetas de su libertad.
El punto de Pablo es que cualquiera que cause que un hermano más débil contamine su conciencia y su fe, lo ayuda a que caiga en pecado. El conocimiento nos puede indicar que algo es completamente aceptable dentro de nuestra libertad cristiana, pero el amor nos dice que, si no es aceptable para la conciencia de un hermano creyente, no deberíamos aprovecharnos de nuestra libertad.
(Adaptado del Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: 1 Corintios)