¿Cuál es la cualidad más importante que un líder puede demostrar? ¿Inteligencia, una personalidad persuasiva, elocuencia, diligencia, visión, habilidades administrativas, valentía, humor, tacto o cualquier otro atributo natural similar? Todas forman parte del liderazgo en general, pero la cualidad más deseada para un líder es la integridad.
Si bien la integridad es más deseable en el liderazgo secular, su ausencia en el liderazgo espiritual es destructiva. Subrayando esto, John Stott escribe,
La comunicación se realiza mediante símbolos y el lenguaje. Porque “un hombre no puede solo predicar, debe también vivir lo que predica. Y la vida que él vive, con todas sus pequeñas particularidades, es una de dos: o arruina su predicación o le da vida.”[1] J. H. Bavinck, An Introduction to the Science of Missions [Una introducción a la ciencia de las misiones.] (Phillipsburg, N.J.: Presb. & Ref., 1960), 93. No podemos ocultar lo que somos. Sin lugar a dudas, lo que somos habla tan claramente como lo que decimos. Cuando estas dos voces se combinan, el impacto del mensaje se duplica. Sin embargo, cuando se contradicen, el testimonio positivo de una anula la otra. Este era el caso del hombre a quien Spurgeon describe como un buen predicador, pero mal cristiano: él “predicaba tan bien y vivía tan mal, que cuando estaba en el púlpito, todos decían que no debería dejarlo nunca, y cuando estaba fuera de él, todos decían que no debía acceder al mismo nunca más.”[2] Charles Spurgeon, Discurso a mis estudiantes (Grand Rapids: Zondervan, 1980), 1:12-13. En este punto se nos presenta un problema práctico. Se requiere de los pastores que sean modelos de madurez cristiana.[3] Between Two Worlds [Entre Dos Mundos] (Grand Rapids: Eerdmans, 1982), 264.
Todo liderazgo busca alcanzar una meta: ejercer influencia. Los líderes buscan influir en las personas para que logren sus objetivos. La influencia es un resultado directo de la enseñanza y del ejemplo. La enseñanza pone los clavos en la mente, pero el ejemplo es el martillo que los clava en profundidad.
No es sorprendente que la Escritura tiene mucho que decir acerca del poder del ejemplo para influenciar la conducta, tanto para bien, como para mal. En Levítico 18:3 Dios advirtió a Israel que no siguiera los ejemplos de sus vecinos paganos:
No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos.
Deuteronomio 18:9 repite la misma advertencia: “Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones”.
Proverbios 22:24–25 advierte: “No te entrometas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma.” El poder de un gobernante malvado para influenciar a sus subordinados es visto en Proverbios 29:12: “Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos.” Oseas repite esa advertencia: “Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras” (Oseas 4:9).
Nuestro Señor acusó a los escribas y fariseos en Mateo 23:1–3:
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no lo hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.
La Biblia también nos alienta a que sigamos ejemplos piadosos. Pablo elogió a los tesalonicenses por convertirse en “imitadores de nosotros y del Señor” (1 Tesalonicenses 1:6). A los filipenses, él escribió, “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced” (Filipenses 4:9). Él alentó a ambos: Timoteo (1 Timoteo 4:12) y Tito (Tito 2:7) a ser buenos ejemplos a seguir. Hebreos 13:7 nos exhorta a seguir el ejemplo de líderes piadosos, mientras que Santiago 5:10 nos dirige al ejemplo de los profetas. Pedro amonesta a los ancianos a ser ejemplos de sus congregaciones (1 Pedro 5:3).
No es suficiente para un líder en la iglesia el predicar la verdad, él también debe ser ejemplo. Richard Baxter escribe,
Es probable que la gente no considere la doctrina de tales hombres, cuando ellos ven que no viven como predican. Ellos pensarán que él no cree lo que dice, si él no vive como habla. Difícilmente le creerán a un hombre cuando parece que ni él mismo lo cree.[4] The Reformed Pastor [El pastor reformado] [Edimburgo: Banner of Truth, 1979), 84.
Integridad es vivir lo que usted enseña y predica. Es por eso que Pablo describe el carácter moral en el centro de las calificaciones pastorales enlistadas en 1 Timoteo 3:4-7.
Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga un buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito, y en lazo del diablo.
Esa no es la típica lista que un analista corporativo presentaría, porque el problema no es simplemente la capacidad de liderazgo, sino el ejemplo espiritual. Aquel que lidera a las personas a parecerse a Cristo debe vivir un patrón de conducta piadosa para que lo sigan.
La próxima vez, vamos a examinar cómo debe verse ese modelo.
(Adaptado de Comentario del Nuevo Testamento MacArthur: 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito)