El cargo más alto de la iglesia demanda el carácter moral más alto. Y una de las indicaciones más precisas del carácter verdadero de un hombre es cómo responde cuando es desafiado o criticado. Es por eso que Pablo excluye gente pendenciera del cargo de anciano o pastor.
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro (1 Timoteo 3:2–3).
Pendenciero significa literalmente “un golpeador” o “agresor”. Un líder en la iglesia no debe ser alguien que reacciona a la dificultad con violencia física. Él no debe resolver las disputas con peleas.
De la misma manera, un anciano no debe tener propensión a enojarse. Las personas pendencieras tienen usualmente una “mecha corta” y son provocadas con facilidad. Pero aquellos que lideran a la gente de Dios deben reaccionar a las situaciones con calma y mansedumbre (2 Timoteo 2:24–25).
En lugar de ser pendenciero, un líder debe ser amable. Amable describe la persona que es considerada, afable, agradable, contenida y tolerante, quien fácilmente perdona las fallas y los errores. Tal persona recuerda lo bueno, no lo malo. Un líder piadoso, cuando es agraviado, no debe tener pensamientos de venganza.
Lejos de buscar revancha, el pastor piadoso es pacífico y reacio a pelear —en las palabras de Pablo, él es pacífico. Más específicamente, él no es una persona argumentativa. Tener a un hombre contencioso en el liderazgo, resultará en desunión y discordia, entorpeciendo seriamente la efectividad de ese grupo de liderazgo. “El siervo del Señor”, por otro lado, “no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido” (2 Timoteo 2:24).
Como Santiago señala, “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).
El pastor calificado debe guardarse cuidadosamente en contra de un espíritu de hostilidad, resentimiento y enojo —aun cuando todo en la iglesia parece estar yendo mal, y la gente es crítica o indiferente.
Demasiados pastores han arruinado sus ministerios al elaborar un registro de lo malo que les hicieron. He conocido hombres que han abandonado sus iglesias y dejaron sus ministerios porque no pudieron superar el hecho que alguien los criticara, dijera algo en contra de ellos o hiciera algo que los enojara. Ellos llevan consigo un listado de agravios que eventualmente les hace imposible servir y liderar.
Otros, hoy en día, adoptan un machismo inmaduro. Aman y celebran la osadía y la violencia como medida de su masculinidad. Hablan y actúan de modo firme para combatir la influencia de la cultura feminista. Pero su volatilidad y arrogancia no tienen nada en común con la masculinidad bíblica y les impide pastorear fielmente al pueblo de Dios.
En su lugar, el pastor piadoso es gentil y pacífico, gobernando la iglesia con benignidad y paciencia. En vez de buscar una pelea, él busca servir. Dejando a un lado su propio ego, orgullo e interés personal, se somete con gozo a Dios y se sacrifica por su congregación amablemente.
(Adaptado del: Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito)