Debido a los rigores físicos de la crucifixión, Cristo solo habló con gran dificultad durante Sus últimas horas en la cruz. Las Escrituras solamente registran siete breve declaraciones del Salvador en la cruz, pero cada una de ellas revela que Cristo permaneció soberanamente en control, incluso mientras moría. Y cada una de sus declaraciones estaba repleta de significado.
En las próximas ediciones de nuestro blog, vamos a mirar detenidamente a cada una de las últimas palabras de Cristo en la cruz. Este artículo comienza considerando la súplica de Cristo por el perdón de sus asesinos.
Una súplica por perdón
Mientras colgaba en la cruz, Cristo presentó una súplica por misericordia a favor de sus hostigadores. Lucas registra que poco después que la cruz fue levantada en el Calvario-mientras los soldados todavía se repartían sus vestidos – Él oró a Dios pidiendo perdón para ellos.
Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:33-34).
J.C. Ryle escribió,
Esas palabras probablemente fueron pronunciadas mientras nuestro Señor estaba siendo clavado a la cruz, o tan pronto como la cruz fue alzada en su lugar. Es digno de señalar que tan pronto como la sangre del gran sacrificio comenzó a fluir, el Gran Sumo Sacerdote comenzó a interceder.
Mientras que otros se burlaban de Él – justo mientras la burla y el abucheo alcanzaban un nivel febril – Cristo respondió precisamente de la manera opuesta a como la mayoría de los hombres lo habría hecho. En vez de amenazar, devolver insulto o maldecir a sus enemigos, Él oró a Dios a favor de ellos.
Intercesión sacerdotal
Como hemos visto con muchos de los detalles que rodean la muerte de Jesús, esta intercesión sacerdotal a favor de Sus propios asesinos fue hecha en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento: “Por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaias 53:12, énfasis agregado).
El significado total de la cruz, se resume en ese acto singular de intercesión. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Ciertamente, cualquier mortal habría deseado solo maldecir o injuriar a sus asesinos en esas circunstancias. Uno podría pensar que incluso el Dios encarnado habría querido invocar alguna ensordecedora explosión de juicio en contra de los hombres que actuaban tan malvadamente. Pero Cristo estaba en una misión de misericordia. Moría para comprar el perdón por los pecados. Y aún en el punto culminante de su agonía, su corazón estaba lleno de compasión.
La frase “porque no saben lo que hacen” no sugiere que ellos estaban inconscientes de que estaban pecando. La ignorancia no absuelve a nadie del pecado. Aquellas personas se comportaban inicuamente, y lo sabían. La mayoría estaba plenamente consciente del hecho de su maldad. Pilato mismo había dado testimonio de que Jesús era inocente. El Sanedrín era plenamente consciente de que ninguna acusación legitima podía ser traída en su contra. Los soldados y la multitud podían ver fácilmente que se estaba cometiendo una gran injusticia, y aun así todos participaron gozosamente. Muchos de los espectadores burlones en el Calvario, habían oído a Cristo enseñar, y lo habían visto hacer milagros. En lo profundo del corazón de cada uno de ellos no pudieron verdaderamente haber creído que merecía morir de esa manera.
Eran ignorantes de la enormidad de su crimen. Estaban ciegos frente a la plena realidad de que estaban crucificando al Hijo de Dios. Eran espiritualmente insensibles, porque amaron más las tinieblas que la luz. Por lo tanto, no reconocieron que Aquel a quien estaban matando era la Luz del Mundo. “Porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:8).
¿Cómo fue contestada la oración de Jesús? De innumerables maneras. La primera respuesta vino con la conversión de uno de los ladrones en la cruz al lado de Jesús (Lucas 23:40-43). Otra le siguió inmediatamente, con la conversión del centurión, uno de los soldados que había crucificado a Cristo (v.47). Otras respuestas a la oración tuvieron lugar durante las semanas y meses que siguieron a la crucifixión – particularmente en Pentecostés- cuando el número incalculable de personas se convirtió a Cristo en Jerusalén. Sin duda, muchos de ellos eran las mismas personas que habían pedido la muerte de Jesús, y habían arremetido contra Él desde el pie de la cruz. Hechos 6:7 dice, por ejemplo, que mucho de los sacerdotes posteriormente confesaron a Jesús como Señor.
Una muestra de misericordia, no un atajo divino
Es importante comprender que el ruego de Jesús por el perdón de sus asesinos, no garantizaba el perdón inmediato e incondicional de cada uno de los que participaron en la crucifixión. Él estaba intercediendo a favor de todos los que se arrepintieran y creyeran en Él como Señor y Salvador. Su oración era que cuando ellos finalmente comprendieran la enormidad de lo que habían hecho, y buscaran el perdón del Padre Celestial por sus pecados, Él no les tomara en cuenta el asesinato de Su Hijo amado en contra de ellos.
El perdón divino nunca fue otorgado a personas que se aferraban a su odio hacia Jesús, de ninguna manera fueron automáticamente absueltos de su crimen por la oración de Jesús. Pero los que se arrepintieron y buscaron el perdón, como el centurión, el ladrón en la cruz, los sacerdotes o las personas en la multitud – todos los cuales posteriormente lo abrazaron, encontrarían misericordia abundante en respuesta a la petición de Cristo a favor de ellos.
La oración era una muestra de la misericordia ofrecida a todos los que oyeron. Él oró en alta voz por causa de ellos (cp. Juan 11:42). Su pecado era tan insondablemente execrable que si no hubiera habido testigos que lo oyeran realmente orar por el perdón de sus asesinos, la mayoría habría pensado que habían cometido una ofensa imperdonable.
El perdón por el que Cristo oró es ofrecido gratuitamente a todos (Apocalipsis 22:17). De hecho, Dios está deseoso de perdonar a los pecadores arrepentidos. El padre del hijo pródigo, representa el afán de Dios por perdonar. El ruega para que cada pecador se reconcilie con Él (2 Corintios 5:20; Ezequiel 18:3-32; Hechos 17:30). A quienes lo hacen, les promete libremente bendecirlos con el perdón. Si esa oferta fue extendida a aquellos que asesinaron al Autor mismo de la vida, ¿cuánto más no va a estar disponible para nosotros hoy?
(Adaptado de El Asesinato de Jesús.)