Los nuevos creyentes, y especialmente los jóvenes, a menudo son muy apasionados por la verdad. El gozo de la nueva vida en Cristo va de la mano con el deseo de proclamar la verdad de Dios a otros y verles llegar al arrepentimiento y fe en Él.
Pero esa pasión generalmente excede la capacidad de predicar del nuevo creyente. Si no poseen una fe examinada y probada, y si no tienen un sólido entendimiento de la Escritura —o algún entrenamiento en cómo estudiarla y entenderla— los nuevos creyentes no deberían de asumir posiciones de liderazgo en la iglesia.
Ellos tampoco deberían lanzarse al ministerio simplemente porque “Dios me lo dijo”. Este puede ser un argumento persuasivo para un creyente sin discernimiento, pero el pueblo de Dios tiene la responsabilidad de no creer ingenuamente a cada uno que afirma hablar por Él. Por el contrario, el pueblo de Dios necesita apoyar a los líderes que siguen los estándares bíblicos (lo cual nos regresa al motivo original de esta serie).
Un liderazgo piadoso siempre es el fruto de la madurez espiritual. Se requiere mucho más que un púlpito, un micrófono y una audiencia para lograr un pastor fiel. De hecho, lanzar a creyentes no preparados e inmaduros al liderazgo de la iglesia —o dejarles que lo asuman tempranamente— presenta peligros espirituales significativos para el Cuerpo de Cristo.
Y es también peligroso para el creyente inmaduro que desea tal liderazgo. El apóstol Pablo entendió esos peligros, y los incluyó en su lista de calificaciones para los líderes de la iglesia.
Subrayando la necesidad de la madurez espiritual, escribió: “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo” (1 Timoteo 3:6).
En su comentario de 1 Timoteo, John MacArthur explica los peligros que Pablo describe.
Dado que uno de los grandes peligros que un anciano enfrenta es el orgullo, la humildad es una calificación esencial. La palabra griega neophutos (“nuevo convertido”) aparece solamente aquí en el Nuevo Testamento. Es usada en el griego extra bíblico para referirse a un árbol recién plantado; por lo tanto, su uso aquí es metafórico.
Un anciano no debe ser un recién bautizado como cristiano, “no sea que se envanezca.” Ponerlo en un rol de liderazgo lo expondría a la tentación del orgullo. Eso sería especialmente verdad si él fuera elevado en una respetada y establecida iglesia como Éfeso. La ausencia de esta calificación en el listado de Tito 1 podría reflejar el hecho que las iglesias en Creta eran relativamente nuevas, formadas por nuevos creyentes. En ese caso, poner a un recién convertido en el liderazgo no conduciría al orgullo tan fácilmente, dado que sus compañeros ancianos serían relativamente nuevos.
Un anciano, entonces, debe ser elegido entre los más maduros espiritualmente de la congregación, pero esa madurez debe ser vista en relación a cada congregación en forma individual. La medida relativa de madurez espiritual en una iglesia establecida en los Estados Unidos, varía respecto a la de una iglesia de primera generación en una nación del tercer mundo.
“Envaneciéndose” viene de tuphoō, que deriva de la raíz de la palabra que significa “humo”. El verbo significa “hincharse como una nube de humo”. Poner a un recién convertido en una posición de liderazgo espiritual puede inflarlo y poner su cabeza en las nubes. Eso lo colocaría en un grave peligro de caer “en la condenación del diablo”. No significa que un individuo es condenado por Satanás, dado que la Biblia nunca lo presenta como juez. En su lugar, significa que el hombre orgulloso cae en el mismo tipo de juicio pronunciado por Dios a Satanás. El contexto, que trata con el peligro del orgullo, también apoya esta interpretación. El juicio o condenación del diablo fue una degradación desde una alta posición, debido a su orgullo pecaminoso. Ése es el peligro que le espera a un hombre colocado en una posición de liderazgo espiritual, antes de estar preparado. Como Proverbios 16:18 advierte, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”.
Fue el orgullo que derribó a Satanás. Descontento con ser el ángel con el rango más alto, él buscó exaltarse a sí mismo por encima de Dios. Las cinco intenciones en Isaías 14:12–14 muestran su orgullo claramente. Como resultado, Satanás, quien tenía “el sello de la perfección”, y estaba “lleno de sabiduría y acabado de hermosura” (Ezequiel 28:12), quien había estado “en el monte de Dios” y había servido como el “querubín grande, protector” (v. 14), fue “arrojado…lleno de iniquidad…del monte de Dios” (v. 16; Apocalipsis 12:9).
Lo que le pasó a Satanás puede sucederle fácilmente a un cristiano inmaduro elevado al liderazgo. Es ese peligro en contra del cuál Pablo advierte a Timoteo. El antídoto del orgullo es la humildad, la cual es la marca de un líder espiritualmente maduro (Mateo 23:11–12).
Muy a menudo, las iglesias ponen indebido énfasis en las habilidades, talento, carisma y simpatía de potenciales líderes. Esos atributos atractivos pueden supuestamente cubrir o negar la falta de madurez espiritual —o mínimamente disculparlo, otorgándole tiempo para crecer en madurez. Pero eso, es lo contrario del modelo bíblico. Sin una madurez espiritual probada, ¿qué liderazgo real tiene un hombre para ofrecerle a la iglesia?
En su comentario, John MacArthur nos recuerda de las terribles consecuencias de elevar a un pastor no calificado: “La iglesia debe escuchar la advertencia de Pablo, y no levantar a aquellos a quienes el Señor tendrá que derribar más tarde”.
(Todas las citas son del Comentario del Nuevo Testamento MacArthur: 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito.)