En comparación a la maldición de Adán e incluso de Eva, la maldición de Dios sobre la serpiente fue la más grave de todas. En el más literal y obvio de los sentidos, la maldición parece estar dirigida al reptil propiamente como tal. Pero recuerde que este reptil fue en cierto modo habitado o controlado por Satanás. El verdadero significado de la maldición, por lo tanto, va en realidad más allá de la serpiente y sus especies. Su mensaje principal es una sentencia implacable de condenación contra Satanás mismo.
De todas maneras, la maldición tiene importantes implicaciones para la serpiente literal y sus especies. No pierda de vista que el Señor explícitamente la declara maldita entre “todas las bestias y entre todos los animales del campo” (Génesis 3:14). Por supuesto, Dios no declaró a todo el reino animal culpable por el pecado de Adán. (La Escritura nunca presenta a los animales como seres moralmente sensibles, y ésta no es la excepción. Incluso en el caso de la serpiente, la culpa moral recae en el espíritu satánico que usó la forma del reptil, y no en la bestia misma.) Pero Dios maldijo incluso a los animales por el pecado de Adán. En otras palabras, la maldición sobre ellos fue parte del juicio de Dios contra Adán.
Recuerde que la maldición tuvo ramificaciones negativas para todo el medio ambiente. El mal es contagioso y, por lo tanto, cuando Adán pecó todo su entorno fue contaminado. La extensión de la maldición refleja esa verdad. Por eso en el versículo 17, el Señor maldijo incluso a la tierra. Obviamente, el reino animal estaría igualmente sujeto a los muchos y demoledores efectos de la rebelión de Adán. De ahora en adelante, cada bestia del campo lucharía por sobrevivir en un mundo decadente y moribundo.
También estarían sujetos a las enfermedades, la destrucción, el desastre, la muerte y demás dificultades provenientes de la presencia del mal. Por lo tanto, los animales también fueron formalmente incluidos en la maldición de Dios. Fueron consignados a sufrir las miserias del mal que el pecado de Adán trajo a su medio ambiente. Todo esto fue parte del juicio a Adán, un recordatorio constante del desagrado de Dios por su pecado.
Pero la serpiente sería maldita por sobre todas las especies, reducida a arrastrarse en el polvo sobre su vientre. Esto parece sugerir que las serpientes originalmente tenían extremidades. No se nos ha dado una descripción física de antes de la maldición, pero bien pudo haber sido una criatura magnífica y sofisticada. De ahora en adelante, sin embargo, todas las serpientes serían degradadas a la suciedad, condenadas a retorcerse en el suelo y, por lo tanto, incapaces de evitar comer los desperdicios de toda clase de inmundicias junto con su comida. Cualquiera haya sido la gloria de esta criatura antes de la caída, a partir de ahora, tomaría una forma repulsiva.
Es más, la serpiente llevaría para siempre el estigma del desprecio humano. Esto sería evidente en el rechazo casi universal que se tiene hacia las serpientes. Ninguna otra criatura despierta tanto temor y aversión.
Pero una vez más, el significado pleno de este pasaje mira realmente más allá del reptil y se dirige al espíritu satánico que lo controló. La degradación de la serpiente al polvo solo refleja e ilustra la degradación propia de Satanás desde el cielo. “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra” (Isaías 14:12). La aversión de la humanidad se aplica igualmente a Satanás. Aunque nuestra raza está caída y espiritualmente alineada con Satanás contra Dios (Juan 8:44), el diablo mismo es un reproche y una desgracia entre los descendientes de Eva. A la gente, como una norma, Satanás les resulta repulsivo y una imagen perversa.
Pero eso no es todo lo que esto significa. Las importantes implicaciones espirituales de la maldición contra la serpiente son aún más profundas que eso. Y creo que en cierta medida Eva comprendía esto. A Génesis 3:15 se le considera a menudo como el protoevangelio (lo que quiere decir, literalmente, “el primer evangelio”). Aquí está el primer resplandor de buenas noticias para la humanidad caída, ¡y llega de las palabras iniciales de la maldición de Dios! Él le dice al espíritu maligno que mora en la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
Aunque enmarcada como una maldición contra el tentador, esa parte fue un brillante rayo de luz para Eva. Aquí había una promesa explicíta que su Simiente golpearía la cabeza del mal. Es posible que ella no comprendiera todo lo que significaba la promesa divina implícita en esas palabras, pero difícilmente habrá dejado de cobrar ánimo con lo que había oído.
Antes que nada, la sola mención de “su Simiente” indicaba que tendría hijos y la oportunidad de criar una familia. Por lo menos, ahora sabía que sería instantánea y abruptamente destruida por su pecado. No sería consignada a una condenación definitiva junto con la serpiente. En vez de eso (y Eva seguramente comprendió que esto se debía únicamente a la gracia y misericordia de Dios), todavía tendría la oportunidad de ser la madre de la raza humana. Además, Dios se aseguraría que la enemistad entre los descendientes de Eva y esa criatura malvada se mantuviera para siempre. Todo esto eran claramente buenas noticias desde la perspectiva de Eva.
(Adaptado de Doce Mujeres Extraordinarias )