Génesis 2 termina con una descripción sucinta de la inocencia en el Jardín del Edén: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (v. 25). Génesis 3 presenta entonces al tentador, una serpiente.
Evidentemente, se trata de Satanás, quien se manifiesta así en forma de un reptil, aunque la Biblia no identifica a esta criatura como Satanás oficialmente hasta el libro de Apocalipsis (12:9; 20:2). Satanás era un ángel que había caído en pecado. Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:12-19 relatan el fin de una magnífica criatura angelical descrita como el más grande y más glorioso de todos los seres creados. Ése solo puede ser Satanás.
La Escritura no nos dice exactamente cuándo se produce la caída de éste, ni en qué circunstancias ocurrió. Pero debe haber sido durante los eventos descritos en Génesis 2, porque al final de Génesis 1, toda la creación, incluyendo el universo visible y el mundo espiritual, estaba completa, inmaculada e intachable. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno en gran manera” (Génesis 1:31; énfasis del autor). Pero luego, en Génesis 3:1, encontramos a la serpiente.
La cronología del relato parece sugerir que transcurrió un tiempo muy breve entre el término de la creación, la caída de Satanás y la tentación de Eva. Podrían haber sido solamente algunos días, o quizás unas horas. En todo caso, no debe haber pasado mucho tiempo entre una cosa y otra. Adán y Eva todavía no habían procreado.
A decir verdad, ésta es indudablemente una de las razones principales por las que el tentador no perdió tiempo engañando a Eva y provocándola para hacer pecar a su marido. Quería asestar un ataque a la cabeza de la raza humana antes de que ésta tuviera la oportunidad de multiplicarse. Si podía engañar a Eva y causar la caída de Adán en ese momento, podría sabotear a toda la humanidad en un acto mortal de traición contra Dios.
He aquí el relato bíblico completo de Génesis 3:1-7:
… Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
Satanás vino a Eva disfrazado. Esto ejemplifica la manera sutil que usó para engañarla. Se le apareció para asaltarla en forma astuta cuando no estaba acompañada por Adán. Como vaso frágil, lejos de su marido, pero cerca del árbol prohibido, no podía estar en una posición más vulnerable.
Nótese que lo que le dijo la serpiente era parcialmente cierto. Comer del fruto abriría sus ojos a la comprensión del bien y del mal. En su inocencia, Eva era susceptible a las medias verdades y a las mentiras del diablo.
Las palabras iniciales de la serpiente en el versículo 1 pusieron el tenor para todos sus tratos con la humanidad: “¿Conque Dios os ha dicho...?” El escepticismo está implícito en este cuestionamiento. Este es su clásico modus operandi. Satanás cuestiona la Palabra de Dios, sugiriendo incertidumbre acerca del significado de sus declaraciones, planteando dudas sobre la veracidad de lo que Dios ha dicho, insinuando sospechas sobre los motivos que están detrás de los propósitos secretos de Dios o expresando aprensión sobre la sabiduría de su plan. Tuerce el significado de la Palabra de Dios: “¿Conque Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?”
En realidad, Dios había dado la orden como una declaración positiva: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). La serpiente puso la orden en sentido negativo (“no comerán de todo árbol...”), haciendo que la expresión de generosidad auténtica sonara como mezquindad. Deliberadamente, estaba debilitando la calidad y el mandato de Dios.
Es posible que Eva se haya enterado de esa única restricción por medio de su marido, y no directamente de Dios. Génesis 2:16-17, señala que Dios hizo esa prohibición previa a la creación de ella, en un momento en que Adán era el único receptor. Esto coincide perfectamente con la verdad bíblica de que Adán es el representante y la cabeza de toda la raza humana. Dios lo responsabilizó directamente. La instrucción y protección de Eva era su responsabilidad como cabeza de familia. Por consiguiente, cuanto más lejos estuviera ella de su lado, más expuesta estaba.
En la dicha inocente del Edén, por supuesto, Eva no tenía conciencia de que existía un peligro como ése. Incluso si (como parece que fue) la serpiente la descubrió mirando el árbol, no estaba pecando en ningún modo. Dios no le prohibió a la pareja mirar el árbol. Contrariamente a la declaración de Eva en Génesis 2:3, Dios no les había prohibido que tocaran el árbol. Ella exagera los rigores de la restricción de Dios.
Note que Satanás también minimizó la gravedad de la advertencia de Dios, suavizando el tono decidido de la certeza divina absoluta (“El día que de él comieres, ciertamente morirás” [Génesis 2:7]) al lenguaje de una mera posibilidad (“Para que no muráis” Génesis 3:3).
En este punto, sin embargo, ella parece más aturdida y confundida que otra cosa. No hay razón para suponer que distorsionaba los hechos a propósito. Es posible que, para protegerla, para poner una valla alrededor del peligro, Adán haya aconsejado a Eva que no “tocara” el fruto prohibido. En ningún caso, Eva estaba haciendo nada malo con solo mirarlo. De hacerlo, lo haría por curiosidad natural. Pero Satanás aprovechó la oportunidad para engañarla y de allí tentar a Adán.
(Adaptado de Doce Mujeres Extraordinarias)