“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3).
Una vez más, Juan expresó una verdad profunda en lenguaje claro. Jesucristo, el Verbo eterno, creó todo lo que “ha sido hecho”. Juan subrayó tal verdad al repetirlo negativamente: “sin él nada [lit., “ni una sola cosa”] de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
Que Jesucristo creara todo (cp. Col. 1:16; He. 1:2) ofrece dos pruebas adicionales de su deidad.
Primera, el Creador de todas las cosas debe ser increado, y solo el Dios eterno es increado. El texto griego enfatiza la distinción entre el Verbo increado y su creación, pues aquí se usa un verbo diferente al usado en los versículos 1 y 2. Como se señaló en el punto previo, Juan usó una forma del verbo eimi (“ser”), que denota un estado de ser, para describir al Logos en los versículos 1 y 2; aquí, al referirse a la creación del universo, usó una forma del verbo guinomai (“fue hecho”). Que Jesús sea el Creador también verifica su deidad, pues Dios es representado así en toda la Biblia (Gn. 1:1; Sal. 102:25; Is. 40:28; 42:5; 45:18; Mr. 13:19; Ro. 1:25; Ef. 3:9; Ap. 4:11).
Juan, al enfatizar el papel del Verbo en la creación del universo, refuta así la falsa enseñanza que luego se desarrolló como la peligrosa herejía del gnosticismo. Los gnósticos aceptaban el dualismo filosófico, común a la filosofía griega, según el cual el espíritu era bueno y la materia mala. Como la materia era mala, argumentaban ellos, Dios, quien es bueno, no habría podido crear el universo físico. En su lugar, una serie de seres espirituales emanaban de Él hasta que, finalmente, una de esas emanaciones descendentes era mala y lo suficientemente necia para crear el universo físico. Pero
Juan rechazó dicha perspectiva herética y afirmó fuertemente que Jesucristo era el agente del Padre en la creación de todas las cosas.
Sin embargo, el mundo presente es radicalmente diferente a la buena creación original de Dios (Gn. 1:31). Los resultados catastróficos de la caída no solo afectaron a la raza humana, sino también a toda la creación. Por tanto, como Pablo indicó en Romanos 8:19-21, Jesús redimirá un día todo el mundo material, no solo a los creyentes:
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Cuando sea quitada la maldición durante el reinado milenario de Cristo,
El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién destetado meterá la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del Señor como rebosa el mar con las aguas (Is. 11:6-9, NVI).
El lobo y el cordero pacerán juntos; el león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará de polvo. En todo mi monte santo no habrá quien haga daño ni destruya, dice el Señor (Is. 65:25, NVI).
(Adaptado de La Deidad de Cristo)