La claridad y suficiencia de la Escritura, la perdición de la humanidad no redimida y la justicia de Dios condenando a los pecadores son convicciones duraderas en cada esfuerzo importante de la historia del cristianismo. Los cristianos han diferido entre ellos acerca de preguntas periféricas o puntos menores de doctrina, pero histórica y colectivamente, los cristianos siempre han estado completamente de acuerdo en que lo que es cierto, lo que es objetiva y ontológicamente verdadero, es verdadero si cualquier individuo lo entiende, le gusta o lo recibe como verdad. En otras palabras, ya que la realidad es creada y la verdad definida por Dios, lo que es realmente verdad es verdad para todos, sin importar cualquier perspectiva personal o preferencias individuales.
Sin embargo, en estos días, las personas están experimentando con ideas subjetivas y relativistas de la verdad y catalogándolas como «cristianas». Esta tendencia señala una significativa desviación del cristianismo bíblico e histórico. Llevado a su necesaria conclusión, conducirá inexorablemente al abandono o compromiso de cada elemento esencial de la verdadera fe cristiana. Estoy convencido de que este es otro importante ataque violento de los poderes de las tinieblas en la antigua batalla de los siglos contra la verdad. El hecho de que este error está siendo enseñado, defendido y promocionado por personas que profesan conocer y amar a Cristo, no altera la realidad de que esto sea un error. Y el hecho de que el relativismo es a menudo propagado por libros encontrados entre los más vendidos de las librerías evangélicas no altera la seriedad del error. La remodelación de nuestras ideas acerca de la verdad y la certidumbre, representa un serio peligro al corazón y centro del evangelio cristiano.
Se está librando, como siempre, una guerra contra la verdad. Estamos de un lado o del otro. No hay término medio, ni zona segura para los no comprometidos. Finalmente, la cuestión de la verdad misma, qué es y si podemos verdaderamente conocerla a fondo, se ha tornado en uno de los más importantes puntos de disputa.
Nos toca vivir en una generación donde muchos llamados cristianos no conocen de conflicto y contienda. Multitudes de cristianos desnutridos bíblica y doctrinalmente piensan acerca de la controversia como si fuera algo que se tendría que evitar a cualquier precio. Lamentablemente, es lo que muchos pastores débiles modelaron para ellos.
Nunca debemos de tratar la controversia ni el conflicto en la iglesia sin una causa suficiente. Pero en cada generación, la batalla por la verdad ha probado, en última instancia, ser inevitable, ya que los enemigos de la verdad son implacables. La verdad siempre está bajo ataque y es en realidad un pecado no pelear cuando las verdades vitales están siendo atacadas.
Esto es cierto aunque a veces pelear termine en un conflicto con la comunidad visible de cristianos profesantes. De hecho, siempre que los enemigos de la verdad del evangelio se infiltren con éxito en la iglesia, los fieles creyentes están obligados a batallar contra ellos. Eso es exactamente lo que ocurre hoy día, al igual que en los tiempos apostólicos.
Cómo Deben Responder los Cristianos Fieles
Así como el Espíritu Santo diseñó la revelación del Nuevo Testamento en su totalidad, la importancia de pelear por la verdad surgió como uno de los temas dominantes. Escondidas en el final del Nuevo Testamento, a la sombra del Apocalipsis (que describe la batalla final y el triunfo final de la verdad), encontramos tres epístolas muy cortas cuyo tema en común es la devoción a la verdad en medio del conflicto. El apóstol Juan escribió dos de ellas.
En los cuatro primeros versículos de Segunda de Juan aparece la palabra verdad cinco veces. Y finaliza con este tremendo mensaje (vv. 7-11):
7Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. 8Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. 9Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.
Así mismo, Tercera de Juan tiene a la verdad como tema fundamental. La palabra verdad aparece seis veces en esta epístola de catorce versículos. El apóstol Juan escribió para defender la verdad en contra de Diótrefes, quien amaba más tener preeminencia en la iglesia que la verdad. En contraste, él alaba a Demetrio diciendo: «Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma» (v. 12).
Judas escribió la tercera en el trío de epístolas cortas. El motivo por el cual escribió fue para recordar a los creyentes su tarea de pelear por la verdad. No era lo que intentó escribir. Cuando tomó la pluma para escribir, su plan era escribir «acerca de nuestra común salvación». Pero el Espíritu Santo lo constriñó de alguna manera para exhortarnos con toda pasión a que contendamos «ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Judas 3).
Judas estaba hablando específicamente acerca de luchar contra la influencia de los falsos maestros que se habían infiltrado secretamente entre la comunidad cristiana. Al parecer, estos hombres estaban cambiando los púlpitos por plataformas desde las cuales transmitían mentiras que socavaban el corazón de la doctrina cristiana: «Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo» (v. 4).
Mi corazón resuena con la preocupación de Judas por la iglesia, su amor por el evangelio y su pasión por la verdad. Me encuentro a mí mismo forzado a hacerme eco de las palabras inspiradas de Judas y exhortar a mis lectores que aman de verdad a Cristo: Ustedes están obligados a contender ardientemente por la fe. La verdad está bajo un duro ataque y hay muy pocos guerreros con valentía dispuestos a pelear. Cuando estemos delante del tribunal de Cristo, los creyentes de esta generación no van a poder justificar su apatía quejándose de que el nivel del conflicto sobre la verdad parecía «muy negativa» para la clase de cultura en la que vivíamos, o que las cuestiones eran «meramente doctrinales» y por lo tanto, no valía el esfuerzo.
Recuerde que Cristo reprochó a las iglesias en Apocalipsis capítulos 2 y 3 que habían tolerado falsos maestros en medio de ellas (2:14-16, 20-23). Él alabó expresamente a la iglesia de los efesios por examinar los reclamos de ciertos falsos apóstoles y los desenmascaró como mentirosos (2:2). Las iglesias tienen la clara tarea de guardar la fe ante los falsos maestros que se infiltran. Cristo mismo lo demanda.
Al mismo tiempo, necesitamos cuidadosamente darnos cuenta de que una defensa polémica de la fe de ninguna manera garantiza una iglesia saludable, y mucho menos, un cristiano saludable. Cristo también reprochó a los efesios doctrinalmente sensatos por haber dejado el primer amor (Apocalipsis 2:4). Así como es vital para nosotros alistarnos en la Guerra por la Verdad y pelear por nuestra fe, es aún mucho más importante recordar por qué estamos peleando, no meramente por la emoción de vencer algún enemigo o ganar alguna contienda, sino por el amor genuino hacia Cristo, quien es la encarnación viviente de todo lo que mantenemos como verdad y por lo que vale la pena pelear.
(Adaptado de Verdad en Guerra)