En las semanas anteriores, vimos que en el Sermón del Monte Jesús aclaró que el creyente genuino debe vivir justamente y con un testimonio contundente. Además, Jesús dijo que si usted es verdaderamente un hijo del reino, dirá las palabras apropiadas (Mt. 5:33). “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34). Jesús estaba diciendo que, si en su corazón tiene un verdadero deseo de justicia, eso resultará en obediencia. La obediencia significa que usted piensa como es debido y cuando abra su boca saldrán de ella las palabras que son apropiadas. Y cuando usted actúe, el resultado será que sus actos serán justos, no buscará venganza, sino que será amable. Si alguien le pide una cosa, usted le dará el doble. El versículo 43 dice que usted amará a su prójimo e incluso que amará a su enemigo. ¡Usted también amará a los cobradores de impuestos!
En el versículo 48, Jesús dijo que la idea es ser como Dios. No diga que es cristiano porque usted pasó al frente en un llamado al altar o porque hizo una profesión de fe algún tiempo atrás. No intente decirle a Dios que es cristiano porque usted hizo una oración con un consejero bíblico. Y ni siquiera se diga a sí mismo que es cristiano porque algún consejero le dijo que lo era, porque en ese momento, él tampoco lo sabía con toda seguridad.
La certeza de la salvación es la obra del Espíritu Santo. Él la concede por el testimonio interior (Ro. 8) y por el testimonio exterior de las obras. “La fe sin obras está muerta”, dijo Santiago. Jesús lo expresó de este modo en Juan 8:31: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos”. Él está diciendo que usted se caracterizará por pensar correctamente, por la obediencia, por hablar como es debido y por hacer lo correcto.
Jesús también dice que un hijo del reino tendrá la adoración apropiada. Cuando adore a Dios, será adoración genuina (Mt. 6:1–18), no como los hipócritas que tocan trompeta, que acuden a orar, dando y ayunando como un espectáculo público de su manera piadosa de vivir.
El verdadero cristiano tendrá al mismo tiempo la debida relación con el dinero y con el mundo. Él no amará el dinero. Mateo 6:19 dice que las personas verdaderas del reino no van a hacer tesoros para sí en la tierra y decir que son siervos de Dios cuando sus vidas están dedicadas a obtener dinero; esas dos cosas son incompatibles. Intentar ser al mismo tiempo amigo del mundo y de Dios le resultará imposible. Si ama al mundo, el amor del Padre no está en usted (1 Jn. 2:15).
En Mateo 6:25–34, Jesús dijo que las personas del reino tienen una relación apropiada con las cosas materiales, sabiendo que Dios tendrá cuidado de todo eso. Empezando con el versículo 31, Jesús dijo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.
El verdadero hijo del reino tendrá incluso la debida relación con las personas. El capítulo 7 de Mateo dice que no intentará hacerse el piadoso cuando tenga problemas en su propia vida.
“¡Vaya!”, dirá usted. Uno viene quebrantado y contrito, abatido a causa de los pecados. Él le transforma de inmediato y le da un nuevo corazón, de modo que usted es diferente. Usted es la sal, la luz y está sobre una colina. El mundo es consciente de que usted es diferente. Su vida se caracteriza por el hambre de justicia, lo cual da como resultado la manera apropiada de pensar, de hablar, de actuar, de adorar y de relacionarse con el dinero y con las cosas del mundo.
Y usted dirá: “¡Qué cosa! ¿Quién puede vivir de esa manera?”. Muy bien, me alegra que haya llegado a ese punto porque la verdad es que usted no puede vivir así, nadie puede hacerlo. Es imposible. Jesús le dijo al joven rico que vendiera todo lo que tenía, que diera el dinero a los pobres y que después lo siguiera. Pero el hombre rico amaba su dinero más de lo que amaba a Jesús, de modo que se quedó con su riqueza y se alejó. Los judíos creían que los ricos podrían entrar más fácilmente en el reino de Dios porque los ricos podían comprar más sacrificios, pagar más ofrendas y dar más a los pobres. De manera que Jesús usó al rico como ejemplo para centrarse en su verdad cuando dijo: “De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt. 19:23–24).
¿Puede un camello pasar por el ojo de una aguja? Usted dirá: “Bueno, se estaba refiriendo a la Puerta de la Aguja” (supuestamente una pequeña verja en aquellos días por la que a los camellos les costaba trabajo pasar). ¡Pero no se refiere a eso! Él está diciendo exactamente lo que quería decir: es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un hombre rico ser salvo. “Eso es imposible”. Exactamente.
El versículo 25 dice: “Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera”. De haber estado refiriéndose a alguna Puerta de la Aguja, ellos no se habrían quedado tan sorprendidos.
Continuaremos aprendiendo de esta asombrosa verdad en el próximo blog.
(Adaptado de El único camino a la felicidad)