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¿Hay alguna diferencia entre reunirse en persona y reunirse a través del Internet?
La última vez, explicamos que las Escrituras ordenan a los creyentes a congregarse (Hebreos 10:25). Pero con los avances tecnológicos modernos, ese mandamiento debe desarrollarse más. ¿Por qué importa si nos reunimos digitalmente en lugar de físicamente?
La respuesta a esta pregunta se encuentra en la antropología bíblica, es decir, en el estudio de la humanidad.
Cuerpo y Alma
Para empezar, los seres humanos no son simplemente almas. John MacArthur escribe: “Dios hizo a los seres humanos con cuerpo y alma, ‘Él formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente’ (Génesis 2:7). Estamos compuestos por un yo interior y un yo exterior (2 Corintios 4:16)”[1]Traducido de John MacArthur, The Glory of Heaven, 2nd ed. (Wheaton: Crossway, 2013), 140..
Esto es lo que comúnmente se llama la visión “dicotomista” de la humanidad. Esta visión simplemente sostiene el argumento bíblico de que los seres humanos son materiales e inmateriales al mismo tiempo. John también afirma: “Lo material (el cuerpo) y lo inmaterial (el alma/espíritu) funcionan juntos en una persona, y engloban tanto la unidad como la diversidad. Esta unidad compleja es condicional, ya que la muerte en un mundo caído separa el cuerpo y el espíritu (Santiago 2:26). Pero esta separación es temporal, puesto que todas las personas se dirigen a la resurrección, una reunión de cuerpo y espíritu en formas eternas”[2]John MacArthur y Richard Mayhue, eds., Teología Sistemática (Grand Rapids: Portavoz, 2018), 432..
Los primeros cristianos defendieron esta perspectiva bíblica en contra del sistema filosófico comúnmente llamado gnosticismo. Un escritor lo resume de la siguiente manera:
“Lo que [los gnósticos] tenían en común era la forma de entender al ser humano—una antropología—que dividía claramente lo material o corporal, por un lado, y lo espiritual o mental o afectivo, por otro. Para los gnósticos, lo que importaba en última instancia era lo inmaterial, lo mental o afectivo. Esto aplicado a la persona humana significa que lo material o corporal es inferior o incluso una prisión de la que escapar, pero sin duda un mero instrumento que debe manipularse para servir a los objetivos de la ‘persona’, conocido como el espíritu, la mente o la psique. El yo es una sustancia espiritual o mental; y el cuerpo su vehículo meramente material”[3]Traducido de Robert P. George, “Gnostic Liberalism” https://www.firstthings.com/article/2016/12/gnostic-liberalism..
Como se puede ver en los versículos mencionados anteriormente, la división gnóstica entre cuerpo y alma contradice rotundamente las Escrituras. Además, es incompatible con el hecho de que Dios llamara a Su propia creación, que abarca tanto lo material como lo inmaterial, “lo bueno” (Génesis 1:10, 12, 18, 21, 25) y “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Nancy Pearcey lo explica:
“La Biblia proclama el profundo valor y dignidad del reino material, incluyendo el cuerpo humano, como obra de un Dios amoroso. Por eso la moral bíblica pone gran énfasis en el hecho de la corporeidad humana. El respeto a la persona es inseparable del respeto al cuerpo. Dios podría haber optado por hacernos como los ángeles: espíritus sin cuerpo. Podría haber creado un reino espiritual en el que flotáramos. En lugar de eso, nos creó con cuerpos materiales y un universo material en donde vivir”[4]Traducido de Nacy Pearcey, “Why Our Bodies Matter” https://modernreformation.org/resource-library/web-exclusive-articles/the-mod-why-our-bodies-matter/..
La Biblia no sólo enseña que los seres humanos fueron creados con cuerpo y alma, sino que también enseña que permaneceremos en el cuerpo y en el alma por toda la eternidad.
Cuerpos de Resurrección
Sabemos que en el futuro de todos yace una resurrección corporal porque las Escrituras lo dicen claramente. John MacArthur explica el peligro de negar esta verdad:
“La doctrina de la resurrección del cuerpo tiene una importancia capital en el mensaje del cristianismo. En 1 Corintios capítulo 15 (el capítulo que más trata el asunto) … [El rechazarla] es aceptar pensamientos anticristianos: ‘Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados’ (1 Corintios 15: 16-17)”[5]John MacArthur, La Gloria del Cielo (Grand Rapids: Portavoz, 1997), 122..
En la muerte, el cuerpo y el alma se separan (Santiago 2:26; Eclesiastés 12:7). Pero en la resurrección, el alma y el cuerpo se reunirán de nuevo. Tenemos una ilustración viva de esta realidad en la resurrección de Jesús. John continúa:
“Y el cuerpo de resurrección de Cristo era el mismo que había tenido antes, y no uno enteramente nuevo. Cuando se levantó de entre los muertos la tumba quedó vacía, salió de ella físicamente, con el mismo cuerpo de antes, si bien glorificado. Todavía llevaba las heridas de la crucifixión (Juan 20:27) y se le podía tocar, no era una simple aparición o un fantasma (Lucas 24:39). Tenía, en todos los aspectos, una apariencia humana. Estuvo hablando bastante tiempo con los discípulos camino de Emaús y estos en ningún momento pusieron en duda su humanidad (Lucas 24:13-18). En otra ocasión también comió comida de verdad junto con sus amigos (vv. 42-43).
“Pero, por otro lado, su cuerpo también poseía propiedades extraordinarias: podía atravesar las paredes (Juan 20:19), podía manifestarse de formas distintas para que no se le reconociese en seguida (Marcos 16:12), podía aparecer de repente, sin que se supiese de dónde venía (Lucas 24:36) y podía ascender directamente al cielo en forma corporal (Lucas 24:51; Hechos 1:9).
“Así serán nuestros cuerpos… Serán reales, físicos, totalmente humanos (exactamente iguales a los que tenemos ahora en la tierra), aunque glorificados y hechos perfectos”[6]MacArthur, La Gloria del Cielo, 121..
Así como los humanos fueron creados con alma y cuerpo, serán resucitados y glorificados con alma y cuerpo por la eternidad. Nuevamente John explica:
“Nuestra perfección exige que tanto el cuerpo como el alma sean renovados. Hasta la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva exige que tengamos cuerpos—una tierra real precisa que sus habitantes tengan cuerpos reales. Si nos acercamos a la Biblia con honestidad veremos que estas verdades de las que hemos hablado no se pueden interpretar desde un punto de vista espiritualizado o alegórico. Si la vida eterna sólo fuese un estado mental, todas las promesas de las Escrituras, que, por cierto, son muchas, caerían por su propio peso”[7]John MacArthrur, La Gloria del Cielos, 120..
Comunión Incorpórea
Aunque las Escrituras enseñan claramente que el hombre está compuesto de alma y cuerpo, los defensores de la meta-iglesia y las congregaciones virtuales ignoran este hecho. Ellos no desprecian el cuerpo como lo hicieron los gnósticos, pero tratan al cuerpo como innecesario en el mejor de los casos. Esta es una visión antibíblica de la humanidad.
Por ejemplo, The Christian Post promueve “una iglesia que sólo existe en el metaverso, que Facebook describe como ‘un conjunto de espacios virtuales donde usted puede crear y explorar con otras personas que no se encuentran en su mismo espacio físico’”. El autor añade: “Algunos expertos en tecnología afirman que [los encuentros por Internet] seguirán suplantando las iglesias físicas que se niegan a adaptarse a la revolución digital”.
Pero como hemos visto, abandonar una iglesia física es abandonar el componente físico de la humanidad. Por tanto, sea lo que sea una asamblea digital, no es una reunión de seres humanos. Puede ser una asamblea de voces, imágenes y avatares humanos, pero no hay seres humanos—de cuerpo y alma—realmente presentes. Y esto lo sabemos intuitivamente.
Cualquier creyente confinado en casa puede decirle que hay una diferencia sustancial entre una llamada telefónica y una visita personal de los miembros de su iglesia. Cualquier matrimonio te dirá que una videollamada es diferente a una conversación cara a cara. Incluso, el apóstol Pablo valoraba más el encuentro cara a cara que cualquier otro medio de comunicación (Romanos 1:9-12; 1 Tesalonicenses 3:10; cf. 3 Juan 1:13-14).
Cada uno de estos ejemplos da testimonio de la verdad bíblica de que Dios nos ha hecho cuerpo y alma juntos. Decir que podemos estar verdaderamente presentes sin un cuerpo es como decir que podemos estar verdaderamente presentes sin un alma. Sin embargo, cualquiera que haya asistido a un funeral comprende que un cuerpo separado del alma no es un ser humano plenamente presente.
Servir a Cristo en Cuerpo y Alma
A lo largo de los siglos, los cristianos han defendido el hecho de que debemos adorar a Dios con todo nuestro ser—cuerpo y alma.
Durante la Reforma, el Catecismo de Heidelberg (1563) enseñó que nuestra única esperanza en la vida y en la muerte es: “Que no me pertenezco a mí mismo, sino que pertenezco—en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte—a mi fiel Salvador, Jesucristo” (énfasis añadido).
Recientemente, Francis Schaeffer escribió:
“El platonismo dice que el cuerpo es malo o que hay que despreciarlo. Lo único que importa es el alma. Pero la Biblia dice que Dios hizo al hombre entero, el hombre entero debe conocer la salvación, y el hombre entero debe conocer el señorío de Jesucristo en toda la vida. La gran enseñanza de la resurrección del cuerpo no es sólo una doctrina abstracta, sino que establece una promesa y un recordatorio de un hecho muy importante y muy esperanzador. Dice que Dios hizo al hombre completo. Dios hizo al hombre espíritu y cuerpo, y Él está interesado en ambos”[8]Traducido de Francis A. Schaeffer, Death in the City (Wheaton: Crossway, 2021), 84..
Detrás de cada una de estas afirmaciones, por supuesto, está la propia Palabra de Dios. Dios ordena a los cristianos a “presentar vuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo” (Romanos 12:1) y “adorar en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). El servicio de alabanza corporativo no puede pasar por alto ninguna de estas realidades.
Lamentablemente, la meta-iglesia anima a los creyentes a “reunirse” de una manera falsa e incompleta, que ignora lo que realmente son los seres humanos. Vivimos en cuerpo y alma, morimos en cuerpo y alma, y resucitaremos en cuerpo y alma. Minimizar esta verdad es ignorar el verdadero propósito para el que fuimos creados: glorificar a Dios en cuerpo y alma (1 Corintios 10:31).