Examinemos otra vez el texto que hemos estado estudiando en esta serie: “…Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Jn. 4:8b-9).
No estaríamos haciendo justicia a este versículo si limitáramos nuestro análisis del amor divino a términos abstractos. El amor de Dios en sí no es tan solo subjetivo. Es dinámico, activo, vibrante y poderoso. Dios ha “manifestado” su amor -o lo ha mostrado- en un acto particular que puede examinarse de manera objetiva.
En otras palabras, la Biblia no declara simplemente que “Dios es amor” y deja que el individuo interprete subjetivamente el significado. Hay un contexto doctrinal muy importante en el que el amor de Dios se explica y se ilustra. Afirmar que Dios es amor y al mismo tiempo negar la doctrina que sustenta y define esa verdad, es hacer que la verdad en sí misma no tenga sentido.
Sin embargo, eso es precisamente lo que muchos han hecho. Por ejemplo, nuestros adversarios, los teólogos liberales, están muy dispuestos a afirmar que Dios es amor; pero a menudo niegan de plano el significado de la expiación sustitutoria de Cristo. Sugieren que debido a que Dios es amor, Cristo en realidad no necesitaba morir como sacrificio sustitutivo para alejar la ira divina de los pecadores. Representan a Dios como alguien fácil de apaciguar, y caracterizan la muerte de Cristo como un acto de martirio o ejemplo moral para los creyentes, negando así que era la propia ira de Dios la que debía ser propiciada por medio del sacrificio de sangre, y que Dios entregó intencionalmente a su Hijo con el fin de hacer tal expiación. De este modo, ellos rechazan la manifestación consumada del amor de Dios, al mismo tiempo que intentan hacer del amor divino la atracción principal de su sistema.
Con frecuencia, encuentro personas que creen que porque Dios es amor, la teología en realidad no importa. Un joven me escribió hace poco una carta que decía: “¿Cree usted realmente que a Dios le preocupen todos los puntos doctrinales que nos dividen a los cristianos? ¡Cuánto mejor sería que olvidáramos nuestras diferencias doctrinales y tan solo mostráramos al mundo el amor de Dios!”.
Pero tal posición es insostenible, porque muchos que se llaman cristianos son engañadores. Por eso, el apóstol Juan comenzó el capítulo del que tomamos nuestro texto con estas palabras: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1).
Y debido a que una importante cantidad de doctrina sustenta lo que la Biblia enseña acerca del amor divino, es una falacia creer que el amor divino y la teología se oponen de alguna manera.
Martyn Lloyd-Jones escribió respecto a este mismo tema:
La gran tendencia en el siglo actual ha sido presentar como antítesis la idea de Dios como un Dios de amor por un lado y la teología, el dogma o la doctrina por el otro.
Hoy día, la persona promedio ha asumido generalmente una posición similar a lo que cierto individuo indicó: “Vea usted, no estoy interesado en su doctrina. Sin duda, el gran error que la Iglesia ha cometido a lo largo de los siglos es todo este tema acerca del dogma, toda esta doctrina del pecado, la doctrina de la expiación y esta idea de la justificación y santificación. Desde luego que hay algunas personas que podrían estar interesadas en ese tipo de cosas; puede que disfruten leyéndolas y discutiéndolas, pero en cuanto a mí, no me parece que haya algo de verdad en eso; lo único que digo es que Dios es amor”.
De esta manera, tal individuo pone esta idea de Dios como amor por encima y en contra de todas estas doctrinas que la Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos”[1] D. Martyn Lloyd-Jones, The Love of God (Wheaton:Crossway, 1994), pg. 51..
En realidad, tal pensamiento ha sido el modo de pensar predominante tanto en lo popular como en gran parte de la religión organizada durante la mayor parte de este siglo. En muchos sentidos, esa mentalidad se ha convertido en el sello distintivo de la Iglesia en el siglo XX.
Lloyd-Jones señala que, según 1 Juan 4:9-10: “las personas que en consecuencia se oponen a la idea de Dios como amor y a estas doctrinas básicas y fundamentales puede que, en última instancia, no sepan nada en cuanto al amor de Dios”[2]Ibid., 52 (cursivas añadidas).
(Adaptado de De Tal Manera Amó Dios...)