¿Por qué nos debería de importar la doctrina de la Trinidad hoy día? ¿Y por qué tantos grandes cristianos a lo largo de la historia de la Iglesia han luchado tan tenazmente por defenderla? La respuesta radica fundamentalmente en una pregunta crítica: ¿Conocemos a Dios?
Jesús dijo que conocer a Dios es sinónimo de tener vida eterna (Jn. 17:3). Y si lo definimos en términos distintos a como Él se ha definido a Sí mismo en las Escrituras, no somos más que idólatras. Por eso sectas como los testigos de Jehová y los mormones son consideradas sectas. Para heredar la vida eterna, necesitamos conocer a Dios como realmente Él es. Y el testimonio bíblico es claro: hay un solo Dios. Él existe eternamente en tres personas. Y las tres personas son plenamente Dios.
Dicho de otro modo, Dios es tres personas distintas en una sustancia indivisible. En palabras del Credo Atanasiano:
“Así también, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios”.
“Y en esta Trinidad, nada es antes o después, nada es mayor o menor; en su totalidad las tres personas son coeternas y coiguales entre sí. De manera que, en todo, como quedó dicho antes, debemos adorar la trinidad en unidad y la unidad en trinidad”.
La forma más sencilla de concebir la Trinidad es leer la Biblia de principio a fin. La palabra para Dios en Génesis 1 es “Elohim”, la cual está en plural. La terminación “im” de un sustantivo en hebreo es como la “es” en español. Las palabras iniciales de Génesis podrían traducirse como: “El en principio, los Dioses creó...”. El sustantivo está en plural, pero es un concepto en singular. El verbo que le sigue está en singular.
La bendición que Dios le dio a Moisés para que usaran los sacerdotes hace alusión a la Trinidad. Debían invocar tres veces el nombre del Señor. Números 6:24–26 lo registra así: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Las tres menciones a Jehová sugieren la Trinidad. Los serafines que Isaías vio y describió en Isaías 6 gritaban entre sí: “Santo, Santo, Santo” (Is. 6:3). De nuevo, parecen hacer alusión a la naturaleza trina de Dios.
La referencia más clara respecto a la Trinidad en el Antiguo Testamento es Isaías 48:16, un versículo profético citado posteriormente por Jesucristo. Presenta a los tres miembros de la deidad juntos en un versículo: “Y ahora me envió Jehová (Yahweh) el Señor (Adoni), y su Espíritu”.
En repetidas ocasiones, el Nuevo Testamento se refiere en un mismo pasaje y en un mismo nivel al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En Mateo 3:17 se nos dice que mientras Jesús era bautizado, el Espíritu Santo descendió como una paloma y el Padre dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. En Juan 14:16–17, Jesús dice: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad”. Jesús les dijo a los discípulos que bautizaran: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19). En 1 Corintios 12:4–6, el apóstol Pablo dice: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo”. El versículo final de 2 Corintios dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14). Primera de Pedro 1:2 dice que los creyentes son: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”.
Dios es uno, pero es tres. No tengo la menor idea de cómo resolver este misterio divino, pero mi incapacidad de comprensión no disminuye mi fe en Dios o mi convicción de que Él existe como Uno en tres Personas.
Y eso está bien. La doctrina de la Trinidad es un recordatorio perpetuo de que no podemos comprender todo lo que Dios ha revelado sobre Sí mismo. Todo lo que yo pueda escribir sobre Dios, comparado con la totalidad de Sus atributos, es como un grano de arena comparado con cada playa, cada montaña y cada planeta del universo. Para comprender a Dios, tendríamos que ser intelectualmente iguales a Él, pero Él no tiene iguales y no tolera la pretensión impúdica de los que pretenden entender las cosas mejor que Él (Job 40:6–41:34).
A lo largo de los siglos, los herejes han tratado de explicar la Trinidad de muchas formas. Sabelio dijo que a veces Dios aparece como el Espíritu Santo, otras veces como el Hijo y otras como el Padre; una sola persona con tres manifestaciones. Pero la Biblia no apoya esta idea. Dios no es como un artista que cambia rápidamente. Como hemos visto, las tres Personas de la Trinidad se manifestaron en el bautismo de Jesús, en el mismo instante. Dios es uno y al mismo tiempo es tres.
Los predicadores han tratado de explicar la Trinidad por medio de ilustraciones, diciendo que Dios es como un huevo con yema, clara y cáscara; o como el agua, que puede ser hielo, líquido o vapor; o como la luz, que puede iluminar, calentar y producir energía. Pero todas estas ilustraciones se quedan cortas. Dios no es como nada. No hay una bombilla de luz, un huevo, o un trozo de hielo en el mundo que sea como Él.
La Trinidad es una de esas verdades muy maravillosas para la mente humana. Solo puede frustrar a aquellos que la buscan de forma intelectual. Dios nos ha permitido conocer un pedacito, pero no podemos esperar comprenderlo en Su plenitud. Debemos creer en Él de forma sencilla y confiada.
Conociendo a Dios
La adoración verdadera tiene como objetivo al único Dios. Como vimos en el primer capítulo, la adoración, sin importar cuán hermosa, consecuente o bien intencionada sea, es inaceptable si está dirigida a un dios falso.
No hay necesidad de erigir un altar al “dios no conocido” porque Dios se ha dado a conocer. Se ha revelado a nosotros, específicamente, en Su Palabra. Es una persona y podemos conocerlo de forma personal, es un espíritu y podemos conocerlo en el sentido espiritual más profundo. Es uno, y no hay competencia entre Él y otros dioses. Es trino y obra como uno para nuestro bien, y es galardonador de aquellos que se le acercan con fe.
Si nuestra adoración ha de ser significativa, debe ser aceptable. Debemos buscar ver a Dios de la forma en que Él se ha revelado a nosotros. Un conocimiento íntimo de la persona de Dios es, tal vez, la mayor motivación para una adoración verdadera, rebosante y para toda la vida. Cuando empezamos a conocer a Dios como realmente es, nuestra respuesta es enaltecerlo, darle la gloria por quién Él es y lo que Él hace por nosotros.
(Adaptado de Adorar: ¡La máxima prioridad!)