Como portadores de la imagen de Dios, Adán y Eva fueron creados para una comunión íntima e ininterrumpida con su Creador. Pero su propósito también contenía un importante aspecto horizontal (o terrenal): Adán y Eva también fueron creados para llenar la tierra. Génesis 1:27–28 dice: “Varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra”. Aquí vemos el plan perfecto de Dios para el matrimonio y la procreación. Desde el principio, el diseño de Dios fue de relaciones monógamas permanentes entre hombres y mujeres. Génesis 2:24 lo establece en términos claros: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.
La mentira evolucionista también ataca este principio, ya que la sociedad ahora busca justificar y legitimar la fornicación, el divorcio fácil, las relaciones homosexuales y otras perversiones que menoscaban la santidad y el carácter único y exclusivo de la relación matrimonial.
En nuestro estudio de la creación, hemos visto que a lo largo y ancho de los reinos vegetal y animal Dios produjo a seres vivientes que debían procrearse. Sin embargo, esto tiene un significado todavía más especial y sagrado para la raza humana. Tenga presente que, de todas las criaturas terrestres, la especie humana fue la única creada a imagen de Dios, y la esencia misma de esa imagen es la capacidad de establecer relaciones.
La relación matrimonial se establece aquí como la más importante e íntima de todas las relaciones entre seres humanos. El hombre y la mujer "serán una sola carne", en un vínculo diseñado para prevalecer sobre todas las demás relaciones humanas, sin importar cuán cercanas sean (“dejará el hombre a su padre y a su madre”). El vínculo entre esposo y esposa también está diseñado para ser duradero, inquebrantable e íntimo (“el hombre... se unirá a su mujer, y serán una sola carne”).
Una característica interesante e irónica en la creación de Adán es el hecho de que primero fue creado solo. Por el lenguaje de Génesis parece que, al crear las demás especies vivientes, Dios las creó todas en abundancia. El mar abundó en vida marina y los cielos se llenaron de aves. Aunque la Biblia no dice cuántos ejemplares Dios creó de cada especie, el lenguaje sugiere que debió tratarse de varias parejas de cada una. Por otro lado, al describir la creación de seres humanos, la Biblia es clara en el sentido de que Él solo hizo una pareja. De hecho, empezó con la confección minuciosa de un solo ser humano —Adán.
Por supuesto que el plan perfecto de Dios desde un principio fue que Adán estuviese acompañado, ya que el Señor conoce “todo esto desde tiempos antiguos” (Hch. 15:18). No suponga usted que la creación de Eva fue una idea que se ocurrió después o una modificación del plan divino. Algunas personas hacen una lectura incorrecta de Génesis 2 e imaginan que Eva fue añadida a la creación como un apéndice en el plan original de Dios. Esto no es lo que el texto quiere dar a entender.
Es cierto que Eva no fue creada sino hasta después que Dios encargara a Adán asignar nombres a los animales y le diera tiempo para cumplir esa tarea. (Cierto predicador sugirió que tal vez Dios retrasó la creación de Eva para que Adán no tuviera que preocuparse con segundas opiniones sobre los nombres de los animales. Por supuesto, dudo que haya sido así). Lo cierto es que Eva fue una parte definitiva en el plan de Dios desde el principio. Su creación independiente confirma el lugar tan especial que ocupaba en el mundo creado —y con cuánta perfección había sido creada para tener compatibilidad plena con Adán.
Hay algo que salta a la vista, y es que después de terminar cada fase del proceso creativo, Dios pronunció Su obra como buena, y “vio Dios que era bueno” es el refrán constante de la narrativa de la creación (Gn. 1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). La única vez que Dios pronunció algo como no bueno fue al decir: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). De nuevo, esto no es para sugerir que Dios hubiera descubierto una falla en Su plan original. Más bien, el punto es que el plan original no quedaría completo si Adán quedaba solo. El hombre había sido creado para mantener relaciones significativas y todavía le faltaba una persona perfecta con quien establecer la relación matrimonial.
Por eso la Biblia dice:
“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Gn. 2:21–22).
Adán, por supuesto, quedó encantado:
“Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Gn. 2:23).
Eva fue hecha como ayuda idónea para Adán (Gn. 2:18, 20). Esto no se refiere a ayuda doméstica, como si su función fuera lavar, cocinar, limpiar y organizar. Adán pudo haber ejecutado esos deberes domésticos sin una esposa, pero él tenía un deber mucho más importante para el cual necesitaba la ayuda de la mujer. Dios le había mandado procrear, es decir, propagar la raza humana y llenar la tierra de personas semejantes a él. Es obvio que para tal labor iba a necesitar la colaboración activa de una ayuda idónea.
Mientras Dios le presentaba los animales y él les asignaba un nombre adecuado, Adán empezó a darse cuenta de que estaba solo en toda la creación: “Mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Gn. 2:20). Esto indica que Adán era consciente de que no era un animal como los demás, ni siquiera un animal glorificado. Había sido hecho a imagen de su Creador y necesitaba una compañera que también tuviera la misma semejanza divina. Por eso Dios le hizo una compañera de su propia costilla. En otras palabras, la estructura genética de Eva se derivó del hombre y mantenía una armonía perfecta con la de Adán.
La investigación genética ha mostrado que un par de cromosomas humanos designados como X y Y son los que determinan el sexo de nuestra descendencia. Todos los varones nacen con cromosomas X Y, mientras que todas las mujeres solo tienen un par de cromosomas X. Desde un punto de vista puramente biológico, el cromosoma Y es lo que determina la masculinidad. Si un descendiente hereda el cromosoma X del padre, será mujer. Si el cromosoma heredado es Y, el descendiente será varón. La simiente del padre es el factor determinante.
Por lo tanto, en sentido genético, es posible crear una mujer a partir de un varón. Sin embargo, no sería posible extraer el código genético masculino de una mujer porque ninguna mujer tiene el cromosoma Y. Esto está en armonía perfecta con lo realizado aquí por Dios. La ciencia siempre está de acuerdo con el relato bíblico mientras se ocupe en hechos objetivos y no en teorías subjetivas.
El mandato: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Gn. 1:28) hace eco en todo el libro de Génesis. Se repite en Génesis 9:1, después del diluvio. También es la esencia de la promesa de Dios a Abraham (Gn. 22:17–18). Es una expresión única y hermosa del amor de Dios por la humanidad, que Él nos creó con la capacidad para procrear y así producir más criaturas hechas a Su imagen y semejanza. Además, no solo quiso un mundo lleno de ellos, sino que diseñó a hombres y mujeres para que participaran en el gozo de cumplir ese propósito. Por eso, los hijos son una bendición del Señor (Sal. 127:3).
El mandato inicial de Dios para Adán y Eva de reproducirse y poblar la tierra no pretende deslegitimar la soltería o la infertilidad. Más bien, establece nuestra herencia divina, la distinción de nuestros géneros y el glorioso diseño de Dios para el matrimonio y la familia. Los ataques modernos y satánicos contra los orígenes, la sexualidad y la identidad de género no son accidentales. Constituyen nada menos que un asalto directo a los fundamentos mismos de la obra creadora del Señor.
(Adaptado de La batalla por el comienzo)